«Gijón, a pesar de ser fea, es divertida. ¿Alguien recuerda cuándo empezó la decadencia en Asturias?»
Adrián Alonso Enguita. Profesor de filosofía en el IES Mata Jove
Hablemos de Gijón. Suelo decir que Gijón, a pesar de ser fea, es divertida. La urbanización de los 60 y 70 ha dejado una huella indeleble en la fisonomía de sus calles: fachadas horrorosas amenazan aceras diminutas golpeadas por la dejadez de una depresión económica ya identitaria (¿alguien recuerda cuándo empezó la decadencia en Asturias?). No seamos injustos, bastante se hizo con lo que había; en el fondo, hemos sido una ciudad obrera a la que no resultaba fácil la supervivencia, así que dejemos la belleza para cuando se aleje el hambre.
En resultas de una explosión industrial se hubo de dar cobijo entre ladrillos a miles de personas y qué mejor que levantar esas desvergonzadas cosas que llamamos edificios y que entre prisas y descaro duelen a la vista en cada rincón de la ciudad, también en la playa. La zona del martillo de Capua nos recuerda lo que una vez fue ese paseo del Muro de la playa de San Lorenzo y lo que pudo ser, pero ya no es. Pudo ser una cocada con lo mejor del gusto vetusto por las columnas, las balconadas y los soportales en tamaño ajustado a su distancia al agua, pero se ha malogrado en unas tiránicas tapias de ladrillo desproporcionadamente altas, que a pronta hora veraniega escupen sombra sobre el arenal. Bajo ellos, previo a las mascarillas y a los miedos infecciosos, aún se ven las cicatrices de cuatro carriles de coches tocando al ritmo del claxon malhumorado, el acelerón del motor a combustión y el loro gritando a todo trapo.
Poco podemos hacer contra los edificios más allá de recordar lo que nunca se debería haber hecho con la esperanza de no retomar vicios pasados. Que se muestre el despropósito y que se aprenda en las facultades lo que se ha de evitar en la disciplina urbanística, que acuna el buen ordenar y vela por el humano que habita la ciudad. ¡Ay! Aprender para no repetir, que dicen los historiadores. No obstante, no todo está perdido, pues algo se puede hacer por mejorar el ajado rostro de esta maltrecha ciudad: humanizarla. Así es, humanicemos esta ciudad que pudo ser envidia, pero ha quedado en muestra del error; pudo ser preciosa, pero solo alcanza a ser divertida. Humanicémosla para lograr que sea menos mala, menos molesta al viandante, al simio de dos patas que siempre la utilizará para pisarla con cariño y curiosidad y solo ocasionalmente para rodarla con impaciencia. Revelemos que, a pesar de lo desfigurado de su antaño precioso semblante, Gijón todavía sabe ser amable y se agrada en eludir la nebulosa caterva de variopintas contaminantes en las que desgraciadamente todavía se envuelve, desde la que mata en silencio pulmones que inhalan aire contaminado y exhalan la esperanza de una ciudad mejor, más humana, menos mala, hasta la que molesta en ruidosos tonos mecánicos y grises vistas hormigonadas.
Cada vez que enseño a un amigo foriatu las vistas de la ciudad desde lo alto del cerro me disculpo ante su mirada atribulada y su silencio prudente con un lacónico «sí, bastante se hizo con sobrevivir». No obstante, gusto en añadir un «pero vamos mejorando» y con tímido orgullo comento el terreno que se va ganando, no a la mar, sino al coche en ese ya fallido cascayu, que comenzó siendo sobrevenido, pero que se imponía como evidente. Tarde, pero con sensatez, habíamos concluido que frente a la arena no cabían cuatro carriles de automóviles, sino paseantes, árboles, césped, bancos al sol y a la sombra, bicicletas, juegos para niños, espacio para practicar deporte, terrazas y, en fin, vida social. La ciudad, a pesar de todo, se quiere humanizar y arrecia una reflexión sobre su misma condición: escoge ser amable.
Entretanto, un run run que al principio consideré residual se ha ido haciendo más ruidoso. Sin duda, a mi diestra, pero no pocas veces a mi siniestra, se añoran unos cuantos volantes en el mismo sitio por el que estaban jugueteando mis hijos. Extrañado, he intentado comprender qué extraña necesidad hace oposición tan enconada a lo que a mí me parece una obviedad y, a decir verdad, no he encontrado más argumento que el «así estaba bien y siempre lo estuvo, por qué habría de cambiarlo esta gente» y el «quiero circular en mi utilitario, a ti qué te importa». Dicho de otra forma, no he hallado argumentos, sino gente con pocas ganas de mejorar y con muchos enemigos a los que odiar.
