Cuatro meses después de asumir la dirección del equipamiento, Juan Stové hace balance, previsión y, sobre todo, difusión de su mensaje: lograr que la sidra alcance el prestigio cultural que merece dentro y fuera de la región
Asturias es una tierra de iconos. Su escudo, la Cruz de la Victoria, todo un pilar de la historia antigua del país; su bandera, inconfundible y presente en los cinco continentes; su música, todo un lenguaje en sí mismo… Y, cómo no, su sidra. Situada en el punto en el que confluyen el disfrute ocioso, el simbolismo cultural y el reclamo turístico, la bebida por antonomasia del Principado se ha convertido en el gran proyecto de Juan Suárez Pérez, más conocido entre quienes conforman sus círculos como Juan Stové (Gijón, 1968). Pero no su producción, o su comercialización. Desde que el pasado mayo asumiese la dirección del Museo de la Sidra de Asturias, este licenciado en Bellas Artes, ligado al ámbito museístico desde 1993, se ha propuesto no sólo modernizar el complejo cultural sito en Nava, sino también alzar su imagen, y la sidra en pleno, para dotarla del prestigio territorial y global que merece. Su objetivo, empero, es claro: dar a dicho producto y a lo que representa el solemne lugar que merece, en la cúspide de la escala cultural de los asturianos.
Creo que la gran pregunta es obligada… ¿Por qué?
Bueno, anteriormente estuve al frente de la parte comercial del Santuario de Covadonga, otro icono de Asturias, y me pareció que el Museo de la Sidra también lo es. Es un reto trasladable a aquellos objetivos, y otros de carácter rural por los que llevo peleando toda la vida. Desde que desaparecieron los chigres soy un gran defensor de los bares de pueblo, y que deberían haberse valorado y preservado más; para mí sería el reto de mi vida después de este. Siempre intento hacer cosas coherentes, potenciar la identidad y trabajar en equipo. Covadonga fue en su día un ejemplo de ello, que incluía empresas asturianas, y pienso que el Museo de la Sidra puede ser un plataforma ideal para el sector, ligado a lo patrimonial, turístico y comercial. Se trata de reforzar la marca Asturias y lo que simboliza para el ámbito rural. Si podemos generar más actividad en torno a las pomaradas y la sidra, eso ayudará a que los pueblos se vean de otra manera más optimista.
Han pasado cuatro meses desde que asumió el control del Museo. Transcurrido este tiempo, ¿qué sensaciones alberga?
Soy una persona súper positiva. Me ilusiono mucho con todos los proyectos que emprendo, y en el que estoy ahora me parece un reto guapo y apasionante, por lo que significa como icono de Asturias, y por lo que representa a nivel cultural. Pensemos que es un proyecto que toca todos los temas vinculados a la región. Es todo un desafío.
Ya que lo menciona… A su juicio, ¿qué es lo que el Museo de la Sidra representa hoy por hoy?
A todo el que piensa en Asturias, o en venir a visitarnos, la palabra que le viene a la cabeza después del nombre de la propia región es ‘sidra’. Eso es seguro. Y en el Museo lo que nos proponemos ahora es darle forma al conjunto de una manera ordenada, porque es verdad que hay mucha expectación en torno a lo que debe representar el equipamiento.
¿Cómo se lo encontró cuando asumió su dirección?
Es algo conocido. Yo lo vi por primera vez en diciembre del año pasado, cuando acudí para analizarlo, y no diré que era un equipamiento abandonado, pero sí un poco obsoleto, carente de muchos elementos necesarios para un espacio que esta llamado a ser cabecera de red de lo que significa la sidra en Asturias, tanto a nivel de imagen como de contenidos. A nivel visual no se lee bien, y eso fue, casi, lo más grave. No tenía buena lectura, y desde fuera no se reconocía lo que es. De hecho, me sorprendió la poca pregnancia e implantación que, paradójicamente, el Museo tiene en Asturias. Poca gente lo conoce, y muchos piensan que es de Nava, no de toda Asturias.
¿Y qué acciones ha emprendido hasta la fecha para revertir esa situación de partida?
Ante todo, hay que tener en cuenta que, cuando entramos, la situación electoral paralizó la labor del Patronato. Eso nos frenó un poco, por lo que estamos trabajando y preparando en poner al día el Museo y sus objetivos, a la espera que el Patronato recupere el funcionamiento normal. Dicho esto, me he propuesto sacar al Museo del espacio físico en que vive, construir una imagen mucho más dinámica y clara, y lograr que crezca. Y, por ahora, la parte que más estamos trabajando es la digital, cambiando la web para que el público pueda adquirir las entradas, productos y servicios a través de ella, y para que nosotros contemos con una previsión de visitas. Aparte, estamos elaborando un pequeño ‘merchandising’ propio y, muy importante, hemos dotado al complejo de fibra óptica, cosa que antes no tenía. En cuanto a contenidos, estamos elaborando el proyecto museológico, reformando espacios como la entrada, el salón de actos y el espacio de recepción. También, hemos contratado nuevo personal y creado una bolsa de trabajo. Al mismo tiempo, estamos ultimando la Asociación de Amigos del Museo de la Sidra, a la que sólo le falta que sus estatutos sean aprobados.
