«Xixón tiene una red museística maravillosa (…). Una manera de entender la cultura, gracias al personal de la Fundación Municipal de Cultura, que está más acorde con un placer que con un mercado (…). Esto se está intentando cambiar»
Consumimos. En esta sociedad que prima la inmediatez, la eyaculación rápida, las satisfacciones superficiales, consumimos el arte a bocados compulsivos. Paladeamos solamente los likes de una imagen rápidamente compartida en las redes para, inmediatamente, mirar los comentarios mientras caminamos alrededor de aquello que nos genera nuestra identidad como pueblo: la cultura
Sentado, sin nadie alrededor, pude disfrutar durante minutos en el vacío de ‘La adoración de los Reyes Magos’ de Rubens, o de ‘La Virgen del canciller Rolin’ de van Eyck. También estuve apoyado durante cerca de quince minutos viendo el fantástico retrato flamenco de Francisco I de Jean Clouet. Lugares del Louvre lejos de la diosa ‘Gioconda’. Sentí, frente a esas tres piezas, la misma sensación que tuve en Varsovia viendo ‘La dama del armiño’ de Leonardo da Vinci. La perfecta conversación entre pieza y espectador. Algo que se está perdiendo en los museos. El lenguaje entre obra y quien la observa debería estar en la complicidad de dos corrientes que se unen sin, necesariamente, tener la formación para entenderse; pues el arte se hace entender o te hace preguntarte si lo entiendes para que tú busques la respuesta. Si en ese juego de lenguaje en el silencio del diálogo, te encuentras rodeado de cámaras, de selfis, de tomas falsas de TikTok hasta que considere el protagonista que ha salido lo suficientemente apropiado para sus admiradores, la obra, callada, muda, eterna, se queda postergada frente a egos efímeros, se rompe la magia de los museos. Hace años que se está fracturando la convivencia museística por las fotografías capturadas a la carrera y quizás deberíamos reflexionar sobre los antiguos carteles de “Prohibido hacer fotos” que protegían las piezas y las miradas alejadas de emociones.
En el Louvre, La ‘Gioconda’ es el culmen, por detrás la ‘Venus de Nilo’, maravillosa S tallada en las transparencias que dan el equilibrio en la ausencia de brazos. Lo mismo ocurre en d´Orsay en donde el Autorretrato de Van Gogh provoca un imán de pantallas iluminadas mientras el buen ‘Doctor Paul Gachet’ mira aburrido, cercano a él, la escena, pues somos pocos los que nos quedamos minutos mirando sus ojos melancólicos. Es que ahora ir corriendo por los museos, móvil en mano como John Wayne, es lo típico en esta sociedad en donde la maravillosa quietud de ‘Retrato de la madre del artista’ de James Abbott se queda solitaria al lado de la elegante ‘Dama del guante’ de Carolus-Duran en la planta baja de un museo excepcional.
Todo esto ocurre por el uso de la cultura como mero elemento mercantil. Tengo claro que la cultura es también economía, el 3% del PIB español, y parejo el porcentaje de empleo. No creo en el esnobismo de escalones de cristal, absurdez cimentada en una construcción social. Creo en el acceso a la cultura como elemento básico de las sociedades. Creo en la cultura como lo que es: un derecho fundamental del ser humano. Creo en la cultura como elemento transformador de la ciudadanía. Creo en la cultura como alimento espiritual esencial de las personas, y, además, motor económico de las naciones. Las Administraciones lo entienden así, o deberían entenderlo así, pero… ¿En qué estamos fallando cuando, principalmente, se considera la cultura por muchas personas como un mero consumo?
Xixón tiene una red museística maravillosa. Está claro que no estamos hablando de las firmas antes enumeradas, pero sí de una manera de entender la cultura, gracias al personal de la Fundación Municipal de Cultura, que está más acorde con un placer que con un mercado. Esto se está intentando cambiar por una política museística más acorde al consumo que a las preguntas que provocan las piezas expuestas. El Revillagigedo es una muestra muy clara de lo que se quiere y por lo que se apuesta. Exposiciones manufacturadas alejadas del pensamiento de los trabajadores y trabajadoras de la Fundación. Parece mentira como un antiguo técnico de la misma, y por lo tanto muy cercano a esa manera de pensar en la que se afianza la Fundación, se esté dejando arrastrar por los efluvios de quién sabe qué ungüento para orientar su actuación a esta nueva forma de entender el acceso a la cultura. Una pena. Espero que los años y el ocaso de los brillos le hagan volver al origen del gran profesional que fue.
