«Liber, nos dejó el 8 de septiembre de este mismo año y desde entonces hay una persiana bajada en el Campo de las Monjas. Una persiana que antes estaba siempre subida»
De buena mañana y sin tener del todo claro el motivo se te mete de repente una canción en la cabeza. Necesitas cantarla en el baño con energía y aroma de gel multifrutas, imitando al intérprete original. Minutos después te la pones una y otra vez en el tocadiscos. Cuántas melodías inolvidables nos lleva regalando Víctor Manuel… el disco ‘Ay Amor’ es una joya y no pierde vigencia un temazo titulado: ‘De una sola manera se pronuncia tu nombre’, Libertad. Tu nombre sirve para odiar, encarcelar, torturar o matar. Si no fuera de todos no sería de ninguno, los que siempre pretenden manejarte a su gusto. Que tú seas tan libre les parece un insulto…Un himno que brinda por una palabra emparentada con Ilusión y Esperanza, sus primas hermanas.
Buen nombre sin duda, Libertad. Ese sí lo es, no conozco a nadie que se llame Monarquía, Resignación, Senado o Permiso. Libertad, así se llamaba la mejor sonrisa de Cimavilla. Libertad, Liber, nos dejó el 8 de septiembre de este mismo año y desde entonces hay una persiana bajada en el Campo de las Monjas. Una persiana que antes estaba siempre subida y en aquella ventana sin párpado se asomaba el rostro feliz de Liber con un gesto trabado en el recuerdo. A medio camino entre el Gato de Cheshire y Mayra Gómez Kemp. Nació en Bajovilla en el puñetero año de 1936 y paseó su don de gentes setenta años por el barrio alto. Su padre se empeñó en llamar a su hija Libertad, le añadieron Ana María pero ella era Liber para el mundo conocido.
De modista a churrera y también sacó perres de un futbolín en propiedad a finales de los años 60 donde se arremolinaba la juventud, negociando novelas a perrona. Una vida entregada al esfuerzo por salir adelante con la cabeza alta. De cara al público curró mucho en un colmado en Rosario que estuvo abierto diecisiete años, Seguro que su familia está muy orgullosa del paso por la vida de esta mujer que honró la memoria de sus padres con trabajo y compromiso. El padre, un comunista desterrado en Valencia, en aquella miserable y vengativa España con el bando perdedor. La madre, Anita, inspiró a su hija en la lucha por dormir como duerme la gente que tatúa piel con honradez desde la más tierna infancia.
El hogar, su «fortaleza» de ventanas y puertas abiertas a la tertulia, al encuentro con la vecindad se construyó en 1902. El viejo edificio de tres plantas y desván se compró gracias a lo que quedaba de la herencia materna. Liber podría haber sido una comercial de primera división o una gran motivadora, lo que ciertos moderniellos denominan como ‘coach’. Ejercería de alcaldesa con magnetismo o de presentadora televisiva cargada de ironía. Glosó su figura Anina Hood para su Casa o nuestra Casa de la Memoria y en este oscuro diciembre Anina no puede olvidarse de la voz y la luz que emanaba de la sonrisa de Liber. Nadie contagió tanta alegría saludando con sonrisas, de sonrisa en sonrisa como para anunciar una pasta de dientes.El nieto pequeño, Dany, le dedicó una canción que seguramente no obtendrá el éxito de esas composiciones de Vitorín el de Mieres y ni falta que le hace. Termina el nieto la dedicatoria con guitarra repitiendo un onírico estribillo: «Tu nombre me dijo una vez que ser libre no es un precio a temer».
Las paisanas de antaño, las de una generación que no volverá, que tenían la generosidad a flor de piel, la sonrisa eterna en sus cuerpos infatigables a pesar de las penas, las grandes mujeres como mi abuela Trini o su consuegra Oliva. Mujeres que sabían lo que era perderlo todo y por eso sabían lo que era darlo todo…