Se van sumando años y poemarios en la vida del escritor «maldito» del barrio alto y los que sentimos cercanas sus palabras, afiladas como un buen cuchillo jamonero, queremos verdad, su verdad y la nuestra, sin adornos
Esa última ‘rayadina’ de sol sorprende a David González en la terraza del Sixty con la mirada puesta en el muelle. Apurando una tarde de cervezas y pensamientos erráticos. Aparecen por sorpresa paraguas cogidos a personas, presagiando nubes oscuras que van tomando posiciones y David sabe que ese es el momento de ir sacando las llaves de casa. No le gustan los paraguas, si llueve hay que mojarse. Siempre es necesario mojarse…
Lleva bailando González con los versos más descarnados desde los veintitantos años, dice que «la poesía es una campana que avisa del peligro». Quedan lejos los 90 con aquel poemario titulado: «Ojo de buey, cuchillo y tijera». Quedan atrás los silencios, amarguras y el conflicto paterno. Su profesora particular, Mari Paz, leyendo el Quijote en la cocina. El atraco y la cárcel. Espacios en blanco, abrazos con saña, temblores cotidianos. Juegos de infancia en «El Resbalón», detrás del Colegio Honesto Batalón, y la celebrada, pisada, diaria Plaza de la Soledad. Quedan atrás y a la vez siguen presentes a la hora de encender a solas ese cigarrillo de propina. Recordando los viejos tiempos de un barrio de cigarreras, pescaderas, putas y yonquis en una Cimavilla canalla, brutal y auténtica.
Esta semana seguía siendo un hueso sin tuétano, un paseo para turistas.»Sencilla y grandiosa», así es la poesía de David González. Lo comenta una de las poetas de referencia para este ilustre playu: Julia Navas Moreno. Otros bardos como Alejandro Mallada, José Yebra, Carmen Nuevo, Antonio Orihuela y Manolo Abad también están entre sus lecturas favoritas. Se van sumando años y poemarios en la vida del escritor «maldito» del barrio alto y los que sentimos cercanas sus palabras, afiladas como un buen cuchillo jamonero, queremos verdad, su verdad y la nuestra, sin adornos. No los necesita el vate que se «queda mirando fijamente las baldosas del suelo sin reconocerlas, ni reconocer en ellas los pasos perdidos». Comienza González este 2022 con un nuevo hijo de papel: «Gentes del bronce». Y abraza en este último libro el relato con maestría de orfebre veterano, regalando personajes sin concesiones, nacidos algunos en el roquedal.
Conocedores de las reglas del juego, capaces de crecer y cuidar sin darse importancia. Antes de dormir, David pinchará la música de su amigo Belo de fondo y a oscuras, guardará todos sus anillos en la misma caja, que luego se pierden, y seguirá fumando en calma. Mañana no piensa madrugar y desayunará manzanas pasadas las doce. Estrenará unas bambas color sangre, guapísimas. Llegará de vuelta a casa con dos manzanas rojas, rojas, deliciosas. Compradas en la tienda de Ana: una será para él, la otra para el gusano.
Desde la comunidad artístico literaria, Ágora Siglo XXI, muchas gracias por esta crónica/reseña sobre la obra de David González.
Aquí os dejamos el enlace, por si alguien estuviese interesado en la obra:
https://www.agoraxxi.com/david-gonzalez/
qué texto tan bello, no nos conocemos, pero gracias Monchi ♥︎