Se cierra un ‘año horrible’ para técnicos y expertos en materia pública, con clara exhibición de tener el punto de mira siempre desviado. Ahí están, como vivos ejemplos, desde la absurda polémica de Naval Azul hasta el frustrado traslado del Albergue y el ‘no museo’ de Nicanor Piñole en Cimadevilla, sin olvidar el inesperado intento de minar el mercadillo navideño de Begoña para 2026. Cuatro hojas marchitas con vida propia y para olvidar
Incluso en una ciudad marcada por los imposibles, siempre hay ese rayo de luz que ilumina la esperanza, que anima a pensar en un futuro esperanzador y lleno de nuevas posibilidades. No todo está perdido. Gijón ha superado, incluso, el fatídico ‘año de la franja’. Ha recuperado para el disfrute ciudadano un erial donde, tampoco hace tanto tiempo, las batallas campales de trabajadores del naval y las fuerzas del orden eran el pan de cada día todos los miércoles y viernes, y no precisamente para repartir caramelos. Gomeros armados con tornillería y pelotas de goma a modo de balas compartían espacio en una suerte de teatrillo en el que los gerifaltes de puños blancos veían venirse abajo las gradas de los astilleros sin inmutarse, sin mover un pelo de su brillante gomina. Ahora todo es diferente. Las guerras se dilucidan en los consejos de administración alrededor de una mesa, generalmente ovalada, en la que no brota la sangre, pero sí quedan heridas de guerra.
Gijón cierra un año que será recordado así, como ‘el de la franja’, por obra y gracia (poca gracia) de la nueva presidenta de la Autoridad Portuaria que, llegada del extrarradio gijonés, se empecinó en una batalla abocada al fracaso y, claro, fracasó. El Natahoyo tendrá ‘paseo azul’, una zona de esparcimiento digna de figurar en los manuales de curiosidades: comienza en unas ruinas, véase naves de Pymar, y termina, poco después, en una fábrica de tanques de guerra. ¿Alguien da más? Y es que, anécdotas al margen, se antoja que 2025 fue un ‘año horrible’ para sostener el mito de la infalibilidad de los técnicos y de su sapiencia absoluta. El fiasco de los expertos de El Musel en relación con la manida franja es un ejemplo, pero sin necesidad de escarbar demasiado, hubo otros no menos gloriosos para completar el póquer anual de manifiestos chascos, que abren un panorama para el nuevo ciclo político que se presenta apasionante. Vamos a ello.
Todo es discutible, pero quizás en el número uno del ranking, por aquello de la repercusión pública del famoso escrache a la alcaldesa tras la ruidosa inauguración de la capilla de San Esteban, se sitúe el frustrado traslado temporal de los inquilinos del Albergue Covadonga al ahora cerrado viejo Hogar de San José. Meses de trabajo de los técnicos y de los expertos en la materia acabaron, de un plumazo, en la papelera. Todo estaba, a decir de las mentes pensantes, bajo estricto control, hasta el acuerdo con la Compañía de Jesús, con cifras mareantes de por medio, a decir, al menos, de los manifestantes díscolos. El papel todo lo aguanta, pero los vecinos no tanto. Hubo mucho ruido y Carmen Moriyón tiró de galones. Se llevó por delante el acuerdo con los Jesuitas y, por ende, el trabajo del concejal del Partido Popular Guzmán Pendas, a la sazón, presidente de la Fundación de Servicios Sociales, y de su directora, Covadonga Landín, que también se comió el sapo de la evidente desautorización. Incluso hay quien dice que, tras el trago de bilis, amagó con presentar la dimisión de su cargo. La digestión, al menos de momento, no llegó a tanto. En suma, no habrá traslado al Hogar de San José y, de momento, no está claro si lo habrá a alguna parte. La dispersión, para los técnicos, incluida la propia señora Landín, es una locura incontrolable, pero los expertos, en este caso también, parecen jugar el papel de figuras decorativas. Habrá que esperar.
