Estimado señor ecologista: ¿se atrevería usted a pasar por la plaza, especialmente en días de tormenta, ante el riesgo de que en cualquier momento los troncos cayeran? Usted y yo sabemos la respuesta aunque, por su militancia, diga otra cosa en público
A los que tuvieron la gentileza de leer mi anterior artículo (y los que no, pueden hacerlo en este enlace les prometí que, en esta ocasión, no hablaría del turismo. No obstante, estos días me he planteado una pregunta: ¿Qué es lo que más valoran los que visitan Gijón? Si tienen un poco de paciencia les daré la respuesta.
Vayamos a los hechos: hace unos días aparecieron en la Plaza San Miguel, encima de los restos de un castaño recién talado, unas esquelas hablando de la muerte del árbol que terminaban con un grito: “¡Arboricidas fuera!” Aunque no se daban nombres, los dardos apuntaban hacia el Ayuntamiento de Gijón y su concejal de Medio Ambiente, Rodrigo Pintueles.
Es cierto que en las últimas semanas se han cortado en la citada glorieta dos castaños de indias. Pero se ha hecho por una elemental razón de prudencia: ambos estaban en mal estado y presentaban un serio riesgo de que se desplomaran, con el peligro de que, si en ese momento hubiera gente paseando, les causara serios daños o aún peor. No obstante, los ecologistas debieron coger partes de ese árbol, porque al concejal Pintueles lo han molido a palos.
Estimado señor ecologista: ¿se atrevería usted a pasar por la plaza, especialmente en días de tormenta, ante el riesgo de que en cualquier momento los troncos cayeran? Aún más: ¿permitiría a sus hijos ir a jugar con sus amigos en la plaza? Por favor, no me conteste: usted y yo sabemos la respuesta aunque, por su militancia, diga otra cosa en público.
El edil de Medio Ambiente ha respondido en las redes sociales. Y ha dicho que la tala se ha hecho porque esos árboles presentaban importantes defectos. También que la medida no es caprichosa, sino que se hace con el asesoramiento de los especialistas en arboricultura del Ayuntamiento. En realidad, son los expertos quienes evalúan el estado de los árboles y proponen las medidas que hay que tomar, y lo que hace la concejalía es seguir sus indicaciones.
Finaliza el edil con una reflexión: no quiere que esas esquelas de mentira acaben siendo de verdad, lo que supondría una tragedia para quienes se vieran involucrados. El razonamiento es certero, pero tan elemental que lo entendería un niño de 6 años.
Ahora sí les respondo a la pregunta con la que inicié este artículo: de un estudio elaborado por InvesMark sobre la opinión de la ciudadanía acerca del turismo en Gijón en 2023 quiero resaltar un dato (pág. 10 y 11): los que nos visitan, sean turistas o no, consideran que el principal elemento que diferencia a Gijón de otras ciudades es el entorno natural. Y por tal se debe entender no solo los alrededores de la ciudad sino toda ella: aceras limpias, fachadas bien conservadas, parques cuidados…
Además, acusar de arboricidas a Rodrigo Pintueles y a la concejalía de Medio Ambiente es una verdadera falacia. La realidad, fácilmente contrastable, es que en menos de un año de gobierno se han plantado 7.500 ejemplares arbóreos y arbustivos sólo en el casco urbano, sin incluir la reforestación en las zonas periurbana y rural. Aún más: en la pasada legislatura, el presupuesto del servicio de Parques y Jardines para la reposición de arbolado en zona verde fue… cero. Por cierto, en esa etapa también hubo derrumbamientos. Por poner sólo un ejemplo, 27 tamarindos se cayeron en el Paseo del Muro durante esos años sin ser repuestos. Y todos callaron. Repito: los informes están a disposición de todos los gijoneses que quieran consultarlos.
Además, apreciados lectores, hay un hecho que no se suele comentar, ni sale en los documentales sobre naturaleza: los árboles son seres vivos y como tal se comportan: nacen, crecen, enferman y mueren. Queda muy guapo hablar de las secuoyas milenarias, pero cada especie tiene su propio ciclo. Por ejemplo, el chopo ibérico no suele pasar de entre 20 y 30 años; el sauce, unos 60 años; el madroño, 15 años. La reseña está disponible en la “Guía de los árboles y arbustos comestibles”, que se puede consultar en esta web. En ella, después de hablar de la vida de las distintas especies de arbustos, culmina con esta frase: “Los árboles, como los humanos, tienen un ciclo de vida natural y una vida útil finita. Crecen, tienen su mejor momento y, finalmente, se marchitan y mueren”.
Finalizo con dos breves reflexiones: en primer lugar, los que tenemos mascotas (seguro que serán muchas personas con conciencia ecológica) sabemos que, en ocasiones hay que sacrificarlas para ahorrarle años de sufrimiento (¡Cómo nos duele tener que hacerlo!). ¿Y qué ye, que los árboles no sufren?
En segundo lugar, la tarea de cuidar de nuestra ciudad día a día es una labor muchas veces ingrata y poco reconocida, pero imprescindible. Ye muy guapo estrenar todos los días la Universidad Laboral (¡Dónde va a parar el glamur de cortar la cinta!), pero ese trabajo de vigilancia y conservación es el que mantiene vivo nuestro municipio.
Sin duda, el tema da para más. Hablaremos de ello cuando ustedes quieran. Si me han leído hasta aquí, muchas gracias. Les espero.