«Cuando ya estaba cerca frené y pité que casi reviento el pito, pité de tal forma que te pueden hasta multar, pero él no se detuvo, se abalanzó sobre el coche aumentando su velocidad», afirma
El acusado de atropellar mortalmente a Mamel Castañón en Oviedo, en mayo de 2019, y darse a la fuga, ha declarado este miércoles que cuando vio a la víctima cruzar «de manera oblicua» y con el semáforo en verde para los vehículos pitó en numerosas ocasiones. «Cuando ya estaba cerca frené y pité que casi reviento el pito, pité de tal forma que te pueden hasta multar, pero él no se detuvo, se abalanzó sobre el coche aumentando su velocidad», ha dicho.
El procesado, que únicamente ha respondido a su abogado, Ricardo Álvarez Buylla, ha explicado que en el momento de los hechos circulaba «más o menos a 50 o 55 kilómetros por hora» y aunque «no está seguro» cree que quizás a menos de esa velocidad.
Ha indicado que en ese momento «no había ni peatones ni coches y Oviedo desierto». «Lo primero que observé es que los semáforos estaban en verde y vi que salió -la víctima- de la nada, tenía el primer pie en la carretera y siguió cruzando. Cuando me percaté de su presencia pité dos veces cuando estaba a unos 30 metros, pero él continúa cruzando, entonces yo levanto el pie del acelerador y el cruza en forma diagonal u oblicua», ha declarado ante la Jueza del Penal número 3 de Oviedo.
Sin embargo los agentes que han prestado declaración han indicado que los informes realizados estiman que la velocidad que llevaba el vehículo del acusado era «sobresalientemente superior a los 50 Kilómetros hora por muchas cosas, desde el desplazamiento en el cuerpo de la víctima a los daños en el vehículo». Así calculan «en unos 87 kilómetros por hora» la velocidad del coche con «una frenada moderada y no una frenada de emergencia e instintiva». Así se sostiene que la velocidad de impacto en el peatón es de 63 kilómetros por hora.
En el juicio, tras el acusado han prestado declaración numerosos testigos, entre ellos varios agentes de la Policía Local. Uno de ellos los agentes que localizó el vehículo del acusado en Colloto ha explicado que el mismo «tenía el parabrisas completamente fracturado» y la carrocería hundida de manera coincidente con el cuerpo de la persona atropellada. No obstante ha reconocido que no existen fotografías en el atestado porque no contaba con cámara de dotación.
Otro testigo ha explicado que el día de los hechos cuando cruzaba en la calle Jovellanos, oyó un golpe que pensó que era un contenedor de basura pero inmediatamente vieron «pasar un coche a toda velocidad» que les puso a él y sus amigos en peligro y que siguió calle abajo. Además pudo ver que era «un Honda Civic azul», vehículo del acusado. Ha indicado que «no oyeron tocar el claxon» en ningún momento y ha asegurado que en ese momento había «mucha gente en la calle». «Había mucha gente en las aceras y una terraza con gente», ha dicho.
También ha declarado un hombre que ha relatado cómo la noche del atropello coincidieron en paralelo en un semáforo de la calle Marqués de Santa Cruz con el vehículo del acusado «que estaba haciendo el tonto y aspavientos, dando acelerones y después saliendo a gran velocidad del semáforo«. «Nosotros vimos caer a una persona desde lo alto -a la víctima-, pero no vimos el atropello en sí y que el coche no paró. Yo tiré a gran velocidad detrás del coche para ver si lo alcanzaba pero no lo vi, igual iba a 100 por hora pero no lo vi», ha explicado.
Su compañero ha ratificado ese testimonio y ha asegurado que «él vio salir algo por los aires que incluso pensó que era que había tirado algo por la ventanilla». «Imagínese el golpe cómo fue», ha añadido.
Por su parte, el dueño del bar de Colloto al que fue el acusado tras el atropello ha indicado que ese día lo vio «diferente» y le comentó «que la había liado». La camarera del establecimiento ha asegurado que lo vio «agitado y nervioso, pero no muy borracho». Además ha asegurado que el acusado comentó que «creía que había atropellado un jabalí». Después, el procesado discutió con una clienta y el dueño del bar acabó echándole del mismo.
El taxista que después le trasladó hasta el club de alterne ha explicado al Tribunal que cree que el hombre estaba «bebido, pero sabía perfectamente lo que estaba diciendo» y tampoco notó que estuviese «abatido».
En el mismo sentido, uno de los agentes que acudió a casa del acusado para detenerle ha indicado que el mismo estaba «ebrio, pasota y apático», pero «en modo alguno arrepentido».
Los hechos según el Ministerio Fiscal
Según el Ministerio Fiscal, sobre las 3:30 horas del día 26 de mayo de 2019, el acusado circulaba en un Honda Civic por la calle Argüelles, en Oviedo, procedente de la Plaza de La Escandalera, en un tramo con sentido único de circulación, con dos carriles amplios (el acusado iba por el izquierdo) y una limitación de velocidad de 30 km/hora. Así, no se detuvo ante la presencia del peatón, Mamel Castañón, que en ese momento cruzaba la calle de derecha a izquierda. La víctima fue alcanzada por el vehículo, que tras golpearlo contra el capó y el parabrisas delantero, lo lanzó por el aire hasta dar contra un semáforo, desde donde rebotó y quedó tendido en el centro del carril izquierdo, unos metros más adelante.
El acusado continuó circulando hasta llegar a la localidad de Colloto y, a la altura del número 130 de la carretera N-634, estacionó su vehículo en las proximidades del establecimiento de hostelería ‘Lo de Marce’ donde permaneció hasta las 4:31 horas, momento en que solicitó un servicio de taxi para desplazarse al club de alterne «Delphos», en cuyo interior estuvo hasta las 8:30 horas. Volvió a su casa en otro taxi. Allí fue localizado y detenido por miembros de la Policía Local de Oviedo.
La Fiscalía considera que los hechos son constitutivos de un delito de conducción temeraria, en concurso con un delito de homicidio por imprudencia grave por abandono del lugar de los hechos. Por ello solicita se condene al acusado a 6 años de cárcel y retirada del carné de conducir por 8 años, lo supondría la pérdida de la vigencia de la licencia o permiso que habilite para la conducción. Las acusaciones particulares, ejercidas por el padre y la madre del fallecido, por su parte solicitan ocho años de prisión para el acusado.