“Los vecinos de Laviada están hasta arriba no, un poco mas allá”
Moreda: “Nos emocionó el testimonio de una vecina cuyo hijo se rehabilitó gracias a servicios como Proyecto Hombre”
Dos barrios representan la cara y la cruz de la convivencia entre vecinos y toxicómanos. En Laviada los usuarios del albergue Covadonga generan problemas de inseguridad casi diarios. En el Coto, la colaboración con los equipamientos dedicados al tratamiento de la drogadicción ha creado una cohabitación pacífica que deja atrás años de conflictos y rechazo.
La imagen de toxicómanos que formaban parte del paisaje de algunos parques y calles de Gijón durante los años 90 ha ido desapareciendo en las últimas décadas, casi tanto como el número de adictos a la heroína que según los datos, se ha reducido a la mitad. Cambian los tiempos, los tipos de adicciones y con ellos también las formas de tratamiento de las toxicomanías. Este verano el reparto de la metadona que hasta ahora estaba centralizada en la Gota de Leche ha pasado a dispensarse en los centros de salud mental. El Sespa quiere “progresar hacia unos servicios de atención más normalizados” y acabar con la estigmatización que pesa sobre el colectivo, decisión que inicialmente generó temor en los barrios por si el aumento de presencia de estas personas a las que a menudo se etiqueta como “problemáticos” pudiera crear inseguridad o aumento de la delincuencia. Todo apunta a que no ha sido así, aunque cada barrio lo vive de forma distinta.
Laviada sufre los problemas que generan los usuarios del albergue Covadonga: “Acudimos cada poco al Ayuntamiento pero no nos dan solución”
En el barrio de Laviada es habitual la presencia de personas sin hogar, transeúntes y toxicómanos que utilizan los servicios del albergue Covadonga y que forman grupos tanto en la explanada frente al albergue como en las inmediaciones del parque Teodoro Cuesta lo que genera “conflictos de convivencia”: peleas a cualquier hora del día, incendios en vehículos y mobiliario urbano y personas orinando y defecando en plena calle…
Y todo ello, frente a la zona de juegos infantiles del parque, lo que preocupa especialmente a los residentes. “Esta gente son enfermos, drogadictos, borrachos que no guardan lo que hay que guardar a plena luz del día y a unos metros de donde están jugando niños. Además, nos han dicho que a veces también se vende droga ”. Florencio Martín, presidente de la asociación de vecinos de Laviada narra así el malestar de los vecinos que confiesan estar hartos de esta situación. “ Acudimos cada poco al ayuntamiento pero no nos da ninguna solución. La policía los echa de allí pero se van para otro lado y luego vuelven”, asegura. Los vecinos confiesan su impotencia para proponer soluciones a este problema. “Si la hubiera, entendemos que ya habrían tomado medidas. Lo que pedimos es que se separe la zona infantil del resto del parque y dentro de las posibilidades que tienen los servicios sociales del ayuntamiento, los traten”.
200 personas utilizan a diario los servicios del albergue Covadonga: “Necesitan ayuda, no que se les señalen como conflictivos”
El albergue Covadonga genera un importante tránsito diario de personas sin hogar y en riesgo de exclusión social a los que es difícil controlar, sobre todo en el exterior. Sin embargo, para su directora Cristina Avella, “Mucha gente que está en el entorno, no son usuarios del recurso” y aunque entiende “el miedo de los padres por sus hijos”, señala que ”desde el año 95 nunca ha habido un conflicto grave”. Avella considera fundamental la intervención policial ante las concentraciones de personas haciendo botellón. “Hay un tema de seguridad ciudadana que se escapa de los recursos sociales. Si hay un problema, le corresponde a ellos intervenir”, nos cuenta, pero también apela a la empatía ciudadana para comprender la situación de exclusión social en la que se encuentran estas personas, lo cual “no les convierte necesariamente en personas conflictivas. Necesitan ayuda, no que se les señale como problemáticas”. En el caso del parque, añade, “la policía local debe de intervenir para disuadir los botellones pero tampoco se puede echar a nadie porque tenga un aspecto feo o sucio”. El albergue tiene una Unidad de calle cuyos trabajadores salen al exterior para tratar de facilitar a estas personas su socialización, aseo, higiene y comidas, medida que de momento parece no haber conseguido acabar con los problemas en la zona.
El Coto pasó del conflicto al entendimiento gracias a la colaboración entre los vecinos y responsables de la UTT y el centro Mil Soles: “Hemos afianzado el vínculo y convertido el barrio en un lugar de intercambio en el que nadie se pueda sentir ofendido”
Cuando se descentralizó la dispensación de metadona en la Gota de Leche, los vecinos y comerciantesdel Coto temieron que “volvieran todos” a la UTT ubicada en la calle Ramón y Cajal, confiesa Christian Guisado, presidente de la asociación de vecinos. Hoy se sienten aliviados ante la normalidad con la que discurre el tránsito diario de toxicómanos que acuden tanto a este servicio como el centro de Día Mil Soles de la Fundación Siloé. Y todo ello, fruto del trabajo colaborativo entre vecinos y trabajadores de ambos equipamientos. “Hemos conseguido que haya una convivencia sana”, relata Guisado. “Tenemos una comunicación fluida para analizar cualquier problema que se genere. Nos reunimos cada cierto tiempo con los trabajadores y hacemos un seguimiento de las calles de los alrededores.”
Desde el Centro de Día Mil Soles también reconocen el éxito de esta colaboración. “Nosotros atendemos a una población que esta consumiendo y no va a dejar de hacerlo, por lo que nuestro trabajo se centra en minimizar los daños para la salud del consumo de drogas”, cuenta Pablo Puente, director de programas de la Fundación Siloé. Si la presencia en la calle de algún usuario del centro resulta molesta, intervienen inmediatamente facilitándole que utilice las instalaciones: “Llevó un tiempo pero a día de hoy hemos afianzado mucho el vínculo con los vecinos y hemos convertido el barrio en un lugar de intercambio normal sin que nadie se pueda sentir ofendido”.
Moreda, un barrio premiado por su acogida a los usuarios del programa Reciella de Proyecto Hombre
Este recurso de Proyecto Hombre que se mudó al barrio en 2019 va dirigido a menores con un uso inadecuado de sustancias como alcohol o cannabis que pueden derivar en adicciones y cuyas familias “Han perdido la capacidad de reconducirles”, explica su director, Julio Jonte. Su llegada generó preocupación. “En general, había mucha oposición”, relata Charo Blanco, presidenta de la asociación de vecinos de Moreda. “Cuando vinieron, nos contaron lo que iban a hacer, nos reunimos con los vecinos y se les explicó. En una de esas reuniones nos emocionó mucho una vecina que dijo que gracias a equipamientos como este, su hijo se había rehabilitado. Eso movió muchas conciencias”. Tres años después, Proyecto Hombre les ha entregado un premio “por contribuir a la buena convivencia que se ha conseguido”.
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