«La implicación de las instituciones en la educación ciudadana ha permitido que, en cuarenta años de oferta de la Universidad Popular, miles de adultos hayan podido a acceder a una formación a la que de otra manera no habrían podido acceder«


Gijón coordinará la Red Estatal de Ciudades Educadoras hasta 2023 y presenta sólidos argumentos para ser Capital Europea de la Cultura en 2031. Estos titulares generaron la siguiente pregunta y posterior tertulia escuchada en una concurrida terraza durante el fin de semana: “¿Y esto pa que sirve? Pa perder el tiempo y pa que algunos chupen del bote”.
La tan penosa y desgraciadamente repetida costumbre de denostar lo que no se sabe y pensar que lo no se conoce no sirve de nada o solo sirve a intereses espurios solo puede reforzar mi firme creencia en lo que hoy defiendo en esta columna y que debería formar parte del ADN de toda sociedad que se considere racional. La educación y la cultura son dos de los pilares sociales que necesitan un respaldo inequívoco por parte de las instituciones.
En 1936, Ortega y Gasset afirmaba en su libro Misión de la Universidad que, como principio de educación, “la escuela, como institución normal de un país, depende mucho más del aire público en que íntegramente flota que del aire pedagógico artificialmente producido dentro de sus muros. Sólo cuando hay ecuación entre la presión de uno y otro aire la escuela es buena”. Es decir, la educación no se reduce a la acción de la escuela porque éstas son una pieza más en el complejo puzzle de las ciudades
La Carta de Ciudades Educadoras dejó clara hace más de 25 años su apuesta firme por la educación como un derecho que hay que garantizar a lo largo de toda la vida, el desarrollo de programas educativos, o la educación a través de la participación y la cultura, con equipamientos descentralizados en los barrios y que, en muchos casos, nace desde el tejido asociativo.
Por eso, que Gijón sea la ciudad coordinadora de la Red Estatal de Ciudades Educadoras entre 2022 y 2023 no solo pone en valor las principales líneas de trabajo en materia educativa que se llevan a cabo, sino que debe ser un acicate para potenciar la preocupación por la educación ciudadana consagrada en el Año europeo de la ciudadanía por parte del Consejo de Europa. Más allá de ocupar la coordinación de un colectivo de ciudades, esta red estatal es una excelente plataforma para ver y también comparar.
La implicación de las instituciones en la educación ciudadana ha permitido que, en cuarenta años de oferta de la Universidad Popular, miles de adultos hayan podido a acceder a una formación a la que de otra manera no habrían podido acceder. De igual manera, del trabajo institucional en favor de la educación surgió la red de escuelas infantiles municipales o los programas de actividades extraescolares para estudiantes desde Primaria a Formación Profesional.
Añadamos a esta labor educativa de las instituciones que la relación entre educación y cultura prácticamente tiene que ser inseparable. La educación surge de la cultura y ésta se desarrolla gracias a la educación. Por eso Gijón tiene argumentos más que sólidos para optar a la capitalidad europea de la Cultura en 2031. Desde la labor histórica de los Ateneos a las bibliotecas populares, Gijón ha trabajado con mejor o peor acierto, pero con gran ahínco, para convertirse en una ciudad con oportunidades culturales para todos.
No pretendo convencer a quien desde su púlpito de chigre se aferra al garrulismo. Hoy solo quiero defender de manera convencida de que sin una educación y una cultura respaldada por las instituciones seríamos una sociedad en la que los únicos argumentos que podríamos esgrimir serían los que en pleno siglo XXI nos siguen aturdiendo con el sonido de las explosiones, la agresión al diferente y el desprecio a lo que no se conoce. Frente a todo eso y a todos ellos, educación. Y ya que celebramos el Día Mundial de la Poesía, les recuerdo que realmente la cultura es la única arma cargada de futuro.