Un edificio ante el que nadie permanece impasible y al que es imposible no mirar si pasamos cerca de él

Una maravilla.
Con estas palabras podemos empezar, y terminar, el artículo de edificios de Gijón de esta semana. ¡Una auténtica maravilla! Eso, si queremos ser más expresivos. Y es que hoy voy a escribir de un edificio ante el que nadie permanece impasible, y al que es imposible no mirar si pasamos cerca de él. Una pequeña joya que a punto estuvo de no construirse. Pero vayamos poco a poco.
El edificio de esta semana surge de un encargo del potentado Bernardo Madiedo Valdés al estudio Del Busto. Manuel y Juan Manuel del Busto, padre e hijo, presentan el 28 de enero de 1931 la memoria del proyecto de edificio, que ocupa la esquina de Marques de San Esteban con la calle Pedro Duro y con la calle Almacenes. Esta obra de arte del art decó versión astur tardó un año en construirse. Al contrario que en anteriores artículos, iremos hoy del detalle a la historia. El detalle del edificio es todo él, empezando por su original y vistoso estilo, el art decó, en el que Manuel y Juan Manuel del Busto se manejaron con excepcional maestría. No es casualidad, puesto que, sumado al conocimiento adquirido a través de todo tipo de revistas especializadas internacionales, y algún viaje por Europa, Manuel del Busto aprovecha su estancia en La Habana, supervisando el espectacular proyecto constructivo del Centro Asturiano de La Habana, para cruzar el charco durante 1926 y 1927, y visitar Florida y, especialmente, Nueva York, donde se están iniciando la construcción de llamativos rascacielos en estilo art decó. Este estilo, volviendo a nuestro edificio gijonés, lo apreciamos en la particular decoración precolombina que rodea las dos torres en esquina; en la continua ruptura de líneas que apreciamos en los marcos de las ventanas, de las puertas, de los huecos, o en las decoraciones, a modo de escudos medievales, que vemos en la última planta, justo bajo el piso de las torres. A esa decoración debemos añadir los cuidados y llamativos detalles de la forja, presente en los balcones y miradores, o el grandioso portal de hierro y cristal, elementos ambos que van muy de la mano de este efectista estilo. Su color gris, derivado de la caliza que lo recubre en su totalidad, le imprime también una característica única y original.
El edificio, que en la actualidad es un suntuoso hotel, fue en inicio concebido con unos bajos comerciales -se puede apreciar, si nos fijamos con detalle-, un entresuelo para oficinas, y el resto de alturas, para viviendas en alquiler, como prácticamente todos los edificios que se construían en aquel momento.
Decíamos al inicio que este bellezón art decó casi no llega a construirse. Cuatro días antes de presentar la memoria constructiva del edificio por el estudio de Del Busto, el apoderado del promotor del edificio, Evaristo Eguren, presentó un escrito al Ayuntamiento señalando que, en la última sesión plenaria, se había acordado abrir una gran vía diagonal, de 18 metros de ancho, desde la plaza del Carmen hasta el entorno del actual Museo del Ferrocarril. Dicha vía, pensada para dar un acceso alternativo al centro de la villa desde la Estación del Norte, atravesaría por completo -señala el apoderado de Bernardo Madievo- las propiedades de su representado, impidiendo cualquier construcción. Ante este hecho, la ‘prosa’ del apoderado en la misiva remitida al Consistorio, y que está disponible para consulta en el Archivo Municipal de Gijón, se vuelve muy sugerente, al plantear al Ayuntamiento tres soluciones: o indemnizar al propietario de los terrenos con el precio que pagó por ellos, más todos los gastos generados; o desviar esa diagonal de la zona que afecte a sus propiedades, o dejarles hacer el edificio en el que su representado iba a gastarse la friolera de 500.000 pesetas. Es evidente lo que dictaminó el Gobierno local, casi de manera inmediata.
El segundo motivo que generó dudas, aunque durante muy poco tiempo, es que el edificio, como solía ser el caso de numerosos edificios diseñados por el estudio Del Busto, superaba en altura lo permitido en las calles donde se ejecutaría. En concreto no debería superar los 15 metros, pero llegó hasta los 21,50 metros, hecho que señaló el arquitecto municipal en su informe sobre el proyecto. Curiosamente, el siguiente órgano en dictaminar sobre si esto se debía permitir, o no, la Comisión de Policía Urbana (una especie de Comisión de Urbanismo actual), no tomó ninguna decisión, y elevó al Pleno Municipal la decisión final, cosa que sucedió el 7 de febrero de 1931, cuando se decidió, sin más, “transigir con ello”, siguiendo el precedente de otras edificaciones (incluidas algunas previas de Del Busto). En menos de diez días quedaron solventados todos los problemas para poder construir un edificio absolutamente espectacular, y que nos vuelve a mostrar esa pequeña contradicción: cómo, a partir de unas decisiones políticas y administrativas cuanto menos ‘discutibles’, se obtiene como resultado un elemento destacado del catálogo arquitectónico y patrimonial, durante muchos años, esperemos, de Gijón.
Una maravilla.