«Si quien gestiona la cultura no entiende que toda visión también tiene una mirada política (…), es que ese gestor prefiere el mero ocio, omitiendo o seccionando el valor de un pilar social básico de un país, una región o un municipio»
Quien gestiona la cultura de un municipio, una región o un país debe entender que la cultura transforma la sociedad, la modifica, o la intenta modificar, a través de la mirada del creador o creadora y su manera de entender y narrar la realidad o la utopía. La cultura es un hecho humano que construye de modo colectivo identidades sociales, afirmando valores y principios, al mismo tiempo que busca su modificación alejándose con ello del estatismo. Si quien gestiona la cultura no entiende que toda visión también tiene una mirada política, que toda creación y pensamiento tiene una manera de entender la sociedad que la condiciona, que toda exteriorización de lo que uno siente y quiere transmitir no puede carecer de ideas, sean cuales sean, es que ese gestor prefiere el mero ocio, minusvalorando, omitiendo o seccionando el valor de un pilar social básico de un país, una región o un municipio.
El partido de extrema derecha, por el que concurrió a las elecciones Oliver Suárez, Vox, tuvo claro en los pactos de las diferentes autonomías y municipios que la cultura es un elemento clave para construir la España del mañana. Sabía que las políticas culturales, la gestión de las acciones vinculadas a la cultura, podían establecer, y deben hacerlo, un eje prioritario en la estrategia como país. Por esa razón, como en Xixón, Vox, el partido en cuya papeleta estaba el presidente de Divertia, se agarró a las carteras que gestionaban la cultura de las diferentes administraciones. No lo hacía para impulsar y defender la neutralidad, no. Lo hacía para eliminar todo lenguaje revulsivo, domesticando el poder de la cultura para llevarla pausadamente al corral de la mansedumbre. Vox, en Xixón, quiere eso. Divertia, en boca de su presidente, quiere eso.
En la entrevista publicada en este medio, Oliver Suárez da una imagen de lo que pretende realizar en el presente y futuro: su política cultural. En esa visión nos deja migas de pan para recorrer un camino de cuatro años triste y gris. Es una pena que la misma persona que defiende la libertad para justificar el maltrato animal, no la defienda para la creación. Oliver ondea la bandera de la libertad manchada de sangre para defender la tortura animal y, de manera contraria, da a entender con sus palabras (gestiona espacios culturales de nuestra ciudad) que quien haga creaciones apoyadas en su libertad como artista, en su libertad como persona, puede no tener cabida en la programación gijonesa. Me imagino a Nino Bravo, ahora que se han cumplido ochenta años de su nacimiento, no poder expresar en el Teatro Jovellanos, hoy, en pleno siglo XXI, el grito que todavía se mantiene como símbolo de una lucha por los derechos de todos: su magnífico tema de 1972, ‘Libre’. La responsabilidad se debe ejercer, en eso está el valor de un político. sí quien tiene la responsabilidad de la política cultural gijonesa dice en un medio de comunicación que un artista no está para promover sus ideas políticas, condiciona o pude condicionar lo que los y las gijonesas podremos disfrutar en nuestra ciudad. Debemos darnos cuenta que esa manera de entender las posibilidades visibles de la creación, poniendo un blanco manto inmaculado protegiéndonos de la manifestación artística, no hubiera hecho posible que Nino Bravo, Víctor Manuel, Rosa León, Labordeta y otras muchas personas hubieran cantado para cambiar la realidad, pues ellos, realmente luchadores por la libertad, hablan, gritan, lloran promoviendo sus ideas en sus letras. De la misma manera que hoy grita y visibiliza la orientación sexual Rodrigo Cuevas, de la misma forma que llora contra la violencia de género Bebe, del mismo modo que protesta por el destrozo del medio ambiente Amaral ¿no son ellos, con sus letras y su música, promotores de una manera de mirar el mundo? ¿no son ellos referentes a través de su trabajo?
La frase “Un artista está para hacer su show y agradar a su público, no para promover sus ideas políticas” engloba parte de las líneas estratégicas de la política cultural que se quiere realizar por parte de Divertia. Por un lado, alejar la cultura de la promoción de las ideas políticas por parte de los y las creadoras ¿es la igualdad una idea política? ¿es la memoria democrática una idea política? ¿es la defensa de los derechos de las personas LGTBI una idea política? ¿las creaciones que traten estos temas tendrán cabida en el Jovellanos? ¿las creaciones que traten estos temas de una manera crítica ante los pensamientos de Vox tendrán cabida en el Jovellanos? Porque lo que ha comentado el antiguo número dos de Vox (¿es antiguo un pensamiento en menos de un año?) está pudiendo dejar ver eso, que toda creación que promueva una manera de entender el mundo, sea cual sea, no es acorde a lo que él entiende como cultura, no es acorde a lo que él pretende como gestor. Es preferible el agrado, la cultura en el corral de la mansedumbre, la docilidad en el escenario, la resignación en un lienzo o en unas palabras.
