
Concurrir dopado a unas elecciones municipales generando ilusión a sabiendas de que se van a defraudar todas las expectativas, ni es ético, ni debiera quedar, a futuro, impune
Por Víctor Montes Martínez

Durante la campaña de las pasadas elecciones autonómicas y municipales, la candidatura de Carmen Moriyón hizo promesas que, hoy en día, se han demostrado como meros engaños y populismo electoral. Algo que ya entonces era perfectamente previsible.
Foro – y, todo sea dicho, también el resto de partidos locales salvo el Partido Popular– aseguró a los vecinos de Gijón que el espacio de El Solarón se convertiría en una inmensa superficie verde, libre de edificaciones y destinada a usos recreativos.
Sin embargo, la realidad hoy dista mucho de esa propuesta, y las recientes informaciones del Ministerio dejan en evidencia que aquel planteamiento no solo era irreal, sino que, muy probablemente, se hizo a sabiendas de ello.
Porque ningún urbanista serio puede plantear algo así obviando por completo, como sucedió entonces, la realidad económica de un proyecto de la enjundia del Plan de Vías.
Y la construcción ahora anunciada por el Ministerio de entre 800 y 1.200 viviendas en la zona, pese a que se incorporan también casi 130.000 metros cuadrados de zonas verdes, es una decisión que, quien más quien menos, sabía que era la única solución posible.
Una cuestión que, acertadamente, pusieron blanco sobre negro, tanto la vicealcaldesa Ángela Pumariega como el portavoz socialista Tino Vaquero, en un reciente Pleno municipal. En el que también quedó patente la indignación, y con razón, de la plataforma “Un Pulmón para el Solarón” con la alcaldesa y el portavoz del Gobierno, el también forista Jesús Martínez Salvador, por desdecirse de lo entonces comprometido.
Y es que este engaño no solo afecta a la credibilidad de la alcaldesa, sino que también genera dudas sobre otras de sus propuestas, como es el soterramiento del Muro de San Lorenzo. La idea de soterrar el tráfico rodado y peatonalizar por completo la fachada marítima del arenal de San Lorenzo fue presentada también en la campaña electoral como una solución viable y beneficiosa para Gijón.
Sin embargo, todo hace indicar –como muchos previmos desde el primer momento– que esa propuesta también enfrenta obstáculos importantes, y su viabilidad sigue siendo, como mínimo, una incógnita.

En primer lugar, porque se anunció, a bombo y platillo, sin haber realizado previamente ningún estudio geotécnico en una zona en la que la cota del nivel freático es elevadísima. Algo que contraviene cualquier deontología profesional. Y en segundo, porque se pasó por alto otro aspecto clave del entorno: la orientación norte de la fachada marítima de la playa de San Lorenzo y la considerable altura de los edificios colindantes, factores que reducen notablemente la luminosidad del espacio.
Así, un hipotético bulevar sobre el actual trazado de Rufo Rendueles correría el riesgo de convertirse en un pasaje encajonado, dominado por las sombras la mayor parte del día y con escaso aprovechamiento paisajístico.
Por tanto, los elevados costes que implicaría una obra de esta magnitud —difícilmente asumibles para un Ayuntamiento con una capacidad de inversión limitada—, las evidentes dificultades técnicas o las limitaciones del entorno, apuntan a que la relación coste-beneficio de esta intervención distaría mucho de ser favorable.
Y se puede intuir que, más pronto que tarde, casi con seguridad, el Gobierno de Moriyón se verá abocado a renunciar a ejecutar el proyecto. Lo que nos llevaría de nuevo a la conclusión de que quienes llevaban entonces la razón fueron los partidos que abogaron por intervenciones de mucho menor calado que no conllevaban ningún soterramiento. O lo que es lo mismo, que fueron responsables y platearon un escenario realista.
Como, por ejemplo, el estudio presentado entonces por el ingeniero y ex consejero del Gobierno de Sergio Marqués, Juan José Tielve, que apostaba por un Muro integrado en plataforma única y con únicamente un carril por sentido.
En definitiva, creo que la ciudadanía de Gijón merece transparencia y honestidad por parte de sus representantes políticos. Prometer espacios verdes, como hicieron Carmen Moriyón y Foro, que en realidad serán urbanizados, o presentar proyectos ambiciosos sin garantías de su viabilidad, solo contribuye a la desconfianza y al desencanto con la política.
Concurrir dopado a unas elecciones municipales generando ilusión a sabiendas de que se van a defraudar todas las expectativas, ni es ético, ni debiera quedar, a futuro, impune.
Es imprescindible que los proyectos que se presenten a la ciudadanía estén respaldados por estudios técnicos, viabilidad económica y un compromiso real con su ejecución. Creo que es lo mínimo que merecemos los gijoneses que, cada cuatro años, depositamos nuestro voto con la esperanza de ver a nuestra ciudad avanzar.
