El Sporting disfrutó de 70 minutos de buen juego, pero aún romos en ataque. Una jugada al filo del pitido final estuvo a punto de costarle a los rojiblancos dos puntos
Volvía la Mareona, algo diezmada por las restricciones de la pandemia, a pisar las gradas del templo. Lo hacían con tantas ganas que el himno se escuchaba desde el recinto ferial Luis Adaro. Era una jornada de fiesta, un súper domingo cargado de eventos en la zona este gijonesa y en El Molinón se notaba. Tanto que hasta el Guaje Villa, el máximo goleador de la historia de la selección, no se perdió el retorno de la afición y acudió a la cita acompañado de su hijo.
Comenzó el partido con dominio rojiblanco, pero la primera aproximación peligrosa corría a cargo de los burgaleses. Mariño, que se vistió de héroe en un par de ocasiones, desvió el peligro gracias a su buena colocación bajo palos. Fue un espejismo. El Burgos fue, hasta el minuto 70, un equipo sin intenciones en ataque. El plan, que tan bien funcionó a los rivales del Sporting el año pasado, era esperar agazapados, cortocircuitear la sala de máquinas gijonesa y no ceder ningún hueco. Pero no fue suficiente. Tan sólo la falta de puntería de los locales, mal endémico que ha de corregir Gallego si el equipo quiere aspirar a algo grande este año, libró a los castellanos de irse al descanso con más de un gol en su casillero.
El primero en avisar fue uno de los nuevos. Fran Villaba, que dejó una grata impresión a los asistentes, apareció entre líneas y remató desviado al borde al área. A partir de ahí el Sporting controló la posesión, con Nacho Méndez como director de orquesta. Suyo fue un centro a la cabeza de Djuka que, forzado, remató fuera. Poco después, el montenegrino falló un mano a mano que recordó a tiempos pasados. El final del primer tiempo llegó con un peligroso centro de Kravets, hiperactivo en su banda, que no encontró rematador. La pólvora seguía mojada.
El segundo periodo comenzó con el mismo argumento que lo hizo la primera. Aitor García filtró un pase a Fran Villalba que el valenciano no acertó a rematar. El mediapunta también desaprovechó un centro de Gaspar que no pudo conectar en buena posición. Con la batalla por el dominio un tanto desdibujada, Gallego daba entrada a Pedro por Gragera. Un cambio buscando un mayor dinamismo en la faceta ofensiva, aprovechando el amplio recorrido del centrocampista de Siero. De esa forma consiguieron los rojiblancos arrancar varias contras y una oportunidad que Djuka desaprovechó al pisar mal el balón en el último momento. El gol amenazaba con besar la red burgalesa, pero no terminaba de cuajar. Y en el minuto 66, al fin, el atronador festejo de la grada llenó la ribera del Piles. Djuka, quién si no, remataba un preciso centro con la zurda de Aitor al segundo palo. Fue un tanto liberador, con la testa, esa gran asignatura pendiente del 23. Poco después el montenegrino robó un balón en campo contrario y la jugada, hilvanada junto Aitor y Villalba no obtuvo el premio deseado.
Cambio de discurso tras el gol
A partir de entonces el juego del equipo decayó. Al Burgos ya no le valía esperar su oportunidad y se soltó, con un Sporting agazapado que claramente esperaba la contra que sentenciase la contienda. Una triple ocasión, con mano salvadora de Mariño incluida, metió el miedo en el cuerpo a la afición. El Puma, recién salido al césped, protagonizó una carrera que recordó a las del cangués Jony, pero acabó pisando el balón como hiciera Djurdjevic.
El partido terminó con un susto. Los cardiólogos deberían prohibir a los enfermos del corazón ser aficionados del Sporting. Pablo Pérez, quien perdió a su abuela hoy, robó un balón y lanzó una contra. El gijonés, sin embargo, no entendió que el Puma, con las piernas frescas, quería un balón en profundidad, quería correr, y le dio un pase corto demasiado cerca que interceptó la defensa del Burgos. La jugada terminó en un córner en contra de los intereses rojiblancos y, tras un barullo en el área, el balón se desvió lamiendo el poste izquierdo de Mariño.
Vuelve el fútbol. Vuelve el sufrimiento. Pero los tres puntos, a la mochila sportinguista.
Por la crónica de Damián observo que el equipo adolece de los mismo que la temporada anterior. ¿Tán difícil es servir balones a un rematador nato como Djuka y que este busque el desmarque de continuo?