Y la otra parte de la frase “un artista está para hacer su show y agradar al público…”. Esto del agrado es un aspecto que nos debe hacer reflexionar. En un elemento básico para el avance social y ciudadano, en la cultura, la línea estratégica del gobierno municipal es la maleabilidad a través de la neutralidad. Busca que la actividad cultural no te rasgue por dentro para cambiar lo que eres. Una creación es una agresión, modifica tu yo, lo transforma. David Lynch lo dijo de manera clara: “El arte no cambia nada, te cambia a ti” Si quien ve una obra de teatro, un cuadro, lee una poesía, no siente que sus entrañas se mueven o que las imágenes recién vistas le acompañan, formando parte de su ser durante minutos, horas, años, algo ha quedado en el olvido dentro del escenario, del marco o de las páginas. Porque la cultura es lo contrario a la simpleza del agrado. La cultura es la complejidad de cambiarnos sin darnos cuenta, y toda metamorfosis hace tensionar lo que estaba estático. Claro que hay creaciones realizadas para el mero espectáculo sin mayor pretensión que el agrado, y son necesarias, diría más, básicas en este mundo de fricciones constantes, pero eso no quiere decir que se defienda esa manera de crear como base de la política cultural de nuestra ciudad. Esto nos llevaría a la dulcificación y pensamiento estático de manera constante, algo totalmente negativo para los cambios necesarios en toda sociedad que avanza, algo totalmente negativo para una ciudad que quiere avanzar.
Malos tiempos para la cultura de este municipio si Suárez mantiene esa manera de pensar durante toda la legislatura. No obstante, debemos tener la paciencia del poco tiempo pasado, un tiempo movido, cambiante, como las estaciones norteñas, pues recordemos que en octubre era concejal por Vox, ahora gobierna con Foro y PP, teniendo cada vez más relación, según él mismo dice, con Podemos e IU y acercándose al PSOE. Todo un abanico enorme de posibilidades que permite la floración o la helada. Esperemos que el paso de estaciones durante estos cuatro años no esté basado en los pilares de sus líneas dibujadas en la entrevista. Xixón siempre fue sinónimo de reinvención, de protesta, de inconformismo, de transformación… Siendo esta ciudad un referente cultural del norte de España. Lastimosamente esto se está perdiendo. Con las palabras de Oliver Suárez seremos referentes de estatuas culturales agradables, inertes, muertas.
Debo decir que cuando me autoevalúo en mi profesión, o incluso cuando hago lo propio con un texto antes de enviarlo a este medio para su publicación, suelo ponerme notas tendientes a puntuaciones bajas, y no es por falsa humildad. Creo sinceramente que reflejar uno mismo la nota que realmente merece es muy complicado, es hacerte una introspección tan profunda que a veces da hasta miedo, te estás juzgando a ti mismo en un acto que suele ser público: estar en un aula o escribir para que te lean. Por eso, evaluarse en la función política debe ser mucho más complicado y, por ende, más prudente, pues tu labor es evaluada diariamente por miles de personas. Creo que ahí debe prevalecer la humildad, la mesura y alejarse de la corriente de mensajes políticos en donde se marcan posiciones hasta en la propia autoevaluación de uno mismo. La ciudadanía sí tiene el poder de evaluar a los políticos y sus acciones, y errar haciéndolo, tanto con notas excesivamente altas o bajas, pues la sociedad es tremendamente emotiva y las decisiones políticas inciden en su vida diaria. Los vecinos y vecinas tienen datos objetivamente subjetivos a través de lo que viven y paladean. Cuando un político se autoevalúa, debe, bajo mi humilde opinión, ser prudente porque la gente que alardea de notables o notables altos puede quedar en el olvido.
Cansino!!!!!
No mereces decir mucho mas
El tal Oliverio, de profesión pufista, sigue siendo lo que fue un facha que traga y se apunta y hace lo que haya que hacer por un puestín por las perres y por pintar la mona y sacar relaciones para sus chanchullos particulares. Pa eso puso de gerente a su compañero de pufos de toda la vida
La columna que importó a nadie. Ya tenemos al rapsoda de Pumarín pretendiendo dar lecciones.