Gestionado por ‘Mil Voces Violetas’, el espacio cumple su séptimo año estrenando sede fija en la Casa Paquet, aunque sin renunciar a su presencia en las fiestas; a su labor se suma la recuperación de las paradas a demanda de EMTUSA
Es ya una imagen familiar en los grandes eventos que pueblan el verano gijonés. Ya hablemos de festivales como el Metrópoli o el Tsunami, de la ‘Semana Grande’ o de cualquiera de las múltiples ofertas multitudinarias del calendario estival, cierto toldo cuadrangular, inconfundible por el intenso color lavanda del tejido, descolla sobre las cabezas de las miles de personas que disfrutan de la fiesta. Desde la distancia, los profanos podrían creer que se trata de alguna barraca o puesto de hostelería; puede, incluso, que de una pequeña terraza cubierta desmontable anexa a una de esas food trucks que cobran fuerza estío tras estío. Pero la realidad que se esconde bajo esa lona es muy diferente… E infinitamente más necesaria. El toldo en cuestión no es sino un bastión frente a la violencia sexista; un espacio en el que la ciudadanía puede informarse, y las víctimas, buscar refugio. Es, en suma, un ‘Punto Lila‘, la iniciativa municipal con la que, hacer ahora siete años, el Ayuntamiento apostó por imprimir a los festejos un matiz protector y concienciador ante la lacra de las agresiones contra las mujeres. Desde entonces, el servicio se ha convertido en un imprescindible veraniego. Y su influencia, como las consultas que atiende, no ha dejado de crecer.
Este 2024 promete ser un año especialmente digno de recordar para el ‘Punto Lila’ de Gijón, algo nada desdeñable si se tiene en cuenta que su fundación se remonta al año 2018. Por primera vez la iniciativa, que hasta ahora, de manera itinerante, gestiona la asociación ‘Mil Voces Violetas’, dispone de una sede física permanente, situada en la Casa Paquet, a orillas de Cimavilla y del Puerto Deportivo. «Es algo muy positivo; al hacernos más visibles, el alcance es mayor, y las víctimas saben que, ocurra lo que ocurra, hasta septiembre tienen aquí un lugar al que acudir«, celebra la joven Emilia Sierra. Ella, junto con su compañera Naiara Rodríguez, es una de las técnicos especialistas que administran el ‘Punto Lila’; y si algo no le falta a ninguna de ambas es experiencia. Desde 2022, cada noche de San Juan estas dos jóvenes, tan profesionales como comprometidas, instalan el puesto allá donde se prevea una gran concentración de personas y, desde él, entregan materiales, informan de cómo atajar una situación de violencia sexista, brindan acompañamiento y, lo más importante, asisten en primera instancia a quienes afirman haber sufrido una agresión.
Salta a la vista que la responsabilidad asumida por Sierra y Rodríguez es ingente, multiplicada ahora que deben cuidar también del nuevo emplazamiento en la Paquet, aunque «nos apañamos bien; las redes sociales y el WhatsApp son vías de contacto con nosotras siempre abiertas, que es algo que facilita mucho las cosas«. No obstante, más allá de esa conectividad digital… ¿En qué consiste su función y, por extensión, la del ‘Punto Lila’? Sierra conoce al dedillo de la respuesta. «Somos un espacio seguro; actuamos desde dos vías: la prevención y la intervención«, comienza. La primera de esas dos líneas es la que ocupa el grueso de su tiempo; mientras, a su alrededor, hordas de chavales bailan, beben y disfrutan, ellas explican a quienes muestran interés conceptos como qué es una agresión, cómo identificarla, de qué modo actual al ser testigo de ella o sufrirla, en qué consiste el consentimiento… Incluso nociones de salud sexual y sexo seguro. Tampoco falta la distribución de materiales didácticos y preventivos; de hecho, uno de los más exitosos es el Cup Condom, una suerte de ‘preservativo’ que se coloca en los vasos para evitar que, en la confusión de la fiesta, se deslicen en la bebida sustancias que favorezcan la tan temida sumisión química.