Es un proyecto ambicioso…
Ya lo creo. El año que viene, en enero, se hará la obra de reforma de toda la nave central, dentro de un proyecto de la Comarca de la Sidra por un importe de 82.000 € para la actualización de contenidos por otros de carácter tecnológico. También, estamos elaborando un plan de difusión de la cultura sidrera asturiana con la Asociación de Escanciadores, para acercar ese patrimonio al público joven.
¿Y qué decir las actividades para este otoño? ¿Tienen algo ya diseñado?
Por el momento, hemos lanzado tres propuestas específicas para colegios, previstos juegos de escape para móviles y, con la Asociación de Escanciadores, vamos a generar unos cursos de escanciado, e implementaremos visitas combinadas a llagares y queserías. Y lo que sí haremos ya los fines de semana serán sesiones vermú con catas, y visitas guiadas.
De todos modos, ¿las obras exigirán cerrar el recinto temporalmente?
Las obras puede que sí, pero nuestra idea es no cerrar, y abrir, incluso, los lunes, para aprovechar ese nicho de personas que pueden disfrutar de ese día, pero que lo encuentran casi todo cerrado. Será ofrecer al público algo para empezar la semana con ‘gracia’, quitar esa imagen ‘cansina’ del lunes. Mi enfoque es hacer de la debilidad un atractivo, empleando para ello, de forma racional, los medios disponibles.
Suele decirse que, en el mundo de la sidra, los distintos actores no acaban de decidirse a remar juntos. Productores, distribuidores, sellos de calidad… ¿Confía en establecer sinergias con ellos?
Sí. De hecho, espero que el Museo sea capaz de aunar todas las sensibilidades, y que tengan representación y espacio dentro de él. Estamos trabajando bastante en ello y, desde que llegué, es en lo que estoy empleando buena parte de la energía. Y es difícil, lo sé, pero no imposible. Es nuestro deber, y doy fe de que hay buena voluntad por parte de todos esos actores. Lo que ocurre es que la situación está en un punto en el que una iniciativa como la nuestra puede ser la que desencadene que todos nos juntemos en torno a la sidra, y que la pongamos en lo más alto del mensaje. El Museo no les arreglará sus problemas, pero sí tendrá cabida para todos. Es más, la estamos considerando ‘La casa de la cultura sidrera asturiana’, y no podemos negarle la casa a sus hijos. Vengo a construir, no a destruir.
Dentro de esa red de posibilidades, ¿qué opinión le merecen iniciativas como Sidraturismo, pensadas para aprovechar el potencial turístico del producto?
Adelanto ya que cada uno de los actores que operan en el mundo de la sidra tiene sus lícitos intereses y objetivos. Sidraturismo es un proyecto muy interesante, una marca que quiere reflejar un estándar de calidad determinado, pero nosotros pensamos que se podría crear otra categoría para aquellas sidrerías que no entren en ese sello y que son muy características de nuestra cultura. Una cosa es el enfoque a nivel del consumidor, y otra, a nivel de tradición o cultural.
¿Se refiere a dar mayor visibilidad a otras sidrerías?
Pienso, por ejemplo, en la sidrería El Furacu, de Villaviciosa. No está dentro del sello Sidraturismo, pero si fuese de fuera y voy allí, la experiencia sidrera es total. Así que Sidraturismo viene a recoger algunas cosas para meterlas en un paquete y mostrarlo, pero desde el Museo creemos que puede haber otra categoría distinta, que contribuya a que no se queden fuera establecimientos emblemáticos, con una tradición que a lo mejor no va con los estándares que marcan los tiempos, pero que hay que tener en consideración.
¿Qué papel juegan los Ayuntamientos en esa estrategia que propone?
Me parecen fundamentales, porque pueden defender el sector de una forma directa. Sin ir más lejos, Gijón hace mucho por la sidra, porque entiende que todo lo que representa la sidra es un valor en sí mismo. Cualquier ayuntamiento de nuestra región, aunque sólo tenga una pumarada o una sidrería, debe ponerlo en valor, acercarlo al ciudadano y al turista. Porque con otra cosa, no, pero con la temática de la sidra Gijón se lleva moviendo muy bien desde hace años.
Eso, por lo que respecta al productores y distribuidores, pero… ¿Qué decir del consumidor? ¿Cree que es plenamente consciente de la significación cultural de la sidra?
