«Nunca pensaron que, 35 años después, el recinto de los antiguos astilleros de Naval Gijón cerrase las puertas con más de 700.000 personas, 150 autores invitados y un gremio, el de los libreros, contentos con las ventas»
Hace 35 años pisé el Musel en una noche de verano. Con la idea en la cabeza de Paco Ignacio Taibo y la mano intelectual de versados como Ángel de la Calle, hace más de tres décadas que a Gijón y a Asturias llegó un nuevo concepto cultural en el que hablábamos de trenes negros, de submarinos, de norias y de literatura negra, de mucha literatura.
Porque pese a quien pese y apartando el en ocasiones excesivo olor a parrillada o pulpo a feira, la Semana Negra nació, creció y sigue siendo un encuentro con los libros y sus autores. Todo depende de lo que cada uno vaya a buscando, las expectativas que ponga o las prevenciones que tenga. Porque desde aquel cálido verano de 1986, la Semana Negra ha sido punto de encuentro cultural para la mayoría, visita obligada para cientos de miles de personas y también controvertido encuentro cuando se tamizó desde la perspectiva política de los que ven en los nombres de quien organiza la alargada sombra de la prevaricación, el cohecho o tropelías similares.
Sea cual fuere la intención de quienes pensaron en hacer una semana dedicada a la literatura negra, estoy convencido que nunca pensaron en que 35 años después el recinto de los antiguos astilleros de Naval Gijón cerrase las puertas el pasado domingo con más de 700.000 personas, 150 autores invitados y un gremio, el de los libreros, contentos con las ventas.
Y tras esta semana negra, y de parte de sus creadores, llega a Avilés otra semana de terror, fantasía y ciencia ficción. Hace once años que el Celsius 232 (temperatura a la que quema el papel) apareció de forma discreta en la programación de la villa, generando la incertidumbre que provoca una actividad definida como “frikie” por sus autores. No era para menos, cuando de mano se puso sobre la mesa un programa donde se hablaba de esgrima, de Frankenstein o de Picachu.
El caso es que cuando al año de su celebración Juego de Tronos se convirtió en la tele en serie de culto mundial, hubo quien recordó que, en 2012 George R.R. Martin, su creador, había estado paseando por las calles de Avilés gracias al Celsius. De la misma manera que en 2013, el laureado David Simon contó en Asturias sus vivencias con los detectives de homicidios de una comisaría de Baltimore que dieron lugar a la multipremiada serie “The Wire”.
El Celsius celebra hasta el sábado su décimo primera edición con más de doscientos protagonistas y con la certeza de que ya es un referente internacional para los mejores autores y las mejores creadoras de un género que hasta ahora solo podíamos ver en la tele o en grandes capitales del mundo.
Puede que no sepan quién es Joe Abrecrombie, Stephen Graham Jones, Marian Enríquez o Mónica Hernández. De igual manera que mucha gente descubrió que había un viejo que leía novelas de amor cuando el fallecido Luis Sepúlveda decidió cambiar París por Gijón o que un Premio Princesa de Asturias de la Letras como Leonardo Padura ha convertido la semana negra en una cita imprescindible.
En los dos últimos años hemos vivido las semanas más negras de nuestras vidas y eso nos tiene que servir al menos para una cosa: aprovechar el tiempo para aprender y descubrir. Y desde luego, desde mi modesto punto de vista, tanto la Semana Negra como el Celsius son dos claros ejemplos de cómo desde una esquina se puede llamar la atención en el mundo. No perdamos las oportunidades.