«Los ochenta nada tienen que ver con este 2024 en el barrio alto, en Cimavilla. Ellos dejaban la escuela a los catorce, yo a los doce tengo que pensar en el insti y no me apetece»
Voy a echar de menos el cole. Lo sé y no quiero escuchar esas dichosas historias del insti. Y menos las de mis padres con su rollo boomer: » A mí me cambió la vida el instituto». «Yo desperté a otro mundo en aquellas aulas». Me da igual, los ochenta nada tienen que ver con este 2024 en el barrio alto, en Cimavilla. Ellos dejaban la escuela a los catorce, yo a los doce tengo que pensar en el insti y no me apetece. Fui feliz, casi siempre, en el Honesto Batalón, desde los tres años con mis compañeros. Ganando cursos, juntos, asumiendo retos y conociendo a nuevos tutores. Juntos sabemos respetar nuestros intereses e ilusiones, aunque no siempre coincidamos.
No me interesa el baloncesto como a Enol, ni soy fan del Sporting como Viky, ni me gusta el football de Messi como a Martín. Mi pasión se centra en la cultura nipona. Con suerte mi casa, algún día, estará en Japón si el incordio de mi hermano pequeño y el capricho de mamá y papá no lo impiden. A veces estoy enfadado la mayor parte del día. Me despierto en plan desgana total y pienso que las horas son eternas y amarillean el intenso color que tenían a los siete, a los ocho y hasta los nueve años. Este curso fue duro y eso que Fer (el tutor) es muy pro. Me ayudó en momentos complicados, sobre todo cuando las mates y la invasión napoleónica (con sus fechas y nombres) no me dejaban dormir. Yo quiero disfrutar, a mi manera, de lo que queda de verano, Perderme en la pantalla de mi tablet, escuchar K-Pop y ver la serie completa de Spy family comiendo helado de turrón. Otros días creo que sería muy cookie cumplir otra vez seis años, correr arriba y abajo Vicaría en Halloween. Jugar al cascayu en el Chino o bañarme, un viernes al atardecer, en la Escalera 2 y luego secarme la cara con mi patito de trapo: Coquín. Una vez leí en una pared que crecer era una trampa. Ali, Inés, Yago y yo nos reíamos mucho comentando la pintada: «No crezcas, es una trampa».
Hoy lo tengo claro. Nunca fue tan real una frase, tan real, tan sincera y tan grande. Igual que esta tristeza que me agarra con fuerza desde los tobillos y me deja a solas con mi única esperanza antes de septiembre. La esperanza y también el deseo de poder dormir cuando «los otros» estén despiertos.
Otra más de Cimavilla!!!!
Por favor cambio de nombre ya!!!
Mi Cimavilla