
«Todas las personas, en algún momento de nuestra vida, nos enfrentamos a situaciones que limitan nuestra movilidad. Pienso en la infancia, la vejez, una lesión temporal o incluso ir con un carrito de bebé: en esos momentos, la ciudad se nos presenta de otra manera, y lo que antes parecía funcional, deja de serlo»
Cuando hablamos de accesibilidad en una ciudad nos referimos a la capacidad de todas las personas, independientemente de sus condiciones físicas, sensoriales, cognitivas y socioeconómicas, de moverse y utilizar los espacios urbanos de manera autónoma y segura. Aunque esto nos lleve intuitivamente a analizar las condiciones físicas del espacio urbano, su infraestructura, sus medios de transporte, su señalización o cómo están situados los elementos urbanos, es un tema que va mucho más allá de la simple presencia de rampas u otra serie de obras que la faciliten: requiere una mirada amplia, que incluya tanto la infraestructura como el comportamiento cívico y la coordinación municipal.
Igualmente, abordar este asunto en términos de capacidad física, sería mentirnos. Todas las personas, en algún momento de nuestra vida, nos enfrentamos a situaciones que limitan nuestra movilidad. Pienso en la infancia, la vejez, una lesión temporal o incluso ir con un carrito de bebé: en esos momentos, la ciudad se nos presenta de otra manera, y lo que antes parecía funcional, deja de serlo.
Recientemente en este mismo diario y otros medios de la ciudad se anunciaba un Plan Accesible, por parte del ayuntamiento de Gijón, para ir realizando obras que nos lleven a proporcionar una ciudad más accesible, e incluso se hablaba de presentar las actuaciones o la propia estrategia de la ciudad a un concurso de nivel europeo.
¿Es Gijón una ciudad accesible?
Es cierto que en Gijón se ha ido avanzando mucho en aspectos de accesibilidad. Se puede comprobar en muchos aspectos del viario urbano, desde el rebaje de sus aceras a el acceso al transporte público. En el mismo artículo mencionado más arriba, se aborda bien algunas de estas mejoras por medio de testimonios directos.
Este trabajo, que en el fondo no es patrimonio de ninguna corporación porque todas han venido desarrollando medidas, es fruto también de la demanda ciudadana que ha ido aumentando la presión con los años. El envejecimiento paulatino de la población, seguramente, también ha influido bastante.
Sin embargo, basta darse una vuelta por el centro de Gijón o cualquiera de sus barrios, para darse cuenta de que hay muchos más aspectos que influyen en la accesibilidad y no se van a resolver con obras. Es más, en algunas ocasiones estos trabajos necesarios han provocado que los problemas de accesibilidad sean ahora mayores. Les pongo un par de ejemplos a continuación.
Los rebajes en las esquinas

Los rebajes en las esquinas ya son omnipresentes en la ciudad. Es cierto que todavía hay ejemplos, algunos por hacer, etc., pero no es fácil encontrarse ya con estos obstáculos. El problema por lo tanto no es de disponibilidad, es que estos han provocado secundariamente que la invasión de los vehículos sea más fácil. Es una situación que el ayuntamiento conoce, lo pueden observar porque poco a poco se van poniendo bolardos en algunos de ellos para que no haya invasiones o también paradas innecesarias que dificulten el paso al Bus o a otros servicios.
¿Por qué se recurre al bolardo? Porque la impunidad para aparcar donde no se debe es mayor que la propia accesibilidad. Y al final, la solución acaba siendo un parche que solo corrige parte del problema. En muchas de esas esquinas con bolardo, los coches ya no invaden la acera pero siguen aparcando entre pasos. Este hábito, casi cultural en Gijón, no solo anula cualquier mejora de accesibilidad, sino que obliga a peatones a rodear coches mal aparcados, a exponerse al tráfico y, en muchos casos, a cruzar con menos visibilidad, con el consiguiente riesgo de atropello.
Este problema está perfectamente documentado y lleva asociado una importante cantidad de siniestros y atropellos, aunque desde la autoridad competente, aparentemente, se mire para otro lado.

Por lo tanto y conocido el por qué, esto desemboca necesariamente en la siguiente pregunta: ¿Por qué la concejalía de seguridad ciudadana, Nuria Bravo, encargada de que la policía municipal haga su labor respecto a este importante problema, no trabaja coordinadamente con otras concejalías y con el cuerpo municipal para atajar el problema?. Les dejo a ustedes las conclusiones, al que escribe esta columna se le escapan. Lo que sí parece que queda claro, es que la ley, como la accesibilidad, no es para todo el mundo igual.
La calzada única

Otro ejemplo de cómo las buenas ideas pueden quedarse en papel mojado es la calzada única. En teoría, estas calles están diseñadas para dar prioridad al peatón y son por sus características 100% accesibles, con velocidad reducida a 20 km/h y una esperada convivencia con los vehículos. En la práctica, sabemos que esto no es así. Un caso claro es la calle Compositor Facundo de la Viña, en el barrio de Viesques. Pese a la señalización de 20 km/h, mediciones del Observatorio Xixonés de Movilidad han registrado coches circulando a 60 km/h. Un dato especialmente grave considerando que la calle da acceso a varios colegios.
Respecto al aparcamiento ilegal, es básicamente lo mismo pero incorporando también vehículos de gran tamaño en carga y descarga. En estas calles, la ausencia de bordillos tradicionales facilita aún más que los vehículos invadan el espacio peatonal. Basta con dar un paseo por la calle San Antonio y alrededores, para ver cómo algunos comercios han optado por colocar tiestos o elementos disuasorios para evitar que se aparquen en sus puertas. En algunos casos, también se usan anclajes para las bicis para ello pero resultan dañados o con bicis ancladas que estrechan aún más el paso entre fachada y zona peatonal, cuando no aparecen directamente doblados por los golpes de los vehículos.
Sin control, la accesibilidad fracasa
La accesibilidad no es solo cuestión de obras. Podemos rebajar todas las aceras y ensancharlas al máximo, pero si no se sancionan las conductas incívicas en el aparcamiento, la descarga irregular y no se fomenta un cambio cultural en el uso del espacio público, todo esfuerzo será en vano.
Por lo tanto, cualquier plan para mejorar la accesibilidad, que debería ser la normalidad no una iniciativa excepcional, siempre es bienvenido, pero si no se atiende a todo lo que está accesibilidad implica, fracasamos. O algo que es muy Gijonés aún: Chapuceamos.