La clientela del negocio, que carecía de licencia, trató de entorpecer las labores de desalojo; el establecimiento fue clausurado, pero los vecinos de la zona denuncian que «vuelve a tener actividad; no ha servido para nada»

Hagamos un ejercicio de sinceridad: a todo el mundo, o casi, alguna que otra vez las noches de fiesta se le han ido de las manos. Una llegada a casa más tardía de la cuenta, un consumo etílico que haría estallar cualquier alcoholímetro, la pertinente resaca aderezada con Ibuprofeno… Pero todo tiene un límite, desde luego; la delgada línea que separa la picardía de lo intolerable. Esa frontera quedó ampliamente rebasada el pasado domingo en cierto establecimiento de hostelería tipo after, situado en la calle La Playa, en el barrio gijonés de La Arena. El mismo negocio en el que, en los compases iniciales de esa mañana dominical, unidades de la Policía Local efectuaron una redada para desalojar a su plantilla y clientes, ante las múltiples infracciones detectadas. Eso sí, no fue un operativo tranquilo para los agentes; quienes ocupaban el espacio pusieron trabas, hasta el punto de que una persona hubo de ser detenida. Por si fuera poco, se detectaron trazas de sustancias estupefacientes, y se descubrió que se autorizaba el consumo de tabaco. Y todo ello, sin la licencia de actividad debidamente actualizada.
Según el relato del cuerpo policial, los primeros vehículos patrulla llegaron al lugar alrededor de las nueve de la mañana. Ya entonces la clientela intentó impedir el acceso de los uniformados; al mismo tiempo la encargada del establecimiento, de origen extranjero y carente de empadronamiento en Gijón, se encaró con los agentes, faltándoles la respeto y negándose a identificarse. Sin embargo, nada de todo lo anterior impidió que el dispositivo cumpliese con su cometido. Paso a paso, sala a sala, la Policía Local fue señalando múltiples infracciones, como autorizar el consumo de drogas y tabaco, rebasar la hora legal de cierre o poner música amplificada fuera de horario. Por su parte, los perros de la unidad canina olfatearon numerosos restos de sustancias estupefacientes en diferentes estancias del negocio; paralelamente, se realizaron dos actas por tenencia de droga. La guinda del pastel la puso el hallazgo de que el cambio de licencia no se había llevado a cabo. Por todo ello, y ante su negativa a presentar su documentación, la encargada fue trasladada para su identificación a dependencias de la Policía Nacional; así mismo, uno de los individuos que trató de bloquear el acceso de los agentes fue detenido por desobediencia grave y resistencia a la autoridad. Finalmente, el local fue cerrado al público.
«En enero casi nos intoxican, y los anteriores gerentes nos pincharon la luz de la comunidad», denuncian los vecinos
Así las cosas, podría pensarse que la paz regresaba el domingo a La Playa, pero nada más lejos de la realidad. «No ha servido de nada; la redada fue por la mañana, y tanto esa tarde como ayer lunes volvía a haber fiesta dentro«, comentan este mismo lunes vecinos de la zona, hartos de convivir con un problema que, aseguran, ha llegado a alcanzar cotas preocupantes en el pasado reciente. Y es que, según el testimonio de varios de ellos, «es difícil convivir con algo así, porque es continuo de jueves a lunes; además, la gente que va por ahí tiene muy mala pinta, hay gritos y peleas, música muy fuerte…». Ese último aspecto es en el que más se incide en el barrio, ya que «muchas veces se escucha más dentro de los portales y de los pisos, que desde la calle; como muchas estructuras están hechas de metal…«. Lógicamente, las llamadas a las autoridades no han escaseado, si bien con poco éxito. Tal como afirma un residente en uno de los portales de la acera opuesta, «el fin de semana anterior llamamos a la Policía Local pero, cuando llegaron, no les abrieron la puerta, así que no pudieron hacer nada. Fue frustrante verlo».
La esperanza ahora es que la redada acometida anteayer dé sus frutos, y zanje de una vez por todas ese foco de problemas, aunque hasta esa posibilidad genera dudas en el vecindario. «Son muchos años así; van cambiando cada poco de gerentes y basta que uno cierre para que lo abra otro«, se lamentan. Hasta esa rotación al frente del establecimiento ha pasado factura en el lugar. Los residentes de un bloque anexo al local relatan que «el pasado 4 de enero, un mes antes de que la actual gerencia abriera al público, casi acabamos intoxicados; estaban haciendo obras, usaron un generador de combustión y el gas se nos coló en casa por los conductos». Antes de eso, en tiempos de los administradores precedentes, «nos ‘pincharon’ la electricidad de la comunidad y, cuando acabaron, la cortaron, creyendo que era de ellos. Una señora mayor, al no tener ascensor, se cayó y se rompió la cadera, y tuvieron que hacernos un contrato de urgencia».
En fin, un conjunto de talles pasados y presentes para el que reclaman al Ayuntamiento una solución definitiva. «No se puede estar así todos los días, es un incordio para la convivencia. Además, si a otros tipos de negocios se les controla mucho el cumplimiento de las leyes… ¿Por qué no pasa lo mismo aquí?».