Salvados los escollos de la ‘franja azul’ y de los servicios sociales, la tercera hoja del trébol de los despropósitos técnicos versión 2025 se la llevaría, por méritos propios, el ´no traslado’ del Museo Nicanor Piñole al ‘no museo’ de Cimadevilla. Una vez más, todas las piezas cuadraban, al menos para algunos, y la pinacoteca dejaría su histórica sede del Asilo Pola para mudarse al barrio alto, dejando su lugar para una Casa de Encuentro de Mujeres. ¿El problema? Ni existe museo ‘suplente’ (ni se sabe cuándo existirá), ni las mujeres implicadas en el operativo estaban por la labor de cambiar su actual ubicación al edificio de la plaza de Europa. Al cambio, ‘todo a favor’. Además, para meter más gasolina al asunto, la pervivencia del legado del pintor en su ciudad natal, a consecuencia de las condiciones de la donación, estaba más que en entredicho. Una vez más, todo el sesudo trabajo técnico de los expertos municipales se venía abajo. Visto el desaguisado, la alcaldesa de la ciudad tiró de recursos, de freno de mano o como se quiera llamar y lo escrito y definido en decenas de papeles acabó en la máquina destripadora de folios. En suma, no habrá Casa de Mujeres en el Asilo Pola, ni habrá exposición temporal (que se presumía eterna) de obras de Nicanor Piñole en el Palacio de Revillagigedo, y no habrá cierre del actual museo, más allá del tiempo necesario para su reforma. En suma, toneladas de paja para que las cosas queden como están. Bueno, todas menos el prestigio de unos técnicos pensantes que, es probable, se dejan llevar por criterios políticos y, al final, todos en equipo se van juntos (incluso revueltos) por el sumidero. Habrá que esperar.
La cuarta hoja para cerrar el ‘trébol de las desdichas’ del año que ahora agoniza no es tan imputable, al menos en principio, al agotador talento de los expertos que pululan alrededor del poder, en sus diferentes facetas. Este cuarto apéndice tiene una connotación más simbólica por lo que supone de autodestrucción. Tres años lleva el PP de Gijón, ahora con parcela de poder en el ayuntamiento, intentando crear un gran mercadillo de Navidad en el paseo de Begoña y los Campinos, como elemento capitalizador de la ciudad y, por qué no decirlo, como sello de identidad propia como partido político. Tres años en los que Foro, que es quien maneja los dineros municipales, no les aportó los fondos mínimos para llevar ese proyecto a cabo. Pues bien, cuando parece que se abren las puertas para ello con vistas a las navidades de 2026, resulta que sus ilusionados promotores se encuentran con que la presidenta de la Unión de Comerciantes del Principado de Asturias se manifiesta públicamente en contra. Lo que es bueno para Oviedo y apoya el ayuntamiento capitalino, por citar un ejemplo, no lo es para Gijón, en opinión de la representante de los minoristas. El posicionamiento cayó como una bomba entre los promotores del futuro mercadillo, que no disimulan su disgusto ni tampoco la sombra de otro tipo de motivación, alejada de cuestiones comerciales, en la pública y díscola postura de doña Sara Menéndez. Habrá que esperar.
Lo dicho, 2025 no ha sido un año ejemplar para los siempre recurrentes expertos, esos que son utilizados por los políticos, por todos los políticos, cuan papel desechable para justificar cualquier genialidad. Franja azul, Museo Piñole, Albergue Covadonga y Mercadillo de Navidad son cuatro ‘puntos verdes’ de un trébol que no creció con demasiada fortuna, claro que esto tampoco es nuevo. No hace tanto, los prestigiosos técnicos municipales, algunos, vaticinaban que la plaza de toros de El Bibio podía venirse abajo a poco que un par de jilgueros osaran posarse en uno de sus tendidos. La solución urgente era cerrarla a cal y canto en pro de la seguridad general. Lo sucedido después es más que conocido. Ya se sabe aquello de: ‘expertos quiere la Santa Madre Iglesia’. Al cambio: ‘habemus’ informe a la carta. Amén.
