Los técnicos de Hercal Diggers se concentrarán en estas primeras semanas de trabajo en acondicionar y despejar el colosal edificio, paso previo a las tareas de demolición propiamente dichas, que podrían comenzar en dos meses

Construir un edificio, cualquier edificio, es una tarea cercana al arte. Una conjugación equilibrada de ciencia, intuición y talento, en la que pocos errores son perdonados. Pues bien, en contra de lo que pueda creerse, su contrapunto natural, la demolición de un bloque, no le va a la zaga. De hecho, nada tiene que ver con conectar una bola de derribo a una grúa, hacerla oscilar y empezar a tumbar tabiques y pilares sin ton ni son. Es, pues, un trabajo de precisión, que exige habilidad y conocimiento para no causar destrozos mayores. De ahí que la empresa Hercal Diggers, SL, vaya a afrontar el derribo de la nave de Flex que aún se yergue en La Calzada con sumo cuidado, método y paciencia. Así lo confirmaba este jueves Hugo Álvarez, jefe de Proyectos de la compañía en cuestión, durante una visita al escenario de los trabajos, ya en curso, hecha en compañía de la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón, y de su concejal de Urbanismo, Jesús Martínez Salvador. No es de extrañar, pues, que el primer paso sea el despeje de la zona, previo a introducir en ella cualquier maquinaria pesada; y, aun así, todavía habrá fases que deberán desarrollarse a maza y brazo. A la antigua usanza. Centímetro a centímetro
«Lo primero que quiero recordar es que tenemos entre manos 45.000 metros cúbicos de edificación a demoler«, comenzaba a apuntar Álvarez ante los medios de comunicación allí concentrados. Ese volumen deberá haber desaparecido de la parcela en un plazo teórico de cuatro meses, aunque no se espera que la demolición propiamente dicha comience antes de dos. ¿Qué se está haciendo por ahora? Evaluaciones y estudios para detectar la presencia de cualquier elemento de riesgo que, una vez empiece el despiece, pueda poner en peligro la integridad de la obra y de quienes operen en ella. «Estamos realizando catas para conocer la problemática que podamos tener con respecto a las edificaciones colindantes, y localizando posibles residuos peligrosos que pueda haber dentro de la fábrica«, detallaba el jefe de Proyectos de la empresa. Uno de esos últimos ya está prácticamente ubicado: un antiguo depósito de gasolina emplazado en una esquina del complejo, y que tendrá que ser retirado mediante una excavadora. Paralelamente, en el interior se está afrontando la limpieza de todos los desechos acumulados durante estos años de abandono, fundamentalmente restos de ventanas, madera y plástico. En resumen, en esta primera fase «dejaremos el edificio en estructura para, luego, ya empezar a hacer la demolición«.
«En función de lo que nos encontremos ahí dentro, podría alargarse un poco más»
Hugo Álvarez, jefe de Proyectos de Hercal Diggers, SL
Esa segunda fase requerirá dos métodos distintos, consecutivos y complementarios. En primer lugar, se trabajará en rebajar entre una y dos plantas de la nave de forma manual, utilizando cuadrillas de obreros que, si acaso, podrán ayudarse de drones dirigidos a control remoto. Una fórmula más lenta que cualquiera que implique maquinaria pesada, pero necesaria para no poner en peligro la integridad de los edificios colindantes. Sólo cuando se logre esa disminución de la altura, y una mayor separación con respecto a los bloques de viviendas próximos, se desplegarán las excavadoras, incluidas algunas conocidas en el argot de la profesión como high reach, dotadas de largos brazos extensibles para operar a distancia. En todo momento, se intentará alterar lo menos posible el tráfico en las calles que rodean la estructura, aunque será inevitable que se produzcan algunos inconvenientes. Y hay un detalle importante del que ayer advertía Álvarez: «en función de lo que nos encontremos ahí dentro, podría alargarse un poco más; no por la fase de demolición mecánica, sino por la de limpiezas iniciales, ya que no sabemos exactamente con qué nos vamos a topar«.
En cualquier caso, y con independencia de que ese horizonte inicial de cuatro meses pueda requerir de alguna prórroga, Martínez Salvador se confesaba contento de «dar, al fin, solución a un problema que lleva muchos años estando pendiente«. Tantos que, a lo largo de los mismos, las protestas vecinales se han ido sucediendo, a menudo apoyadas por representantes de los partidos políticos que ocupan la bancada de la oposición en el Pleno municipal. De ahí que el edil de Urbanismo insistiese en que «este Gobierno, cuando encuentra un problema lo afronta y lo soluciona». Una postura similar a la expresada por la regidora, Carmen Moriyón, quien dedicó un sentido agradecimiento «a los servicios técnicos del Ayuntamiento por todo el trabajo que hicieron; esto no fue fácil«. A ese respecto, conviene recalcar que las dificultades no fueron únicamente presupuestarias sino, sobremanera, legales, toda vez que obtener el permiso legal para ejecutar la demolición sin obtener previamente la propiedad de la parcela y de la nave resultó complejo y tedioso. De ahí que Moriyón finalizase explicando a la ciudadanía que, «aparte de las directrices políticas y de que el equipo de Gobierno quiera, detrás hay unos funcionarios que responden, y hay unos servicios técnicos muy comprometidos con los gijoneses«.