La historia de Moha El Kacim es la de muchos otros niños que, un día, tuvieron que arriesgar la vida en busca de una oportunidad que su país no les ofrecía: «No cambio Gijón por nada. Siempre me he sentido acogido»
Mohamed, ‘Moha’ El Kacim nació hace algo más de 29 años en Marruecos y, como muchos otros compatriotas, se embarcó en la búsqueda de una vida mejor agazapado junto a las ruedas de un camión. Así pasó la frontera en 2011, solo, sin familia y sin dinero. Pero con mucho tesón. El mismo que se refleja en cada palabra que dice en su segunda lengua, el castellano, una de las cosas que más le costó “pillar” en España.
A aprenderlo le ayudaron en el Centro de Acogida en el que recayó, primero, y en la Escuela de Segunda Oportunidad (E2O) de Gijón, en la que permaneció cinco años. “Me trataron como a un hijo. Aprendí castellano, matemáticas, algo de cocina e informática…pero también aprendí a superar mi timidez, a hablar con la gente, a hacer amigos. Aún hoy sigo encontrándome con algunos compañeros por la calle y es agradable poder tomar un café después de tantos años”.
A través de algunas de las actividades que la E2O y Valnalón organizan para que los alumnos puedan conocer distintos futuros laborales, Moha visitó las instalaciones de un llagar que acabaría siendo su ‘casa’. “Yo no sabía cómo era un llagar. Sí sabía de la sidra, pero nada sobre cómo se elaboraba o su contexto”. En aquella visita, cuenta, descubrió ese mundo y cuando se le presentó la oportunidad no dudó en “echarle morro” y pedir empleo. “Y siete años después aquí estoy”, cuenta orgulloso. No es para menos.
En cocina comenzó de friegaplatos, pero poco a poco fue aprendiendo, fijándose en cómo cocinaban sus compañeros, aprendiendo recetas y trucos, hasta que pudo dar el salto. En la actualidad, el joven que un día probó fortuna jugándose la vida bajo un camión se ha convertido en el segundo de cocina de uno de los llagares con más tradición de Asturias. “Ahora enseño a los nuevos igual que un día me enseñaron a mí. Siempre hay que intentar aprender más”, explica.
A quienes están ahora pasando por lo que fueron sus comienzos en España les deja un consejo: «Que aprovechen el momento. Tienen que aprender todo lo que puedan y perseguir por conseguir sus sueños. Que nunca crean que no pueden, siempre se puede progresar de alguna manera, siempre se puede lograr algo más”.
Pese a que su carrera respalda su buena mano en cocina, entre sus metas no está eso de “ser el mejor”, sino seguir ayudando “tanto como me ayudaron a mí”, llegar a abrir su propio negocio “mezclando elementos gastronómicos de aquí y de allí” y, sobre todo, traer a su familia. “No cambiaría Gijón por nada. Quien me conoce sabe que no soy mucho de tirar cumplidos, pero esta ciudad tiene algo especial. Siempre me he sentido acogido. Ya casi me siento más asturiano que marroquí”.