El proyecto es del Estudio Del Busto, firmado por los incombustibles Manuel y Juan Manuel Del Busto en diciembre de 1939

Qué mejor que esta semana, en pleno Antroxu gijonés, para hablar de un edificio cuya decoración se empleó como una especie de camuflaje… Pero vayamos poco a poco.
El edificio de hoy no es de esos que nos pasan desapercibidos. Ni su emplazamiento, ni su diseño nos dejan indiferentes y, aunque algunos de vosotros no hayáis reparado en él, seguro que, después de leer estas líneas y ubicarlo, ya no se os escapará más.
El edificio del que hoy hablamos se encuentra en la calle Jovellanos, número 10, haciendo esquina con el inicio de la calle de Los Moros (en su proyecto original el portal iba a dar a esa calle, pero luego se cambió a su actual ubicación). Muy próximo a la ‘iglesiona’, y casi enfrente de la actual Biblioteca Jovellanos. Creo que ya empezamos a tenerlo ubicado, ¿no?
El proyecto es del Estudio Del Busto, firmado por los incombustibles Manuel y Juan Manuel Del Busto en diciembre de 1939, y siendo su promotora la señora Dolores Riesgo. El edificio, como prácticamente todos los construidos hasta los años 60 del siglo XX, estaba concebido para alquiler, tanto de los bajos comerciales como de todas las viviendas, salvo la destinada a portería. Su distribución, con dos viviendas por planta, ya empezaba a ser algo más ‘moderna’, pero muy poco; hecho que contrasta con su destacable apariencia externa, que es en la que nos vamos a parar a continuación.
Sin duda, es un edificio llamativo; su ubicación en esquina favorece ese aspecto. Pero también nos llama la atención por su diseño, en apariencia racionalista -fijaos en la distribución horizontal del rasgado de la fachada (la colocación de sus ventanas)-, pero -y este es un gran ‘pero- dentro de su diseño, en apariencia racionalista, nos llamará evidentemente la atención ese molde de piedra artificial, en forma de rosetones que rodean y decoran todos los huecos. Junto a esta atrevida decoración también destaca su culminación, una especie de torre superior que cuenta a su vez con la misma singular decoración en piedra artificial -muy colorida en la actualidad-, y una remarcada cornisa que perfila y remarca de manera clara la terminación del edificio. Toda esta decoración nos conduce de un diseño racionalista a algo mucho más art decó que, si bien era una de las especialidades del estudio Del Busto, en ese momento ya estaba prácticamente fuera de los pensamientos arquitectónicos de ese tiempo.
El estilo racionalista -funcional, práctico y sin ningún tipo de concesión a la ostentación por el mero hecho de decorar un edificio- contravenía totalmente lo que se quería impulsar desde el régimen franquista, que abogaba por una profusión de decoraciones, atrezos o ‘máscaras’, con la que contaban numerosos edificios que se realizaban en aquella época en nuestro país. Esto tenía que ver con la reconocida aversión que la dictadura impuesta en esos momentos manifestaba por cualquier estilo arquitectónico que pudiera vincularse con el pasado reciente, y democrático, del país. Por todo eso, los edificios debían ir decorados, o debían diseñarse, pensando en los clásicos greco-romanos. Spoiler: evidentemente, esto duró lo que duró, y en poco más de diez años se volvió a una especie de movimiento moderno. Pero esto es ya otra historia para otros edificios. Aun con todo, es evidente que el resultado final, en cuanto a la estética del edificio, es distinta, llamativa, incluso atractiva, según el gusto de cada uno. Una estética que cerca estuvo de no llegar a término si por un casual, y sin que sirva de precedente, la Corporación Municipal hubiera cumplido la Normativa Urbanística del momento. Me explico.
Nuestro edificio de hoy tiene una altura de 25 metros y, como señaló el arquitecto municipal de entonces, el señor José Avelino Díaz Fernández-Omaña (autor del diseño de destacadas obras del patrimonio gijonés como la ‘escalerona’, el colegio Honesto Batalón o el antiguo edificio de Caja de Ahorros y Monte Piedad, entre otros), esa altura representaba, en sus palabras, «una infracción notable de las Ordenanzas». Para que os hagáis una idea, en la tipológica de calles donde se desarrollaba el edificio las alturas permitidas no debían sobrepasar los quince metros, pero el propio arquitecto municipal señalaba que había otras obras cercanas en las que se había permitido construir edificios hasta los 18,5 metros, y que hasta esa altura podría entenderse, pero que de ahí a los veinticinco metros había un salto difícilmente justificable.
No fue este el único problema de la construcción, puesto que algunos huecos interiores no albergaban el espacio mínimo para poder conceder la cedula de habitabilidad de las viviendas.
Esta situación llevó a que la Comisión Municipal Permanente, que debía pronunciarse sobre el asunto, lo dejara encima de la mesa durante ocho días, ocho días en los que pidió al arquitecto municipal que, si convenía, hiciera otro informe, y a la Comisión de Policía Urbana, que explorara si había casos similares para tomar de ejemplo.
Tras más de un mes de reflexión, el arquitecto municipal no cambió su opinión, pero lo que sí cambió fue que la propiedad insinuó que si el edificio no se hacía tal como figuraba en el Proyecto, se llevaría la inversión a otra provincia. Tras esto, se autorizó la construcción de este singular edificio, no sin antes remarcar la Comisión que decide este ‘salto de la legalidad’ que, «como la pared norte de la casa sobresale de doce a catorce metros, con relación a las que actualmente están fabricadas, la Comisión Municipal Permanente acordó que debe imponerse a la propietaria la obligación de decorarla, ya que de no hacerlo así, resultaría muy feo».
Y con esto, queridos amigos, lo que sí queda muy feo es que la legalidad urbanística pasa a la irrelevancia. Y, lo que es peor: un proceso no legal que produce unas medianeras de escándalo sigue, hoy en día, en 2025, sirviendo de justificación para que los edificios históricos actuales puedan recrecerse para tapar esas medianeras… Y así hasta el infinito.
Mejor dicho, hasta el finito de nuestro patrimonio arquitectónico.