Diego es una suerte de ingenioso hidalgo que sueña en silencio con otros atardeceres. Él, que viene de una estirpe de playos más antigua que las piedras del muelle, quiere pasar unas largas vacaciones lejos muy lejos de la escalera 2
Todo estaba preparado, ensayado, dispuesto para que los guajes del barrio fuesen los pregoneros de las Fiestas de Cimavilla. Lore, en su faceta de profe-cómica- guionista había preparado el pregón con la inestimable ayuda de neñas y neños que aportaron ideas vía whatsapp. En negativo y en positivo. Pensando una Cimata con la ilusión de los que ignoran impresos y cautelas del porvenir. Algunos dudaron a última hora, no sabían que hacer. ¿Salir al balcón del Chino o quedarse en medio del gentío?. Y es que cuando la adolescencia asoma el hocico a veces se enquista entre miedos y pena, por sorpresa, como un enorme grano en la frente. No dudó Diego ni por un instante en ser portavoz de un barrio que necesita otro rumbo para no desaparecer con los efluvios del turismo de atajo, ese que celebran las poltronas. Lore comprobó que el bueno de Diego era un actor de método. Siguió el guion al pie de la letra y su voz se escuchó sin titubeos. Rotunda, con tono de orador y buen ritmo. No se movió ni un pelo de su flequillo, estilo Housemartins, sonriendo triunfante al final de su locución.
Él ya ostenta el importante título de pregonero en las fiestas de su barrio. Pocas veces pisa Bajovilla. «Si no queda otro remedio», comenta este niño con modales de anciano educado. Conoce la humanidad de Batería, y a Sergio, Carla y Patri, de la Asociación de Vecinos, y a la chavalería de Fuerte Viejo. Al cruzarse con Alberto, el director del Colegio Honesto Batalón, chocan sus manos como dos jugadores de la NBA. Realiza recados, favores y reparte abrazos y saludos sin horarios. Él, que viene de una familia numerosa, sabe que la comunidad unida siempre es más fuerte. Su amor por Cimavilla, en ocasiones, le emociona y empaña sus gafas. Nada que no se pase con una pachanga improvisada, regateando con una pelota de Atocha a La Soledad. O participando en esas inolvidables celebraciones en el Chino: mercadillos, cumpleaños, chocolatadas…
Tiene carácter y no se deja amedrentar por cualquiera con ínfulas de abusón, ni permite que otros sufran en su presencia. Ni en el cole ni en el insti. Un corazón noble nunca se queda indiferente ante la injusticia. Diego es una suerte de ingenioso hidalgo que sueña en silencio con otros atardeceres. Él, que viene de una estirpe de playos más antigua que las piedras del muelle, quiere pasar unas largas vacaciones lejos muy lejos de la escalera 2. En un hotel de mil estrellas en Las Bahamas o bordeando la isla de Madagascar en un yate de gran eslora. Pero para una temporadina, nada más, que hay mucha gente que necesita ver y saludar a Diego en las calles de su barrio alto.