“La gente muchas veces piensa que estas cosas se hacen con 20 años, no con 50, pero aquí estoy, para demostrar que no siempre es así”
¿Quién dijo que las aventuras tuvieran edad? Esa podría ser la carta de presentación de la gijonesa Ana Beltrán, que hace poco más de medio año lo dejó todo -incluida su mercería en el barrio de La Camocha- para irse a Irlanda como conductora de autobús. Una historia que quizá sea habitual imaginar en algún veinteañero, pero que en este caso está protagonizado por una mujer que, ya cumplidos los 50, decidió que, si hay trenes que solo pasan una vez en la vida, este había que aprovecharlo.
En la primavera de 2023 Ana Beltrán era una gijonesa más. Tras haber sido conductora de autobús, y al cierre de su empresa, decidió invertir el dinero del finiquito en abrir su propio negocio, una mercería de la que estaría al frente durante ocho años. Cuando una tarde vio en Internet una oferta de empleo del programa EURES, no se imaginó que tres días más tarde estaría recibiendo la llamada que le cambiaría la vida.
Así, después de varios formalismos, emprendió viaje a Irlanda para hacer una prueba como conductora de autobús para una empresa local. Además de la barrera del idioma -en el que por suerte se defiende- se sumaba el plus de conducir ‘por la izquierda’ y volver a una profesión que había dejado casi una década atrás. Nada de eso importó. “Me dijeron que si quería empezaba al día siguiente”, recuerda Ana. Volvió a Gijón para cerrar algunos asuntos y comunicar a su madre y a su hija que sí, que se iba todavía más al norte a comenzar de nuevo. Ahora es la única mujer conductora en una empresa de más de cien personas.
«A veces parece que en España se focaliza mucho en lo negativo. Aquí me siento muy valorada y muy reforzada en mi trabajo»
“Casi todo lo que puedo decir de Irlanda es muy positivo. En el trabajo las condiciones son buenas, hay mucho trabajo, y el trato es muy distinto a España. Además, la gente trata de ayudarte en todo lo que puede, desde el supermercado hasta la biblioteca, siempre hay alguien dispuesto a echarte una mano con una sonrisa”, explica. Ese “otro trato” laboral, del que habla, hizo que cuando en su primer día de su trabajo se quedó sin GPS y se perdió, no recibiera una bronca “que era lo que esperaba”, sino un: “¿Estás bien?”. “A veces parece que en España se focaliza mucho en lo negativo. Aquí me siento muy valorada y muy reforzada en mi trabajo. Constantemente te hacen saber lo contentos que están contigo”.
Como en toda historia, no todo puede ser positivo. Es duro dejar atrás a una madre y una hija. Si bien ellas al principio estuvieron preocupadas, ahora no se lo piensan: “Me ven tan bien que me dicen, ¿pero para qué vas a volver?”. Y es que esta gijonesa vive en Irlanda una aventura que todo el mundo, explica, debería poder probar. “A mi hija siempre le digo que, al menos un año, hay que vivir en el extranjero. La gente muchas veces piensa que estas cosas se hacen con 20 años, no con 50, pero aquí estoy, para demostrar que no siempre es así”.
La vida social es el gran hándicap que le ve al país. En su ciudad, Naas, de poco más de 20.000 habitantes, todo está cerrado después de las 18h, y la gente no está acostumbrada a esa cerveza con amigos después del trabajo. Junto con ello, echa de menos la Sanidad Pública española, “aquí es de copago. Tu médico de cabecera tienes que pagarlo, y si él considera que debes ir al hospital es cuando ya se hace cargo el Estado” y destaca el enorme problema de la vivienda que sufre el país. “Es como cuando faltan médicos en Ibiza porque no pueden costearse un alojamiento. Hay poca vivienda y es cara, aunque al final, a veces por medio de personas locales, acabas encontrando”.
En su caso fue su empresa la que se encargó de buscarle un techo, que ahora comparte con otros cuatro compañeros de profesión, todos ellos de origen indio. Como muchos otros, también Ana, emigraron al país en busca de una nueva oportunidad. “En Irlanda no es difícil encontrar trabajo. De hecho, no hace falta saber inglés para conseguirlo, puedes empezar en un puesto en que no lo necesites e ir aprendiendo. Por eso, animo a todo el mundo que busque una nueva aventura o dar un cambio a su vida a plantearse Irlanda como destino”.
“¿Y el tiempo?”, preguntamos. “Como el de Asturias. Pero como el de Asturias de antes”, ríe Ana. Y es que hasta eso parece haber acompañado a esta intrépida aventurera, que recuerda entre la niebla y la lluvia el frío “de verdad” que hace décadas sí hacía en Gijón.
He tenido la suerte de ser clienta de esta chica tan valiente. Siempre era un placer entrar en su mercería y que te solucionara cualquier problema de costura. También podrías disfrutar de una charla agradable con ella. Pero me da mucha alegría saber que ha emprendido una experiencia que como dice ella todos deberíamos hacer alguna vez en nuestra vida. Que todo te siga yendo bien Ana. Lo mereces.