«El apego es la clave que hace que cambie todo para estos jóvenes», afirma
Para José María ‘Chema’ Tejedor, hermano jesuita, los últimos diez años en Gijón han supuesto un viaje profundo de transformación personal y profesional. Nacido en Tenerife pero de ascendencia salmantina, afronta ahora una nueva etapa con la Compañía de Jesús en el País Vasco. No olvida, sin embargo, la década prodigiosa que ha vivido en la ciudad asturiana. Desde su llegada en 2014 a la Fundación Hogar de San José, ubicada en el barrio del Natahoyo, Chema ha sido parte integral de un cambio radical en la forma en que se aborda la educación y el acompañamiento de niños, adolescentes y jóvenes en situación de vulnerabilidad.
«Estos años en Gijón han sido un regalo», reflexiona Chema, destacando el profundo impacto que la ciudad y su gente han tenido en su vida. «Me siento siempre muy querido, muy gijonés», añade, recordando con cariño cómo el Natahoyo, un barrio obrero con un fuerte sentido de comunidad, ha sido un pilar de apoyo constante para la Fundación y para él mismo.
Chema llegó a Gijón en un momento crucial para el Hogar de San José. El modelo educativo de la Fundación, aunque bien intencionado, se había quedado obsoleto frente a las complejas realidades de los jóvenes actuales. «Los chicos de hoy en día vienen muy frágiles, con muchos problemas familiares y psicológicos», comenta. Ante esta situación, se inició un proceso de renovación que tuvo como eje central el apego, un concepto que, según Chema, es la clave para la verdadera transformación de estos jóvenes.
«El apego es la clave que hace que cambie todo», afirma con convicción. Este enfoque, que Chema relaciona con el mensaje central del cristianismo, el amor, requiere de una dedicación y un compromiso extraordinarios por parte del equipo educativo. «Es un trabajo sin horas, y el desgaste personal es grande», admite. Sin embargo, los resultados, aunque lentos, son innegables y profundamente gratificantes. Chema recuerda el caso de un joven que, tras años de aislamiento y consumo de drogas, logró reconstruir su vida gracias a la paciencia y el cariño de una educadora. «Es muy lento, pero el cambio es espectacular», señala.
El camino no ha sido fácil. En 2018, la Fundación enfrentó un punto de ruptura, un momento en el que todo el proyecto estuvo a punto de desmoronarse. «Estuvimos a punto de tirar la toalla», confiesa Chema, recordando la dureza del proceso de adaptación a un nuevo modelo educativo. Pero gracias al liderazgo de personas clave como Lucía Morán y Rafa Piñera, y al compromiso de todo el equipo, lograron superar los obstáculos y consolidar un modelo que ha cambiado la vida de muchos jóvenes.
El edificio de ampliación del Hogar de San José se abrió el pasado diciembre, con un enfoque en la atención más individualizada para 24 menores tutelados. El espacio, de 1.400 metros cuadrados, ofrece amplitud, luz y rincones versátiles que combinan independencia y control. Este proyecto lucha por crear un ambiente más familiar y eficiente, facilitando un trabajo educativo y terapéutico más eficaz.
Pero, ¿después qué? Un desafío constante para la Fundación es el momento en que los jóvenes alcanzan la mayoría de edad y deben enfrentarse al mundo exterior. «Es un momento crítico», dice Chema. «Después de estar protegidos, salen al mundo real, y es fundamental seguir acompañándolos para que no se queden aislados». La Fundación ha implementado un proyecto de Juventud que sigue ofreciendo apoyo a estos jóvenes, asegurando que el trabajo realizado durante años no se pierda.
Para Chema, estos diez años en Gijón han sido una etapa de aprendizaje y crecimiento. «Los chicos me han enseñado muchísimo de la vida y de todo», comenta, expresando su agradecimiento no solo a los jóvenes, sino también a todo el equipo del Hogar de San José, desde los educadores hasta el personal de apoyo: «Es un equipo muy bonito, con un personal educativo excelente».
Con la reciente llegada de Cristina Avella como nueva directora, Chema se muestra optimista sobre el futuro del Hogar. «Cristina es una mujer excepcional, muy sensible a los problemas sociales», dice, confiando en que su liderazgo continuará fortaleciendo la labor de la Fundación. Además, agradece el trabajo de José Luis Casaprima en la gestión y la generosidad de Rafa en la dirección, cuyo apoyo ha sido “fundamental” durante estos años. La vida del jesuita ha vuelto a hacer que Chema tenga que hacer las maletas, pero asegura que Gijón y el Natahoyo siempre le acompañarán.