El resto es ya carnaza para los diarios: un ayuntamiento perezoso, una denuncia para restituir el tráfico, un juez con mucha sintaxis y una recogida sorprendente de dinero han logrado que un buen día mi hija se encontrase con un coche circulando por donde no hace mucho ella jugaba. Dada su sorpresa, le expliqué lo sucedido y como no lo comprendía (¿quién elegiría tamaño disparate?), una vez en casa le enseñé el cuadro del gijonés más ilustre. Ya lo conocen: Jovellanos se recuesta sobre su escritorio casi dejando caer unos papeles con los que trabaja al suelo, pero no por sueño, sino por agotamiento. Agotado porque es un ilustrado en vital batalla contra la estupidez, enfangado en una pelea contra la ciudad que ama, cayendo derrotado una y otra vez. Goya lo captó con maestría en esa mirada resignada: exhausto, sacrificado a la derrota de una lucha que no era por sí, sino por la compasión que sentía hacia esos que bastante tenían con sobrevivir. ¡Ay! Aprender para no repetir. En fin, hoy no tenemos siquiera una excusa para que Jovellanos se compadezca.
Totalmente de acuerdo, pero no hay esperanza para nosotros, solo nos queda esperar el apocalipsis nuclear.
Desconozco quién es el autor de este maravilloso artículo, pero quiero darle las gracias por un escrito precioso.
En el muro hay sitio para todo. El artículo peca de demagogia, demonización del coche, de maniqueísmo, y cae en la falacia de plantear solo dos alternativas externas: o cuatro carriles, o el muro peatonal, cuando hay un enorme abanico de soluciones intermedias que darían cabida a todos los ciudadanos, sin saturar la carretera de la costa, a la que no le importa convertir en insufrible… Habla de humanizar el muro, cuando pocas cosas hay tan humanas y alejadas de los animales como emplear vehículos para desplazarse… Menudo filósofo…
«Demagogia, maniqueísmo, falacia…»
Tas tú guapu pa criticar de filósofu a naide (nel casu que ser filósofu mancáse).
Pretenciosu ye poco pa tí.
A tóo esto, vivo na avenida la Costa…, nun cuentes películes.
Que’l desaniciu colo animal sea lo bono, dízlo tóo de tí.
Alón.
Llevo poco tiempo viviendo en Gijón, la verdad, pero de siempre Gijón me ha parecido una ciudad bulliciosa y viva, a pesar de los coches y los humos industriales. Los primeros, cuestión de costumbres de quienes los utilizan. Los segundos, preguntense que ocurriría si estos dañinos gases dejasen de salir. No todo se puede tener y en Gijón, como otras ciudades industriales y con circulación, está viva y es divertida.
Viva Gijón y viva Asturias.
Esto me recuerda a la adalid de la «libertaz» que decía que los atascos de madrugada en «Madriz» eran «una seña de identidad». Yo soy de Gijón de toda la vida y nunca necesitamos tráfico para que esta ciudad estuviera viva, porque la vida a una ciudad la dan las personas y no los coches.
Tanto filósofo y no tenéis ni p…. Idea. Y el espabilado que vive en la Av costa… Sin comentarios babayu.
Eres un faltón. Si no es de mi opinión lo rebato insultando. No entiendo por qué sigue tu comentario aquí. Tampoco si tendrías valor para decírselo al interesado a la cara. Normalmente la gente como tú es extremadamente cobarde.
Yo puedo decir desde lo lejos lo que añoro mi Gijon.
Vivi y creci como persona la expansión de los 60 y 70. Mi casa estaba en Alfonso l y luego en la calle Manso N 20 así que puedo opinar. Ahora en un cutre lugar como Getafe me encierro entre pisos mal construidos y falta de jardines.
¡¡¡Quien pudiera volver diría… !!!
Jamas he renegado de mi amada Gijon.
Y como siempre estoy pensando en ella , la veo con belleza . Quien mejor que los que nos tuvimos que ir por falta de trabajo al otro continente sabemos lo preciosa que es .
Me da igual que tenga 4 carriles o 2 lo importante es que no conocéis los lugares tan cutres que hay por aquí o por el mundo. Gijon es la gran capital de la costa verde. Es Diferente, única, Divertida . Es el lugar donde quiero morir. Porque sin ella estoy muriendo. Solo los que perdemos algo tan grande , sabemos lo que dejamos atrás . Gijon no es perfecta y tardara en recuperar lo que pudo ser y que es.
Pero se transforma , moldea y vive .
Aquí tan lejos , veo como os peleais cuando estáis en la mejor ciudad del MUNDO.
Vaya tonterías
Otro podemita escupiendo palabras
Totalmente de acuerdo….es una barbaridad que pongan de nuevo los carriles para coches.
Hoy he pasado por la Plaza del Ayuntamientu y los foriatos no cabían de asombro al hablar por sus móviles, con alguien, de la belleza de Gijon y lo bien que se estaba
Estoy totalmente de acuerdo. Edta semana vinieron unas amigas y lo primero q me comentaron era la altura de los edificios y l y la circulacion por el muro. Divertida, tal vez lo sea por las numerosas y invadivas terrazas de los bares.
¡Que exagerado! Aún de reconocer las fechorías urbanísticas realizadas en Gijón por Políticos, Constructores y Arquitectos de los años 60, Gijón tiene espacios idílicos para estar orgullosos, y desde luego nunca para merecer la grosería de calificarla como fea.
Las ciudades con mayor calidad de vida de España, según la OCU (eldebate.com)
No hacen falta ni comentarios. Un saludo