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Vivió aquel muchacho ancho de espaldas y ágil de pies la inauguración oficial de El Molinón, el 5 de agosto de 1917. Se perdió la medalla de plata en Amberes 1920 porque el seleccionador Paco Bru no confió en su juventud
Manuel Meana Vallina tenía siete años cuando se le metió en la cabeza que él quería ser futbolista. A esa edad se pasaba las tardes viendo como jugaban al fútbol «los chicos bien» que estudiaban en Inglaterra y vivían los veranos dando patadas a un balón de cuero brillante y marrón en El Humedal. Manolín se ponía detrás de las porterías y devolvía la pelota con buen estilo y pegada. Del equipo del Santa Lucía pasó al Sporting infantil y con dieciséis años ya era titular en el club rojiblanco. Vivió aquel muchacho ancho de espaldas y ágil de pies la inauguración oficial de El Molinón, el 5 de agosto de 1917. Se perdió la medalla de plata en Amberes 1920 porque el seleccionador Paco Bru no confió en su juventud, cerrándole el paso con la convocatoria de Belauste y Sancho.
El 25 de febrero de 1923 El Coloso Meana o Míster Sporting vivió uno de sus momentos futbolísticos más felices en Coya(Vigo). Con la victoria de la selección asturiana sobre la gallega en la final de selecciones regionales. El gijonés era un imán para el esférico, la pelota buscaba a Manolo Meana que ponía el cuero a cuarenta metros con precisión matemática. Cortaba ataques del conjunto rival con la testa y montaba la contra cual carga del Séptimo de Caballería. El periodista José Manuel Aguado llegó a definir al mediocentro como «un jugador científico, artístico y valiente. Su primer partido internacional fue un España-Bélgica y el último contra Italia en Milán, el 19 de marzo de 1924, dejando en su haber un interesante balance con la roja.
Siete partidos de titular y una sola derrota. En una ocasión, después del encuentro contra el Barcelona, los aficionados culés rodearon el coche del futbolista asturiano pidiéndole que se quedara en la Ciudad Condal para fichar por el Barça. Tuvo ofertas del Madrid, Barcelona y Valencia pero el trabajo en la Fábrica de Moreda y el amor por los colores rojiblancos y su tierra truncaron ese fichaje de campanillas. «Los de casa», la afición, trató injustamente al extraordinario centrocampista pitando al del Humedal cuando el match se presentaba del revés. Pitidos que mudaban en aplausos con fervor en Bilbao, Barcelona o Burdeos. De la ciudad francesa salió a hombros justo treinta segundos más tarde del pitido final. Se lesionó de gravedad El Coloso en Torre de los Reyes frente al Racing de Sama. Ligamentos y menisco. Entró en la historia de la medicina deportiva de este país al ser el primer futbolista operado de menisco.
Regresó a los terrenos de juego pero ya nunca volvió a ser el de antes, Sufrió otra rotura de menisco en Oviedo y ya no quiso traspasar el umbral del quirófano, otra vez. La retirada llegó en 1933, entrenó al Sporting y Oviedo y fue seleccionador entre 1956 y 1959. En su primera temporada como entrenador del Sporting viajó a Madrid con el portero titular lesionado y el suplente mareado. El cancerbero sufrió un desmayó en el descanso y Meana, ni corto ni perezoso, se puso el grueso jersey de lana, se caló la gorra y salió a jugar en la segunda parte en Chamartín. Recibiendo una de las mayores ovaciones de su carrera. El Sporting encajó ese día cuatro goles en la primera parte y cuatro más en la segunda…
En los primeros y confusos días del golpe de estado y guerra incivil, un anarquista confundió a Manolo Meana con un empresario, a la salida de la fábrica, y le pegó dos tiros. Aquel auténtico roble con apariencia humana salvó la vida milagrosamente. El Coloso Meana, amigo de Santiago Bernabéu, fijó su residencia en la capital para convertirse en el primer director de la Ciudad Deportiva del Real Madrid. Cuentan los cronistas más veteranos que Bernabéu resolvía las dudas de los más cercanos de la misma manera: «A mí no me preguntes, sube a la oficina y se lo cuentas a Míster Sporting».