Si estamos hablando de este edificio es porque su ‘belleza, tipismo o carácter’, tal y como lo conocemos, tiene los días contados. La actual empresa propietaria tiene los permisos pertinentes para demoler el edificio
No os voy a negar que lanzarse a escribir sobre los edificios de Gijón es algo a lo que le tenía ganas y que me gusta. No esperéis un minucioso análisis arquitectónico, ni tampoco una profusa enumeración de hechos históricos entorno a su evolución, aunque algo de todo eso habrá. Pero lo que sí voy a intentar, lo que creo que es importante, es poner en el contexto actual los edificios que vemos en Gijón, e intentar pensar entre todos la ciudad que nos queda y la ciudad que quisiéramos tener en un futuro.
Para este juego de lo que si hablaré con asiduidad es de dos herramientas básicas para entender lo que pasa con nuestros edificios, que son dos normas urbanísticas fundamentales, el Reglamento de Ordenación del Territorio y Urbanismo del Principado de Asturias (ROTU) del 2022, y el Catálogo Urbanístico vigente en Gijón, aprobado en 2019. Creo que es esencial que estas herramientas de consulta pública y que cualquiera se puede descargar, del BOPA en el caso del primero, o de la página web del Ayuntamiento de Gijón el segundo, bajen al día a día, se lean y se utilicen, porque es la mejor manera de que cualquier ciudadano pueda ser consciente de lo que pasa y de lo que NO debería pasar con nuestro urbanismo. Si cuando escribo artículos sobre edificios soy capaz de trasmitir que en caso de duda sobre lo que afecte a un edificio singular – o no- de nuestra ciudad, lo que hay que hacer es echarle un ojo al Catalogo y/o al ROTU, pues con eso ya estaría.
Hechas las presentaciones, creo que lo mejor es pasar a lo concreto y me gustaría comenzar este primer artículo con un edificio que últimamente está dando bastante que hablar en la ciudad, el denominado por la prensa como edificio El Jazmín. Lo llaman así por una mítica mercería que ocupó sus bajos hace ya tiempo, pero en realidad al edificio lo podemos conocer por el nombre que figura en la ficha del Catálogo Urbanístico: Plaza de Europa 9. La ficha del edificio es la ED-451-A. Traducir esta ficha es muy sencillo, lo de ‘ED’ es porque es un edificio. El Catalogo Urbanístico además de preservar edificios también refleja árboles singulares, jardines, industrias, yacimientos arqueológicos, etc, cada uno con sus iniciales.
El número es eso, su número dentro de todos los edificios protegidos, que en esta categoría llegan a la cifra de 682. Y la última letra, la ‘A’, indica el nivel de protección que tiene, ambiental en este caso. Hay tres niveles de protección, integral ‘I’, el que más protección otorga dado que trata de proteger a la totalidad del bien a preservar, el parcial ‘P’, que le da una protección intermedia y trata de salvaguardar, al menos parcialmente, una parte del edificio señalado y la ambiental, que le da protección, pero digamos que la justita. Pero quedémonos con el edificio del que estamos hablando hoy, que tiene una protección ambiental. Pues esta protección en la norma urbanística que siempre tendremos presente, el ROTU, viene definida de la siguiente manera: «En el nivel de protección ambiental se integran los bienes que, aún sin presentar en sí mismos un valor intrínseco, contribuyen a definir un ambiente de interés por su belleza, tipismo o carácter tradicional».
No me gusta nada poner citas textuales porque creo que hacen los artículos un poco infumables, y os pido perdón por ello, pero creo que en este caso era necesario, ya que si estamos hablando de este edificio es porque su ‘belleza, tipismo o carácter’, tal y como lo conocemos, tiene los días contados. La actual empresa propietaria tiene los permisos pertinentes para demoler el edificio. La manzana completa. Y aquí empieza uno a preguntarse todo tipo de cosas y plantearse lo que está pasando con el urbanismo gijonés.
