Miles de personas, entre 1.200 y 1.500 según estimaciones policiales, se manifestaron ayer para exigir una nueva supresión de las corridas, alegando el maltrato animal y el mal estado de la plaza
POR BORJA PINO Y DAMIÁN FERNÁNDEZ
La de los toros no es la única tradición que, de la mano de la revivida Feria de Begoña, retornó este martes a la ciudad. Cumpliendo con una costumbre casi tan arraigada como los propios espectáculos, miles de personas, entre 1.200 y 1.500 según estimaciones policiales, convocadas por la Asociación Nacional de Animales con Derechos y Libertad (ANADEL) y con el apoyo de diversas fuerzas políticas, tomaron los alrededores de la plaza de El Bibio en la tarde de ayer para manifestar su rechazo al regreso de las corridas al coso gijonés, y para exigir la definitiva abolición de lo que entienden como «un inadmisible acto de barbarie contra los animales». Su multitudinaria acción, intensa en lo verbal pero carente de incidentes reseñables, obtuvo una contestación testimonial por parte de la plataforma Activistas Taurófilos de Asturias (ASTAS); tres de sus casi cincuenta integrantes desplegaron frente al acceso principal una pancarta dominada por el lema ‘Gijón, toros y libertad’, su manera, a decir del vicepresidente de la entidad, de decir que «la tauromaquia es una parte más de nuestra sociedad».
Un amplio despliegue de agentes de las Unidades de Intervención Policial (UIP) y de Prevención y Reacción (UPR) de la Policía Nacional, reforzados por efectivos de la Policía Nacional, vigiló el transcurso de la marcha antitaurina, que partió de la plaza de San Miguel a la cuatro y media, tal como estaba previsto. Al grito de consignas como «¡Hoy el toro no está solo!», «¡No es cultura, es tortura!» o «¡Toros sí, toreros no!», la comitiva enfiló la calle Rui Gómez, antes de pasar a Marqués de Casa Valdés y a Aguado, desde donde, tras un estruendoso paso por Ezcurdia, penetró en la avenida de Castilla y desembocó, al fin, en el parque de Cocheras, el punto de finalización acordado con Delegación de Gobierno. Un trayecto que se cubrió en menos de una hora, bajo decenas de pancartas y al son de los silbatos, las vuvuzelas y las cacerolas golpeadas con las que hombres y mujeres de todas las edades, extracciones sociales y condiciones, incluido un buen número de niños, se armaron para la ocasión. «Con el día que hace, y siendo festivo, ha venido bastante gente, aunque contábamos con no tener que volver», reflexionaba Fernanda Blanco, portavoz de ANADEL, convencida de que la reapertura del coso ha sido «una decisión un tanto arbitraria. En este caso, con el cambio de gobierno sabíamos que podía ocurrir; hemos puesto varias denuncias e intentado pararlo, porque tenemos conocimiento de unos informes técnicos nos dicen que la plaza no está en buenas condiciones, pero no hemos recibido respuesta».
No fue hasta que la concentración en el parque se completó cuando se dieron los escasos conatos de lo que podría entenderse como tensiones entre las partes. Con la llegada a El Bibio de los diestros Pablo Hermoso de Mendoza, Diego Urdiales y Manuel Román, así como de las distintas autoridades, encabezadas por la alcaldesa, Carmen Moriyón, la intensidad de los clamores aumentó, y de las proclamas iniciales se pasó a otras como «¡Torero muerto, abono para mi huerto!» o «¡Porros, no toros!», complementadas por la petición «¡Moriyón, dimisión!», y aderezadas con algún que otro «¡Paletos!», dirigido a los aficionados que ya accedían al coso. Uno de tales taurófilos se plató ante los manifestantes y, tras despojarse de su chaqueta y exhibir una camiseta decorada con un toro bravo y una bandera nacional, comenzó a bailar en señal de burla, hasta que fue apartado del lugar por la Policía Nacional. Otros partidarios de las corridas, como Pilar Álvarez, llegaron a fotografiarse frente a la concentración haciendo con sus dedos la señal de los dedos, pura y simplemente, «porque puedo y me da la gana». Tales expresiones caldearon los ánimos y, en un momento dado, poco antes del cierre de puertas en El Bibio, los uniformados de la UIP hubieron de cerrar filas frente al vallado para impedir que los antitaurinos saltasen el cordón e invadiesen el frente del edificio.
Precisamente en la parte frontal del recinto, separados por apenas doscientos metros de sus antagonistas, los tres integrantes de ASTAS, encabezados por su vicepresidente, Adrián Nuñez, se esmeraban en hacer visible su pancarta, mientras esperaban la posible llegada de más partidarios de su causa. «Estamos dispuestos a mostrar nuestra tauromaquia tanto dentro de la plaza, como en nuestra vida cotidiana», reflexionaba Núñez. La presencia de protaurinos concentrados ante El Bibio, empero, es una rareza; a ese respecto, justificó suj presencia alegando que, «debido a la excepcionalidad de estos dos años sin toros, hemos querido mostrar la necesidad de recuperar la tauromaquia en la vida social». Y no evitó pronunciarse acerca de la venta de entradas, en número de unas 4.000 frente a las cerca de 9.200 localidades con que cuenta el edificio, unas cifras que «creo que no son malas, no son distintas de cualquier otra parte. El interés y la viabilidad de los toros en Gijón no tienen duda». Finalmente, acerca de la asistencia pública a los espectáculos taurinos, afirmó no creer que «haya ayudas públicas. Es el empresario, Carlos Zúñiga, el que, además de pagar un canon, contrata el festejo. No creo que haya motivo para dudar».
Por fin, con los diestros ya faenando en la arena, y las atenciones centradas en el espectáculo taurino, los integrantes de la protesta contra dicha práctica, poco a poco, se fueron dispersando sin haber logrado detener el retorno, cierto, pero decididos, en palabras de una de ellas, Bibiana Rendueles, a «seguir viniendo las veces que haga falta, todos los años, hasta que esto se acabe. No puede ser que, en pleno siglo XXI, el placer social lo alimente el maltrato de un animal. Hemos progresado… Quiero creer».