
«Las medidas están más que sabidas y pregonadas desde hace años: reducir la presencia de los vehículos más contaminantes, fomentar el transporte público y apostar por formas de movilidad más limpias, como la bicicleta, el patinete o simplemente caminar»

Si están mínimamente atentos a la prensa local y son algo cafetero/as en los debates de la semana, seguro que les suena un par de noticias que han surgido en torno a las medidas medioambientales que la ciudad necesitaría tomar. Bien por la falta deliberada de medidas, bien por la necesidad de tomarlas ante la detección de altas dosis de contaminantes y su relación con la salud, también en pleno centro de la ciudad, y en especial en los entornos escolares.
Por un lado, hablo de la paralización, o más bien de la puesta en «ralentí», de la Zona de Bajas Emisiones prevista para La Calzada, decisión tomada conscientemente por la concejalía de Tráfico y Movilidad. Una medida que no es menor, porque afecta directamente a la posibilidad de acceder a las ayudas económicas para el descuento del billete de bus y del abono de la bici pública.
Mientras tanto, la concejalía de Medioambiente, en colaboración con la Universidad de Oviedo y su propio equipo técnico, ha estudiado cómo impactan los distintos contaminantes en la salud de los gijoneses y gijonesas, a través del análisis de los ingresos hospitalarios. También han puesto el foco en los entornos escolares de varios colegios de la ciudad.
Señalo estas dos noticias porque reflejan bastante bien la bicefalia actual en el Ayuntamiento: dos partidos que actúan en materia de movilidad y medioambiente con miradas totalmente contrapuestas. Algo que no debería ocurrir, ya que es difícil entender que se pueda actuar en uno de estos frentes sin tener en cuenta el otro.
Negar la realidad
De nuevo, en un extremo, tenemos a una concejalía de Tráfico, perteneciente a Foro Gijón, que evita tomar cualquier medida medioambiental que pueda afectar al tráfico rodado de la ciudad. Ni siquiera cuando está obligada por ley, y cuando sus propios estudios y el proyecto técnico de la Zona de Bajas Emisiones indican que la afectación a la movilidad de los habitantes del barrio sería baja. La argumentación que sostiene esta actitud es que cualquier medida destinada a reducir el uso del coche para mejorar el medioambiente es «ideológica». Como si no ponerle ninguna cortapisa al coche no fuera también una elección ideológica, o como si representara un ejercicio de ecuánime equilibrio social.
Obviamente, todas las decisiones lo son, pero justamente las medidas que se niega a aplicar están basadas en hechos ampliamente comprobados que afectan gravemente a nuestra salud. Por supuesto, excusas hay más, algunas propias de política de patio de colegio, pero no era mi intención detenerme en ellas en este artículo.
Estudios que confirman el impacto en la salud

Por la otra parte, desde el Partido Popular, no precisamente alineado con los ecologistas más recalcitrantes, tenemos una concejalía de Medioambiente que reconoce el tráfico como un problema medioambiental.
Por si hiciera falta comprobarlo una vez más, su estudio epidemiológico, en colaboración con la Universidad de Oviedo, demuestra que los ingresos hospitalarios aumentan en momentos de alta contaminación. Y eso incluye también al centro de la ciudad y a zonas donde no necesariamente llega la contaminación industrial. Es decir, calles mal ventiladas y con abundante tráfico que, a estas alturas, casi forman parte del paisaje urbano de Gijón. En el caso de los colegios, la situación es similar: se detectan dosis de NO₂ (dióxido de nitrógeno) elevadas, aunque todavía dentro de la normativa vigente. Claro que esa normativa ya es alta si la comparamos con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, que plantea umbrales prácticamente a la mitad.
Ni que hablar del ruido. El mapa del ruido, que el Ayuntamiento ha tenido que realizar por obligación legal, ya advertía hace un par de años que pocas calles de Gijón, y pocos entornos escolares, se salvan de niveles elevados, que no vienen precisamente de la factoría de Arcelor.
Por apuntar otro dato: el ruido, ese contaminante habitualmente olvidado, también está asociado a picos de ingresos hospitalarios, como varios estudios de la Universidad Carlos III han concluido, cada vez con más precisión.
Un problema invisible

Aunque pueda parecer lo contrario, esta actitud, tanto la negativa como la positiva, frente al grave problema de la contaminación en la ciudad sigue siendo, en realidad, algo secundario en las preocupaciones habituales de una gran mayoría de los habitantes. Una cosa es decirlo, y otra muy distinta es actuar. Sí, como lo oyen: el aire contaminado es algo tan abstracto, y cuyos efectos actúan a medio o largo plazo, que rara vez entra en el listado de prioridades diarias frente a las ventajas laborales y económicas de producir bienes industriales o desplazarnos en nuestros coches. Salvo, claro, que alguna de sus externalidades o efectos directos les afecte muy de cerca, entonces sí: ahí ya no hay escapatoria. Y en esa situación, lamentablemente, se encuentran también muchos vecinos y vecinas de Gijón. Apunto que no solo de la Zona Oeste, estoy pensando en cualquier vecino que viva, por ejemplo, en la avenidade la Costa.
Aunque las evidencias son abundantes, resulta difícil percibir el peligro: es tal la magnitud de variables y detalles que simplemente no estamos preparados. Fumamos porque, de momento, no pasa nada; hasta que llega el día en que hay que ir al hospital, porque las complicaciones, tarde o temprano, aparecen. A veces se podrán mitigar. Otras, será ya demasiado tarde. Es exactamente lo mismo nos ocurre con la contaminación urbana.
Necesitamos un cambio de rumbo
En conclusión: el problema de contaminación en Gijón es más que evidente. No solo está vinculado al fuerte componente industrial, que no es homogéneo en toda la ciudad, si no que también es causa del intenso ruido, los gases y las partículas que emite el tráfico urbano. Igualmente evidente es la negación sistemática del problema, evitando tomar medidas contra una contaminación que contribuye no solo a empeorar la salud, sino también a generar una alta siniestralidad y una dependencia absurda del vehículo privado. Y todo ello, en una ciudad relativamente pequeña como la nuestra.
Las medidas están más que sabidas y pregonadas desde hace años: reducir la presencia de los vehículos más contaminantes, fomentar el transporte público y apostar por formas de movilidad más limpias, como la bicicleta, el patinete o simplemente caminar. Las infraestructuras verdes y otras medidas son importantes, pero jamás tendrán un impacto significativo sin actuar respecto al tráfico. Muchos ciudadanos y ciudadanas de Gijón ya lo hacen, a menudo por simple sentido común. Solo falta que las instituciones estén, al menos, a la altura de su gente