Pensemos en la siguiente secuencia: tenemos un edificio antiguo, se abandona, se deja caer, se alcanza la ruina técnica y la económica, hasta que se hace imposible de solventar de ninguna manera, tanto técnica como económicamente, y entonces ya está. Podemos ahora usar el solar con la única “limitación” de reproducir cómo era la fachada. Y por supuesto, ahora podemos recrecer, capítulo este que conviene ampliar. Pero antes aclaremos que es esto de hacer un recrecido. El recrecido consiste en añadir una o más plantas sobre el edificio original, convirtiéndose, en muchas ocasiones, en un edificio (bastante horrible como norma general) colocado encima del otro. Este hecho, del que se abusa en nuestra ciudad, alcanza su máxima desfachatez y cinismo con la justificación técnica que lo acompaña y que lo justifica (la justificación técnica que se ha usado para las decenas de recrecidos que van asolando nuestra ciudad en las últimas dos décadas, merece un capítulo en sí misma), que es la diferencia de altura del edificio histórico con “las medianeras” adyacentes.
Las medianeras son esas paredes laterales, descubiertas y sin huecos, de muchos edificios que se construyeron en Gijón. La mayor parte de ellas, y las más brutales, son las que originaron los edificios construidos en la década de los años 60 y 70 en nuestra ciudad, en pleno desarrollismo y dictadura, en la que las normas urbanísticas eran un papel mojado en la mayor parte de las ocasiones. Pues esos edificios, alegales en su origen en muchos casos, con alturas de 8, 10, 12 o 14 plantas y que son el resultado del salvajismo urbanístico sobre el casco histórico, resultan ser, ahora, en pleno 2024, la justificación técnica para que a edificios históricos como el que estamos hablando se le puedan añadir dos plantas y un ático. Es más, la justificación técnica señala que el edificio, con su altura actual, queda un poco escondido en ese entorno y que es necesario alzarlo.
Fijaos si el asunto, y la justificación, es sonrojante que, en esa misma línea de manzana, entre la Plaza Europa y la Plaza del Seis de Agosto, se encuentra el Mercado del Sur, obra de Mariano Medarde de 1899, de unos veinte años antes que “nuestro” edificio. Bajo esta premisa de las alturas que está contribuyendo a la desaparición del edificio del que estamos hablando, pues supongo que este mercado también acabará estorbando, puesto que tiene solo dos alturas y como está rodeado de edificios o bien ya con recrecidos o bien de tropecientas alturas, pues nada, que se lo lleven por delante. Si el Ayuntamiento de Gijón quiere preservar algo del patrimonio arquitectónico que queda en la ciudad, y que mes a mes se va reduciendo, debe tratar de preservar el sentido común en las actuaciones urbanísticas. Que el edificio de El Jazmín pase de los actuales 5.300 metros cuadrados construidos a los casi 9.000 metros cuadrados proyectados, con recrecidos y ático, nos dice que el único objetivo de todo esto ha sido sacar más rentabilidad a ese solar. Y, evidentemente, a ninguna empresa privada le preocupa que la ciudad pierda valor patrimonial o arquitectónico, pero al Ayuntamiento y a la Comisión pertinente de analizar las particularidades y alegaciones que se presentan cada vez que alguna constructora quiere hacer algo con edificios catalogados, sí le debería preocupar.
¿Qué belleza, qué tipismo o qué carácter tradicional, como señala la norma urbanística, nos va a quedar con un edificio recrecido y reconstruido desde cero? ¿Qué alma le queda a la ciudad? Ninguna.
Que guapo es hablar por hablar….este artículo es un claro ejemplo
Especulación pura y dura. En esta ciudad no aprenden nunca
Bienvenida esta sección, promete ser muy interesante.
Si de lo que se trata es de sacar más dinero veremos más monstruos como el de Dindurra- Sta Doradía ,en San Bernardo esquina Emilio Villa o en Jovellanos esquina Cabrales.
Solo recuerdo que obligarán a rebajar alturas ya construidas en Fernandez Miranda frente al Molinon