Conocido en la actualidad como la Biblioteca Pública Jovellanos, lleva siendo un templo de cultura desde los años 90 del siglo pasado, pero antes de eso fue concebido como la sede del Banco de España en Gijón
Esta semana en nuestro recorrido por los edificios más significativos de Gijón, nos vamos a parar en uno con mucha historia detrás. Conocido en la actualidad como la Biblioteca Pública Jovellanos, lleva siendo un templo de cultura desde los años 90 del siglo pasado, pero antes de eso fue concebido como la sede del Banco de España en Gijón. Pero vayamos poco a poco. Comencemos por el principio porque, desde el inicio, este espacio tiene mucho que contar. Para situarnos, por si alguien no lo está aún, estamos en la calle Jovellanos, número 23, justo al lado del Antiguo Instituto Jovellanos y casi enfrente de la iglesiona. En ese solar, la primera construcción significativa que hubo, que no la original, porque allí había unas casinas antes de todo, fue el antiguo teatro Jovellanos, que ocupó ese espacio entre 1853 y 1934 y, como nos recuerda una placa en el pórtico de entrada del actual edificio, fue donde se proyectó la primera película donde hubo que pagar para verla, allá por el año 1896.
Pero volvamos a nuestro edificio, cuya historia comienza tras la adquisición por el Banco de España del antiguo teatro Jovellanos. El “programa” comienza por demoler el anterior inmueble y diseñar el edificio que vemos en la actualidad. El proyecto, que arranca en 1935, es obra del arquitecto Luis Menéndez Pidal. Desde ese año, y como sucedió con muchos otros proyectos de la ciudad -por razones tan evidentes como que el país se vio sumido en una terrible guerra- todo quedó parado, y no es hasta 1944 cuando el proyecto para construir el Banco se retoma. Se retoma, pero no sin problemas, puesto que en aquel momento el país estaba poco más o menos que destrozado y no había disponibilidad de prácticamente nada, como hierro, por ejemplo, hecho que llega a paralizar la obra. Estas vicisitudes, junto con otras del tipo de las modificaciones realizadas sobre el proyecto inicial, o problemas de permisos de instalación de vallas, retrasan su finalización hasta 1950 y su inauguración hasta 1952, casi 18 años después del inicio de la obra. Parece que la dinámica en nuestra ciudad es que los plazos de ejecución de alguna de las obras se midan en décadas como si fueran meses. Más allá de todo esto, fijémonos ahora en el edificio. Sótanos aparte (este edificio, como muchos otros de la época, también fue diseñado proyectando en ellos un refugio antiaéreo), la planta más espectacular, de las tres que tiene, es la planta baja (hoy en día la veremos reformada, en los años 90, como el resto) pero que sigue destacando por su espectacular pórtico de entrada y sus dos columnas jónicas de más de 11 metros de altura. Esta espectacular entrada tenía tres motivos: el primero, salvar, a través de las escaleras, la altura para el acceso a la planta vestíbulo del Banco; el segundo, darle ese carácter monumental propio de este tipo de edificios y que además era del gusto de la época -puesto que desde el régimen imperante se buscaba una especie de imagen de arquitectura “nacional” que nunca llegó a ningún sitio- y el tercer motivo, y no menos importante, porque de esa manera se tenía un espacio atechado de acceso y salida, que viene muy bien en climas lluviosos como el nuestro. Vamos, un win-win de la época. Por encima de esa planta noble se ubicaba la planta de residencia de los responsables del banco, una planta que daba rienda suelta al lujo y la ostentación propias del cargo. Encima de ella se ubicaba la planta donde vivirían los ordenanzas y sus familias, con muchos menos lujos, como podríais esperar, y aun por encima, un pequeño recinto para otro espacio habitable y de servicio a los responsables de la sucursal del Banco de Gijón. Si a ello añadimos que también contaba con un espacio de archivo, que necesitaba contar con una temperatura controlada, y con un depósito de agua de gran capacidad en la parte superior, el edificio constituía una pequeña fortaleza con pretensiones de autosuficiencia. Y como último apunte, el edificio tiene algo de ovetense, porque la caliza de capiteles, basas y demás elementos ornamentales proceden de las canteras del Naranco.
Como ya hemos señalado anteriormente, en la actualidad se puede observar que el edificio ha sido reformado interiormente en su totalidad para albergar una Biblioteca, cerrando, quién sabe ya si definitivamente, el circulo de usos tan singulares que se han dado en este céntrico solar gijonés.