Políticas que vayan en contra de la conservación de esta raza, como la prohibición de espectáculos taurinos, además de ser propias de regímenes ya pasados por suponer una censura, contravendrían el bienestar animal del ganado bravo favoreciendo a su lenta extinción
Cualquier ciudadano puede consultar en el Catálogo Oficial de Razas de Ganado de España recogido en el Real Decreto 45/2019, de 8 de febrero, y aprobado por el Consejo de Ministros del gobierno socialista, que la raza Lidia de la especie bovina está reconocida, junto con la Asturiana de la Montaña o Asturiana de los Valles, entre otras, como raza autóctona. Razas autóctonas, definidas en el propio Real Decreto, son “todas aquellas razas originarias de España de protección especial y de carácter más local, que deben ser conservadas como patrimonio genético español para favorecer su expansión y evitar su abandono y extinción, al disponer en su mayoría de escasos censos poblacionales y estar sometidas a factores de riesgo, con diversos grados de amenaza”.
Asimismo, aquél que tenga acceso a internet puede comprobar en la página web del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación que la raza Lidia, también llamada ganado bravo, es “seleccionada exclusivamente para los espectáculos taurinos”. De modo que, cualquiera podría concluir, sin necesidad de ser animalista, que la razón de ser de este animal no es otro que el espectáculo taurino. Por tanto, sin espectáculo taurino, la raza Lidia de la especie bovina dejaría de tener su finalidad por ser lo que da sentido a su existencia. Así, políticas que vayan en contra de la conservación de esta raza, como la prohibición de espectáculos taurinos, además de ser propias de regímenes ya pasados por suponer una censura, contravendrían el bienestar animal del ganado bravo favoreciendo a su lenta extinción, lo que no sería, en absoluto, un progreso.
El origen del ganado bravo, según las fuentes consultadas, fue en los siglos XVI al XVIII. En Gijón, existen estudios históricos que fijan los primeros espectáculos taurinos celebrados en la Villa en el siglo XVII. Así, atendiendo a la cronología, Gijón, de alguna manera, fue participe en el origen de esta raza autóctona española de la especie bovina. Por consiguiente, estando la tauromaquia reconocida como patrimonio cultural, y proclamando la Constitución Española en su preámbulo la voluntad de la nación española de “proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones”, la prohibición de los espectáculos taurinos supondría quitar lo que pertenece al pueblo, cosa que, indudablemente, no apunta al progreso.
En conclusión, los gijoneses y amantes del mundo animal deberíamos de estar orgullosos de que la plaza de toros de “El Bibio”, inaugurada en el año 1888, sea el buque insignia asturiano que fomenta la conservación de la raza Lidia de la especia bovina, gracias a las políticas que permiten la celebración de espectáculos taurinos, patrimonio cultural inmaterial de los españoles.
Los amantes del mundo animal los quieren VIVOS.
De verdad, como se puede decir semejantes chorradas 😉
Los toros pueden ser una tradición en otras partes de España, pero no en Gijón ni en Asturias, porque es un espectáculo importado por la burguesía y claramente minoritario, aparte de que, por muchas justificaciones poéticas que nos quieran vender los taurinos, es un entretenimiento basado en la sangre y el maltrato de un ser vivo y en una representación machista del «valor», reducida meramente a los ‘cojones» del torero.