Lo que tiene que quedar claro es que la sidra es un elemento de identidad asturiana, con una manera muy original de reunirse los amigos en torno a ella. Lo que hay que hacer es poner el foco en lo que eso representa, para que la juventud asturiana lo reconozca. Ya no digo la de fuera, que lo hace puntualmente, con más o menos acierto. Pero sí percibo una falta de arraigo entre la juventud asturiana y la sidra. El ‘boom’ de cervezas asturianas es monstruoso, y todas las industrias están en esa pelea de captación del joven. Y entiendo que la cerveza es mucho más cómoda de tomar que la sidra. Eso, claro, por no hablar de ciertas opiniones un tanto extremas, que critican el uso de escanciadores eléctricos, de tapones, el no beber los ‘culines’ de un trago… El otro día, alguien de fuera de Asturias me decía «Hay que servirla ni muy fría ni templada, escanciarla a mano y como es debido, beberla de un trago, sacar seis ‘culines’…”. En definitiva, muchas instrucciones. Y la gente, en especial la juventud, no es propicia a tantas normas.
Quizá en ese punto los restaurantes y sidrerías también tengan algo que decir…
Creo que los restaurantes asturianos deberían incluir la sidra como bebida en los menús e, incluso, servir ‘culines’ individuales, a precio por cada uno, para que sea posible catar varias marcas y variedades. Es algo que pretendo trabajar conjuntamente con OTEA y la hostelería, poder incluir las visitas al Museo con menús elaborados con sidra o que incluyan sidra. Una manera de manifestación de la cultura sidrera está en la mesa. Otra muy importante, para mí, es la sidra casera, porque da su sentido al Museo. Es la esencia de la cultura sidrera asturiana, y el día que desaparezca, estaremos fastidiados. Por eso es tan importante pensar en los jóvenes. Los llagares pequeños, sin relevo generacional, tienen un futuro incierto.
De hecho, miGijón hizo su propia aportación durante la Feria de Muestras, organizando una exhibición de escanciado junto a Visita Gijón/Xixón, Sidra Menéndez, La Montera Picona y la Asociación de Escanciadores de Sidra de Asturias (AESA).
Es cierto, y me parece algo fundamental. La interacción más agradecida que tienen los que nos visitan es en el momento que se escancia. Es la foto que más comparten. El escanciado es la seña de identidad de la sidra asturiana, y está bien que esa figura crezca, y que todas las sidrerías cuenten, al menos y como debe ser, con un escanciador profesional.
Llegados a este punto, ¿se logrará de la UNESCO la tan ansiada consideración de la sidra como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad?
Clarísimamente. Es cuestión de tiempo. No sabemos cuándo, pero seguro. Todos contamos con ello.
Hasta ahora se ha abordado el aspecto de la imagen, se la significación, del simbolismo. Sin embargo, nada de todo eso se sostendría sin un consumo rentable. Desde ese prisma, ¿cómo analiza la situación del mercado de la sidra en la región?
Depende a qué distancia te sitúes de ella. Si estás muy cerca, te dirán que cada vez se vende menos, que no hay relevo generacional. Si te alejas un poco, dirán que la perspectiva es ilusionante; cada vez hay más variedades de sidra, y los mercados son más grandes. Pero si te alejas más, verás que no se está reconociendo su valor entre y para los asturianos, y que otros casi lo hacen mejor que nosotros, siendo allí un producto menos representativo. Debemos tener esa perspectiva general y, luego, ir afianzando conforme avanzamos. Por eso la sidra debe estar en el lugar más alto del mensaje, el que es referencia para todos. A nivel exterior, la ASSA está haciendo un trabajo enorme; en el radio medio de alcance, la DOP también; y en el más cercano, la industria lo está haciendo fenomenal. Luego estamos los testigos y espectadores, como el Museo, que tenemos cierta posibilidad de interactuar, y los Ayuntamientos, para apoyar a todos ellos en el momento y tema que corresponda.
¿Considera que el sector podría llegar a ser un motor económico por sí solo, un generador autónomo de empleo y de riqueza para la región?
En el ámbito rural, es un complemento. Hay gente joven que apuesta por un modo de vida diferente, y que está yendo al campo, lo cual es emocionante. Los casos que conozco, muchos o pocos, son llamativos, y me ilusiona mucho ese perfil. ¿Qué pasa? Que esos que conozco tenían un vínculo previo con lo rural, no les era extraño, pero es un paso. Además, es fundamental que las mujeres vuelvan la mirada al campo y lo perciban como un lugar de vida. La manzana puede ser ese complemento perfecto para un ganadero, alguien que escriba, un artesano, que tengan fincas para poner pomaradas. Lo que tenemos que darle es reconocimiento. La oportunidad económica existe. El campo siempre dio sustento, y el excedente, si no lo consumías tú, lo vendías. Puedes tener un pequeño hotel y crear actividad en torno a la sidra. Y, para ello, Asturias es un vergel.
Con todos los detalles desarrollados, ¿qué diría a quienes se plantean visitar el Museo de la Sidra?
Animaría a todos los asturianos a que lo conociesen, y nosotros vamos a ponérselo fácil, abriendo todo el año para que no haya excusa para no visitarlo. Ese debe ser un mensaje fundamental, como también el valor de difundir esa cultura sidrera fuera de nuestra región, aprovechando lo que existe, para que nos lleguen visitas combinadas, y que el Museo pueda tener presencia en ellos. No perdamos de vista que una sidrería, o un chigre, pueden ser unas embajadas perfectas.