Los propietarios de animales que frecuentan el arenal como lugar de paseo durante el invierno se reparten entre la precaución y la tranquilidad ante las batidas de Emulsa organizadas estos días para recoger las bolas de plástico
El pasado miércoles, el concejal de Medio Ambiente, Rodrigo Pintueles, notificó la llegada de las primeras esferas de plástico que estos días surcan el Cantábrico a San Lorenzo, el mayor arenal de Gijón y que durante el invierno se transforma en lugar de paseo habitual para muchos perros de la ciudad. Según informó el Ayuntamiento, la cantidad percibida ha sido escasa y desde entonces, operarios de la Empresa Municipal de Servicios de Medio Ambiente Urbano (Emulsa) han organizado distintas labores de limpieza y vigilancia para retirarlas. Sin embargo, los propietarios de las mascotas que frecuentan la playa en esta época del año se dividen entre la preocupación y la confianza en que esta «tormenta de bolas» amaine pronto.
Daniel Azpitarte y Lucía Santos pertenecen a ese segundo grupo de dueños que llama a la «tranquilidad». Ellos pasean a Balú, su border collie de 2 años, por San Lorenzo «varias veces al día» y continúan haciéndolo a pesar de saber que los famosos ‘pellets’ vertidos en Portugal por el mercante ‘Toconao’ ya se encuentran en aguas gijonesas. «Entendemos que son bolitas muy pequeñas y si no estás atento pueden pasar desapercibidas en la arena, pero desde que llegaron se están organizando batidas y esperamos que no vaya a más». En su caso, conocen de buena mano el mal trago que puede suponer que su perro ingiera lo que no debe en sus paseos por la playa, ya que en una ocasión Balú se comió un anzuelo. «Fue un susto muy grande, le tuvieron que operar de urgencia para extraerlo», recuerdan.
También siguen bajando a la arena Calo López y su perra Cala. De momento, el propietario prefiere no darle mucha importancia pero se mantendrá pendiente de la evolución en la limpieza de estos microplásticos, «y si va a más no vendremos durante unos días». Afronta, eso sí, con bastante incertidumbre, la hipótesis de que su compañera canina se intoxique con la ingesta de los pellets. Confiesa que «no sabría cómo actuar», aunque está al tanto de que en los últimos días han salido a la luz estudios científicos que confirman la toxicidad de algunos compuestos de las bolas. «Con el resto de residuos que llegan a la playa, como vasos rotos o plásticos, muchos dueños de mascotas contribuimos voluntariamente a mantener la arena limpia entre todos, y con esto terminaremos ayudando», reflexiona.
Marta García Salas, acompañada de su perra Mawi, afirma incluso que «la playa de San Lorenzo probablemente sea una de las más cuidadas del norte de España en cuanto a limpieza», algo a lo que, en consonancia con López, admite que ayudan aquellos que tienen animales. Desde una prudente calma argumenta que observará, asimismo, cómo evoluciona la llegada de los microplásticos hasta la región y «el impacto que crea en nuestra fauna marina». La misma que busca mantener Alfonso Sánchez, el propietario de Conan, aunque sepa que «todo lo tóxico que llegue a la mar resulta un problema». Microplásticos aparte, coincide con sus compañeros de playa en la buena limpieza que se mantiene el arenal gijonés pero pide, eso sí,»más responsabilidad» precisamente con «algunos dueños y las heces de sus perros». A ese respecto, el gijonés Álvaro junto a su mascota Thor lanza una propuesta para el Ayuntamiento: la instalación de papeleras caninas a lo largo del paseo para no tener que utilizar las del paseo.
«Estos días estoy con mil ojos puestos en la arena y en el agua buscando las bolitas», reconoce Nuria García, dueña de Oreo
Otros habituales del itinerario playeros son Nuria García Gerpe y Oreo, su boyero de berna de apenas 18 meses. En su caso, reconoce que estos días mantiene «mil ojos puestos en la arena y en el agua buscando las bolitas», porque la raza de su mascota tiene el estómago muy delicado y teme que ocurra lo peor. Aunque observa una labor «constante» de los operarios de Emulsa en sus batidas, cree que quizá «necesitarían más personal» para cubrir el arenal. Patricia Jurado Romero se suma a esa inquietud por el riesgo de que Coco ingiera algunas de las bolas de plástico que están llegando. «No es algo que se vea fácilmente a lo lejos durante el rato que bajamos a la playa, tienes que estar pendiente», lamenta esta vecina del barrio La Arena, quien yendo un paso más allá, piensa que «tampoco sabría cómo detectar los síntomas tempranos del perro que indicarían una intoxicación». Todos, desde luego, concuerdan, en que lo único que queda es «mantenerse a la espera a ver qué trae la marea».