Los dos bajos que hoy en día podéis ver, a ambos lados de la entrada principal del edificio, no estaban contemplados como bajos comerciales, sino como calles de tránsito de vehículos en relación con el negocio de Auto-Salón existente

Hoy nos vamos a acercar a conocer un edificio de Gijón que no creo que lo sea mucho. No porque no sea un edificio interesante, como veremos, y singular, como veréis en la fotografía que acompaña al artículo, sino porque ocupa un emplazamiento entre edificios que lo hacen pasar desapercibido, si bien es cierto que, con el desmantelamiento, terrible, de la Estación de Trenes del Humedal se puede apreciar ahora mucho más. Bueno, al menos hasta que en ese entorno metan edificios con calzador, que es lo que parece que pretenden hacer ahora, según lo acordado hace un par de semanas por el Ministerio de Transportes, el Gobierno del Principado de Asturias y el Ayuntamiento. Pero eso es otra historia.
Comencemos, como siempre, por localizarlo bien. Está al final de la calle del Carmen, casi llegando al Solarón y pegado al Parking Auto Salón, infraestructura con la que veremos estuvo muy unido este original edificio. Es un edificio rojo, con una fachada llamativa que no pasa desapercibida, como veis en la imagen. Una vez que lo tenemos localizado hablemos ya de él. Fue diseñado por el arquitecto Manuel García Rodríguez (1898-1980) a finales de 1939 por encargo de Rogelio Martínez. Lo que más debemos destacar, sin duda, es su diseño Art-Decó: la verticalidad de su fachada, la original rejería de la balconada del primer piso y de las ventanas laterales, las decoraciones pintadas o esgrafiadas en los laterales de la parte superior de la fachada, y el diseño en tres módulos verticales del conjunto construido definen este bellezón.
El estilo Art-Decó tuvo su auge a principios de esa década en la ciudad, de la mano, entre otros, de Manuel del Busto o Pedro Cabello, pero que Manuel García, como en muchas otras de sus obras de marcado carácter y soluciones racionalistas, ejecutó a la perfección. Es necesario remarcar que este estilo, y más aún el estilo racionalista, no eran lo que el régimen dictatorial, recién impuesto en el país, perseguía para diseñar la imagen de las ciudades españolas. Todo lo contrario, ya que lo que buscaban era una especie de estilo “nacional” que nunca tuvo sentido alguno. Pese a ello, obras como esta, por suerte, vieron la luz en el Gijón autárquico.
Pero, todo lo que hoy en día nos puede llamar la atención este edificio, no es nada si pensamos en el proyecto original en donde se contemplaba un uso para sus bajos nada habitual. Los dos bajos que hoy en día podéis ver, a ambos lados de la entrada principal del edificio, no estaban contemplados como bajos comerciales, sino como calles de tránsito de vehículos en relación con el negocio de Auto-Salón existente. Esta original solución, que hoy en día ya no existe, conllevó alguna que otra discusión con el Ayuntamiento de Gijón para el ajuste de los dineros a pagar en forma de tasas, al considerar el promotor que una de las zonas de paso del edificio era calle particular, a lo que el Ayuntamiento le contestó que “sea calle pública o zona particular, la alineación de rasantes y diseño del conjunto son lo mismo” y, por tanto, a pagar.
Pero no fue únicamente esta cuestión la que el promotor del edificio, Rogelio Martínez, debatió con el Ayuntamiento de Gijón, mejor dicho, con el Arquitecto municipal de entonces, José Avelino Díaz Fernández-Omaña, sino que hubo otro asunto que les generó ríos de tinta en su extensa relación epistolar. Resulta que el propietario defendía que tenía que pagar menos dinero de tasas municipales porque en el emplazamiento, donde se iba a construir el edificio, antes había otro edificio, que había sido derribado por los bombardeos de la guerra civil, y que, por tanto, debería eximirse de cobrar esas tasas de construcción, a lo que el Ayuntamiento contestó que nada tenía que ver el edificio proyectado ahora con lo que había allí antes de la guerra, que, de hecho, realizar la construcción que se pretendía, conllevaba derribar la totalidad de la edificación anterior y que, por ende, las tasas a cobrar estaban perfectamente justificadas. Y por tanto a pagar.
Edificios tan singulares como este contribuyen a entender mucho mejor el trasiego histórico, geográfico y económico de una ciudad que no deja de transformarse. Disfrutémosla,