Cuentan que, en 1964, el gijonés Amador Rodríguez cabalgó en San Lorenzo la primera ola en España. Tras él, miles y miles de surferos hicieron de los tubos salados de Xixón su lugar de disfrute

Pequeñas hormigas negras abarrotan San Llorienzu para dejarse llevar por las olas que buscan el abrazo con la arena. Hormigas con sus tablas, grandes y pequeñas, a las que se aferran evitando dejarse llevar por la caprichosa corriente de un mar que formó la ciudad y construyó a las personas. Surferos y surferas se balancean acompasados como metáfora de vida y de libertad, una manera distinta, diferente de entender esa masa salada de un planeta secado por nuestro modo de vida, verdadero devorador de recursos.
Cuentan que, en 1964, el gijonés Amador Rodríguez cabalgó en San Lorenzo la primera ola en España. Tras él, miles y miles de surferos hicieron de los tubos salados de Xixón su lugar de disfrute. Durante estos más de cincuenta años, el incremento de la práctica del deporte de olas y espuma ha sido notable. En mi época estudiantil, digamos la tercera generación surfista, eran pocos los compañeros que, embutidos en sus neoprenos, se metían en las frías aguas del Cantábrico. Hoy, florecen escuelas, y las tablas, largas y coloridas, son llevadas por infantes ilusionados.
Me encanta ver como las generaciones comparten nuestra preciosa playa, como aquellos alumnos del ayer se han convertido en personas canosas, cuyos abdominales se camuflan bajo una capa abultada y sus pectorales, con distinta fuerza, pero más destreza, se mantienen en un cuerpo no tan joven. Musculatura menos escultural, pero cuyas ganas de entrar a la mar se mantienen intactas, culpando a la falta de tiempo por parte de una sociedad cainita no poder disfrutar más de su vicio permitido. En esa actividad entre pasado, presente y futuro, la juventud corre por El Muro como si se fuera a escapar la ola perfecta, mientras las primeras generaciones caminan despacio, mirando la mar con el respeto mostrado hacia una vieja amiga que pacientemente les espera.
La actividad física en la playa y El Muro es ejemplo de cómo ha vivido, y vive, el deporte Gijón. Cómo, poco a poco, pero de manera imparable, la actividad física se colaba en el día a día de las personas, favoreciendo la creación de hábitos saludables, mejorando la vida de la ciudad. Pero esto no surgió de la nada, no crece de manera natural. La política, esa defenestrada actividad básica para la convivencia, generó, adecuándose a la realidad, recursos y medidas, dinámicas y acciones, potenciando una práctica cuyo premio, tras tantos y tantos años de esfuerzo continuado, fue el título de Ciudad Europea del Deporte.
Los municipios son las entidades que con mayor cercanía y dinamismo realizan la función de promoción y desarrollo de la práctica deportiva. Verdaderos gestores de la actividad física de vecinos y vecinas, su visión de presente y futuro tiene la capacidad de influenciar tremendamente en el devenir de una ciudad, y , con ello, en la creación de hábitos saludables. El municipalismo proporciona autonomía, adecuando las normativas estatales y autonómicas a la realidad más cercana, descentralizando la administración pública, interviniendo políticamente a muchos niveles, concretando las medidas a la calle. Parece mentira que, quien añora una España de antaño, sin delegaciones, sin competencias compartidas, sin mecanismos que acerquen lo general a lo particular, no haga una reflexión importante sobre esa forma de mirar nuestro país desde el punto de vista administrativo y competencial, una mirada, la suya, que pretende eliminar la cercanía, el conocimiento, la adecuación al territorio, maniatando las políticas que atañen directamente a sus vecinos y vecinas con cuerdas trenzadas por medidas realizadas de manera genérica.
Xixón, allá por los ochenta, fue pionera en los procesos de modernización y gestión deportiva dentro de la administración de las grandes ciudades. Su apuesta por la descentralización de las infraestructuras, su dinamismo en la configuración de programas adecuados a cada franja de edad, su proyecto de gestión a través de un Patronato como organismo más ágil, en su momento, para adecuarse a las peculiaridades del sector, conformó una línea política que daba respuesta a las demandas existentes, potenciando y apoyándose en la realidad de la ciudad. Gracias a políticas públicas deportivas diseñadas por los gobiernos socialistas de la democracia, se ha conseguido una gestión eficaz y eficiente, integrando, en un plan general con visión de futuro, lo inmediato. Todo ese trabajo continuado durante años, ha logrado que surgieran, de una pequeña ciudad norteña, con menos de trescientos mil habitantes, campeones olímpicos, del Mundo o Europa, de antes, de ahora y del mañana. Entre esos nombres tenemos a Masa, Ángela Pumariega, Raúl Entrerríos, Sheila Posada, Aroa Peón o las deportistas del Telecable Gijón, recientes campeonas de la Reina, deportistas surgidas por un caminar de políticas públicas, por una visión de derechos, por mirada de futuro, donde el deporte no se consideró jamás un gasto sino una inversión. Está claro que, para llegar a esos niveles, esos éxitos, es porque atesoraron y atesoran calidad, esfuerzo, tesón, inteligencia que les permitió auparse a lo más alto, pero, debemos tener en cuenta esa visión política socialista de los ochenta, afianzada y actualizada durante años, pues, sin esa cultura gijonesa del deporte, cimentada con un tipo de políticas públicas, sin esa cotidianidad de la práctica deportiva por nuestras calles, serían menos los nombres grabados en lo más alto, y mucho menos los nombres de mujeres.
Aprovechando lo dicho, debemos hacer también una reflexión como esas visiones municipales gijonesas, pioneras en muchos aspectos, lo fueron también en políticas de igualdad. Proyectos vanguardistas, realizados con una visión de justicia, sobre todo a partir de los noventa, promovieron una ciudad más igualitaria, más justa. La mujer, gracias al esfuerzo colectivo, va recuperando de manera imparable el espacio robado en la sociedad y también en el deporte, pero, en los noventa, no eran tantos los municipios que apostaban claramente por la igualdad, y, por tanto, tampoco por el deporte femenino, algo incompatible con ser madre, esposa, cuidadora, incompatible con los valores establecidos por la dictadura y la religión, mantenidos durante mucho tiempo por la Transición. Xixón, al igual que fue pionera en las políticas deportivas, lo fue en batallar contra la discriminación por cuestión de género, teniendo en nuestras calles recuerdos de esas luchas que, por desgracia, todavía se deben mantener: el tren de la libertad, el consejo de mujeres, les comadres, la asociación feminista de Asturias… En Xixón, las pioneras del feminismo abanderaron las grandes batallas de la época y, en gran medida, gracias a ellas, la práctica deportiva por parte de la mujer va recorriendo un camino que jamás debería haber sido cortado.
La política construye ciudades, adecuándose su acción a los ciudadanos y ciudadanas que la habitan. Gijón es ciudad deportista por su apuesta decidida por una forma de vivir y de sentir el municipio desde los años 80 hasta nuestros días, diferente a otras localidades cercanas en distancia, lejanas en políticas, como lo es la capital del Principado, donde es más difícil ver tal número de infantes, jóvenes, personas mayores practicando deporte en cualquiera de sus rincones. Si una ciudad tiene menos instalaciones deportivas, menos descentralizadas, menos presentes, menos activas, eso, al final, es debido a la acción política, y eso, al final, puede hacer que surjan menos nombres, menos referentes, menos campeonas, menos practicantes, distinta ciudad.