«Los audios de WhatsApp, los mensajes que han ido llegando a las redacciones y las declaraciones de muchos afectados que no quieren hablar por miedo, son más estremecedores aún que el fuego»
Pone los pelos de punta. Las imágenes que hemos podido ver en este medio y a través de redes sociales del alto horno de Gijón consumiéndose entre las llamas, son estremecedoras. Humo y fuego han dado forma a una desgracia en forma de pesadilla de cuyas consecuencias aún no somos conscientes del todo, aunque se puedan intuir.
Los pasos que ha ido dando la empresa, reduciendo cada vez más la mano de obra en Asturias, son de esas cosas que meten miedo al pánico. Más aún tras la tragedia. Centenares, si es que no miles de trabajos se quedan hoy en el aire, como el mismo humo que bordeaba ayer a Gijón y Carreño. La nube negra que acompaña siempre a las amenazas de Mittal, es hoy una amenaza más palpable, más cercana. Reconstruir el alto horno no es un trabajo de dos días, ni que se arregle con un poco de chapa y pintura. Entre bastidores, algunos empiezan a hablar ya del adiós definitivo de Acerlor, la gota que colma el vaso de un final que muchos pensábamos que, tarde o temprano, acabaría llegando.
Arcelor o, mejor dicho Asturias, puede estar a medio telediario de una encrucijada de esas que te agarran la boca del estómago y no te dejan respirar. Hay muchos trabajos, mucho dinero invertido y la promesa de una lluvia de millones de euros que pueden quedar reducidos a ceniza, nunca mejor dicho. En momentos como el que nos tocará vivir se demostrará, finalmente, el compromiso de Mittal con la región y con el dichoso acero verde. Si flaquea, la fuerza de toda la región debería de apuntar en la misma dirección, aunque ya se puede uno imaginar que, a dos meses de las elecciones, sea lo que surja de esta tragedia será utilizado por aqueos y troyanos para despellejarse en las autonómicas. Con la altura moral de la clase política actual sería de necios esperar otra cosa.
Y a los trabajadores y familias, ánimo y fuerza. La incertidumbre es como un gusano carroñero que te devora desde dentro. Esa sensación de no saber si te caes o resistes el empellón del destino —que cada uno le ponga el apellido que más le ponga— es casi peor que toparse con la realidad. Desde esta humilde columna siempre podrán contar con un pequeño espacio, un apoyo mediático, por pobre que sea, para darles voz si por desgracia lo necesitaran. Los audios de WhatsApp, los mensajes que han ido llegando a las redacciones y las declaraciones de muchos afectados que no quieren hablar por miedo, son más estremecedores aún que el fuego.
Estamos con vosotros.