El dibujo de Tabacalera viene a ser lo mismo. Dotar un espacio de la ciudad, dando la espalda a la misma, para obras terciarias de grandes firmas con el fin de llenar números. Parca mirada. Nuestros museos no tienen Rubens, ni Pizarro, pero tienen Piñoles y Valles. Ni tienen da Vinci ni Tiziano, pero tienen Morés y Mirandas. ¿Qué es lo que conforma un pueblo: las grandes firmas o las obras que reflejan su manera de entender la sociedad? ¿De qué se está orgulloso: de los grandes pintores ajenos de los diferentes siglos o de aquellos que pasearon por nuestras calles? (suelo usar el femenino, pero en el arte, como en muchos otros ámbitos es complicado) Tenemos grandes firmas: Valle, Navascués, Camín, Piñole, Moré, Suárez, Alcayde… pero, sin embargo, miramos con timidez lo que somos: nuestras carnavaladas, nuestros paisajes, nuestra mar, nuestra, por desgracia, guerra, menos para nombrar nuestros equipamientos pictóricos en ese alarde elitista innecesario: “Museos de Bellas Artes de Gijón”. Creo que tenemos fondos para hacer disfrutar a los visitantes, para realizar una visión histórica, pictográfica, industrial, arqueológica y fotográfica con una gran calidad, complejidad y recorrido. Sin embargo, parece que la concejalía y la dirección de la Fundación no creen en ello.
El gran emblema de la nueva línea de la Concejalía de Cultura es las residencias, excelente actuación de la que esperamos más, y actuaciones en Revillagigedo y Tabacalera, como meros contenedores. Lugares, espacios receptores de exposiciones temporales. Mercancías empaquetadas para enriquecimiento manufacturado sin hablar de una línea básica para que los y las gijonesas se sientan orgullosas de sus fondos, de su colección, de sus obras. Lo que vemos en los museos de Xixón es propiedad de todos los gijoneses y gijonesas a excepción, claro está, de las donaciones, y debemos sentirnos tremendamente satisfechos de ello. No hay un Monet, no hay un Greco, pero, además de lo propio, tenemos a treinta kilómetros una de las grandes pinacotecas españolas con las que se deben crear y establecer más lazos para buscar obras invitadas que fomenten el conocimiento de las piezas y del propio museo cabecera de nuestra comunidad autónoma. La concejala habla de exposiciones temporales con la pasión del desconocimiento o el desprestigio ante el Bellas Artes de Asturias, pero me extraña que un conocedor de los fondos del museo asturiano no apueste claramente por esa relación de convivencia en donde las miradas entre obras de uno y otro lado podían generar conversaciones tremendamente interesantes. Conversar colecciones, fondos y obras enriquece. Mirarse en el cercano favorece el lenguaje y el sentimiento de pertenencia a una tierra que tiene en la cultura el mayor soporte para el fortalecimiento de los pueblos.
La concejalía, por su manera de dirigir el discurso, y la dirección de la Fundación, por su manera de bailar a un vals en el que no creía hace pocos años, parecen decantarse más por caminos entre empresas constructoras de intereses artísticos. Yo pediría a los responsables políticos de mi ciudad que no cojan una cámara de fotos y corran por las salas. Pediría que creyesen que las ‘Pescadoras de marisco’ de Álvarez-Sala bien merecen, al menos, quince, veinte minutos de disfrute, o que ‘La huida’ de Piñole se asemeje en sentimiento de pertenencia al relieve de ‘Los fugitivos’ de Daumier. Para eso hay que creer en ello y, si no… ¿Cómo se entiende que sea imposible tener una página web, portal al mundo, donde disfrutar de los museos gijoneses? Solo hay que poner en el buscador Museo Jovellanos o Piñole y meterse en un portal arcaico, anodino y laxo en donde parece que se pretende confundir al visitante para que no sepa las obras a contemplar.
Hay grandes profesionales en la casa, seguimos con dinámicas de hace años, con comisariados de hace años, con formas de hacer de hace años. La concejala debe tener la visión política de llevar a cabo los cambios necesarios, y el director de la Fundación la responsabilidad de tener el valor de hacerlo o bien de retomar aquello en lo que parecía creer. Me temo que se acunan en la autocomplacencia, cámara en mano.