Un edificio adaptado y orientado a su emplazamiento y función, rematado de forma brillante y singular

Hoy en nuestro viaje semanal por los edificios de Gijón cruzaremos al barrio alto; nos vamos a Cimavilla. Pese a ser uno de los barrios que conserva y mantiene algunas de las edificaciones más tradicionales de la ciudad (por razones obvias, al ser el núcleo inicial de la aglomeración urbana que hoy conocemos como Gijón) no vamos a hablar de ninguna de esas construcciones tradicionales e históricas que fueron conformando el barrio, sino que nos vamos a fijar en algo más transgresor, el primer edificio singular de estilo racionalista que vio la luz en el barrio, la Fundación —actual colegio público— Honesto Batalón.
En primer lugar, vamos a ubicarnos: el colegio está situado al final de la calle que lleva su nombre, en el número 24, en el extremo más al oeste de acceso al Cerro, muy próximo al skatepark de Cimavilla. En ese privilegiado emplazamiento, aunque algo delicado por su exposición a los vientos predominantes de la zona, lo que condicionará su propio diseño, —del que hablaremos más adelante— fue donde el Ayuntamiento de Gijón donó el suelo para que los albaceas de la herencia de Honesto Batalón Rodríguez pudieran construir un colegio para las niñas pobres del barrio, una de las peticiones que figuraban en el testamento de este señor, Honesto Batalón, nacido en Cudillero y que hizo fortuna en Cuba.
Una vez dispuesto el terreno, los gestores de la herencia pidieron dos cosas al Ayuntamiento de Gijón. La primera era que el Arquitecto Municipal de aquel entonces, José Avelino Díaz Fernández-Omaña (lo fue de 1932 a 1958) diseñara el edificio y dirigiera la obra, cosa que, previa consulta al Colegio Oficial de Arquitectos por parte de la institución municipal, se logró. Con todos los parabienes concedidos, José Avelino se lanzó al diseño y construcción de esta pequeña joya que aun conservamos en la ciudad. Pero, como os decía al inicio, hay una cosa más que pidieron los albaceas, y que se puede consultar en el Archivo Municipal de Gijón en el expediente con número 418/1934, que es la «condonación de los arbitrios municipales en atención al carácter benéfico-docente de la institución». Básicamente, que se les eximiera de pagar las tasas municipales para hacer la obra que estaban fijadas en 2.061 pesetas para una obra presupuestada en 82.469 pesetas. Y así fue, en el acuerdo fechado el 3 de enero 1935 el Ayuntamiento acordó pagar las tasas fijadas para la obra.
Con toda la situación a favor, el edificio diseñado en 1934 y ejecutado y construido durante 1935 ve la luz. El diseño del edifico es nítidamente racionalista visto desde cualquier perspectiva; aunque quizá la más llamativa sea la que figura en la foto adjunta a este artículo, no es menos recomendable ver el conjunto también desde el frontal. Es necesario apreciar las curvas que envuelven todo el diseño, sea el arco de acceso, los miradores frontales o el cuerpo lateral. También, y característico del estilo, debemos apreciar el rasgado de huecos de forma horizontal, y sobre todo la sencillez y funcionalidad de todo el conjunto, donde también destacan las letras —y su tipología— implantadas en la fachada noroeste. Letras que, en un principio, en el diseño del edificio iban a ser más simples aún, en consonancia con la búsqueda de la mayor horizontalidad posible, y que solo iban a incluir el texto Fundación Batalón, pero que al final se adaptaron al nombre completo de la Fundación.
Como decíamos al inicio, el proyecto estaba pensado para ser colegio de entre treinta y cincuenta niñas pobres de la parroquia de San Pedro, y el edifico se pensó, en su totalidad, para dar el adecuado servicio interno y externo a tal fin. En la parte superior se diseñó una vivienda donde viviría la maestra encargada de dar las clases, el espacio interior se pensó teniendo en cuenta los vientos fríos y húmedos predominantes, tanto para la ubicación de la sala principal de enseñanza como la ubicación, con orientación sur, del patio exterior de juegos y el patio interior creado para poder tener un espacio a cubierto de lluvia y vientos. Un edificio adaptado y orientado a su emplazamiento y función, rematado de forma brillante y singular que espero forme parte del patrimonio arquitectónico gijonés muchos años más.