Esa labor preventiva ha vuelto a recibir este año un refuerzo extra por parte del Consistorio; concretamente, de la Empresa Municipal de Transportes Urbanos (EMTUSA). Siguiendo la estela trazada en 2020, los autobuses que prestan los servicios ‘búho’ en la ciudad, así como aquellos designados para cubrir trayectos extraordinarios hacia y desde puntos de fiesta en horarios nocturnos, realizan paradas ‘antiacoso’ a demanda, con la misión de acercar a la pasajera que lo solicite a la menor distancia posible del punto de llegada. El mecanismo es simple: al subir al vehículo, la interesada notifica al conductor dónde desea bajar y, una vez allí, el descenso se hace por la puerta delantera. Por supuesto, el punto escogido debe reunir unas condiciones mínimas para que un transporte del tamaño de un autobús, a menudo ampliado por la longitud del remolque articulado, se detenga sin entorpecer el tráfico, ni poner en peligro al resto de viajeros. De no ser posible en el espacio solicitado, los autobuses paran en el punto adecuado más cercano. Todas las líneas ‘búho’, que hasta finales de agosto conectan diariamente El Humedal con los barrios de El Cerillero, Nuevo Roces, Montevil y Vega, brindan esta posibilidad.
Desgraciadamente, ni toda la prevención y el esfuerzo de concienciación desplegados por Sierra y Rodríguez evitan que, en ocasiones, lleguen al ‘Punto Lila’ personas sobre las que se ha ejercido alguna clase de violencia. Es entonces cuando se activa la vía de la intervención. «Lo primero que hacemos es relajar a la víctima, tranquilizarla, dejarle claro que, al haber acudido a nosotras, está en un espacio seguro«, comienza Sierra. A partir de ahí, con la persona ya más serena, se le explican pausadamente las opciones que tiene, y que van «desde acudir al Centro de Crisis para Víctimas de Agresiones Sexuales o al Centro de Atención a Víctimas de Agresiones Sexuales, que dan asistencia psicológica y jurídica las veinticuatro horas, hasta contactar con el Centro Asesor de la Mujer, en horario de oficina». Por descontado, siempre «recomendamos ir o a las autoridades policiales, o a Urgencias, en los peores casos, para que se active el protocolo«. Ahora bien, se deja claro que la víctima «es totalmente libre de elegir la que quiera; hasta que lo haga, la acompañaremos».
Aunque Sierra es reacia a dar cifras, a fin de evitar la vanalización de lo que, en la práctica, no se sino un ataque directo contra la integridad, la libertad y el poder de decisión de una persona, los datos del Ayuntamiento confirman que en 2023 se produjeron 2.361 interacciones en el ‘Punto Lila’ de Gijón, mayoritariamente con carácter informativo. El perfil más usual es el de la mujer joven, aunque las responsables del servicio celebran que «cada vez se acercan más hombres, y también personas adultas; vienen, piden información, toman conciencia y nos tienen como punto de referencia«. En cuanto a las consultas más frecuentes, lo más habitual que preguntar por los recursos disponibles y por las formas de contacto, sin obviar las dudas en torno a la práctica del sexo seguro. En una escala más seria estarían los casos que requieren de intervención; en ese estrato, los más usuales son los ejemplos de violencia ejercida por la pareja… Y, cada vez más, el temor a formas de agresión estrictamente digitales. Entre las más preocupantes está el grumming, la suplantación de identidad en la que el agresor se hace pasar por una joven para, tras ganarse la confianza de la víctima, obtener vídeos y fotografías de contenido sexual e, incluso, someterla a chantaje. «Son cosas que parecen lejanas, pero que pasan; por eso alertamos también de ello».
Aun así, Sierra no desea trasladar ningún mensaje de alarma, ni dar la idea de que la asturiana es una urbe insegura. Todo lo contrario. Con Gijón encabezando desde hace años las listas de ciudades más seguras de España, de lo que se trata es de que «exista una conciencia colectiva, un conocimiento de lo que somos, de lo que hacemos y de que estamos ahí si algo malo ocurriese«, acota. Y seguirán estando, al menos, hasta el último fin de semana de septiembre, momento en que recogerán su ya icónico toldo y se replegarán hasta el verano que viene.