Los canes recuperan la playa gijonesa como lugar de esparcimiento con «muchas ganas» y la petición de que se permita su presencia en horario nocturno durante todo el año, ya que aquellos en la zona centro critican que en verano «faltan espacios» y la playa del Cervigón «se llena de demasiada gente»
Durante la mayor parte del año, son los dueños y señores de San Lorenzo lo que los mordiscos del Cantábrico y los surfistas les dejan, pero en los meses de calor se ven obligados a olvidar su mayor lugar para el recreo y buscar otro lugar en el que esperar la vuelta del otoño, del 1 de octubre y de un reencuentro que siempre emociona como si fuera el primero. Los perros han vuelto a disfrutar de su lugar de esparcimiento en la playa, comprendido entre las escaleras 2 y 8, e inaugurando una nueva temporada de paseos, carreras y juegos en contraposición a la de «baños» que el Ayuntamiento reserva desde el 1 de mayo y hasta el 30 de septiembre. Las caras y ladridos de felicidad fueron notables desde las primeras horas, en las que los allí presentes hablan de «ambientazo», como atestiguan Carlos Fueyo y su perro Mateo. Amigos con cuatro patas se vieron las caras de nuevo con emoción pero también sus dueños, ya que con los paseos matutinos por el arenal «se socializa mucho» y se llegan a improvisar reuniones de hasta 10 o 12 personas.
En una de ellas estuvieron Camila Vega García y sus dos perras, Nova y Kira. Ambas border collies disfrutan por lo menos «cuatro o cinco días a la semana» de las carreras frente al mar en los tres años que Vega lleva en la ciudad, y les gusta tanto que en verano se vuelve imposible recorrer el paseo marítimo: «Evito pasar con ellas por el Muro porque ven la playa y empiezan a querer bajar la rampa y no se puede, en verano lo evitamos». Las dos perras observan desde la distancia un espacio de recreo que les es arrebatado durante «demasiado tiempo» a juicio de su dueña: «Creo que en esos meses se podrían aprovechar las noches, cuando se vacíe la playa y no molesten a nadie, porque es un lugar en el que a las personas a su cargo nos resulta muy fácil controlarles, aquí no intentan escapar y no corren ningún peligro». En su caso, el parque Isabel La Católica o el Fluvial se convierten en los mejores sustitutos a la arena en los días de calor.
Lucca surca las olas de San Lorenzo desde que tenía 2 meses. Ahora tiene 11 años y con la edad, está teniendo problemas de visión en un ojo, pero no reniega de sus andanzas marinas por nada y sobre todo si además lo hace en compañía de Zulima Suárez, su mejor cuidadora después de sus dueños. Esta vecina de la calle Ramón y Cajal disfruta «igual o más» de los baños diarios en la playa que el perro de su hija y, por ello mantienen su ritual playero también en verano yendo al Cervigón, «la 24» o la playa de perros. Aunque allí ven algunos inconvenientes. «Es problemática porque se junta demasiada gente”, resume ella. La llegada de turistas y sus animales se nota y «la playa se queda pequeña» y en un espacio tan reducido «mucha gente se despreocupa de ellos, les quita el bozal o los deja sueltos por la playa». Como alternativa, Suárez menciona de nuevo la idea de permitir el acceso de los animales en horario nocturno a San Lorenzo.
Cerca de ambos y con los pies en mojado caminan Javier y Begoña. Ellos pertenecen a ese grupo de paseantes por el arenal que no van en compañía animal; viven por el centro y disfrutan de una vuelta por la orilla de vez en cuando. Hablan de una «convivencia magnífica» con estos animales durante los meses que permanecen en la playa y nunca han vivido o presenciado ningún incidente entre aquellos sin perro y aquellos con ‘allí abajo’, pero ven «delicado» extender los paseos perrunos hasta las noches de verano porque “a saber lo que te puedes encontrar por la mañana” . El cree que la educación de algunos, «amparados por la noche» podría «brillar por su ausencia”.
En este sentido, Laura Iglesias Varela y Beatriz Fernández Torres admiten que en esa cuestión llegan a pagar «justos por pecadores». Ellas pertenecen al grupo de los ‘justos’ y de aquellos a los que les gustaría pasear a sus mascotas en meses como junio, julio o agosto, pero saben que a veces «hay alguno que no recoge y terminamos todos asumiendo». En lo que ellas charlan, sus compañeros Thor, Kimba y Trufa se reencuentran con varios «amiguinos». «Se hace mucha piña», resume Fernández. Lo dice con cierta resignación pensando en el razonamiento anterior, y es que San Lorenzo resulta «el lugar ideal» para el paseo de su can por extensión pero también por morfología. «El Muro hace que los animales respeten mucho las rampas y las escaleras de acceso y no intentan escapar», algo que no ocurre en el resto de zonas y parques habilitados para ellos en la ciudad, por eso mencionan la instalación de vallas como prioridad en algunas áreas, como se prevé hacer en el Solarón antes de que termine el año.
Noa es otra de esas fanáticas del agua y la arena y por eso sus dueñas, Tamara González y Laura Baragaño procuran reservar unos días a la semana para bajar a San Lorenzo aunque tengan que ir desde Roces. Saben del privilegio que supone vivir en un barrio «con tantas zonas verdes para poder pasear con tu mascota» como el suyo porque ven cómo el resto de usuarios que viven por el centro y utilizan la playa en invierno, se quedan sin alternativas en la temporada de calor. La 24 resulta un «lugar incómodo» y las zonas habilitadas para los animales «no cuentan con seguridad», igual que razona Fueyo, quien también representa al grupo de ‘Animalinos de Xixón’. Para él es evidente «que el centro tiene una carencia» porque después deshabilitar el pipicán de la calle Colón, donde Peritos, y retirar el parque de plaza Europa de la lista de parques permitidos hace años, «faltan espacios». Para él, recuperar este último es la única solución viable, además de ampliar la extensión del parque detrás del Palacio de Congresos recién inaugurado, porque otras alternativas que proponen algunos dueños como Hermanos Castro ya están reservadas a espectáculos, eventos y aparcamientos» durante todo el año. Aunque la conclusión unánime está clara: ningún lugar igualará la playa como lugar predilecto de paseo.