El chef del establecimiento gijonés recibe la distinción hecha por la guía gastronómica con ganas de más: «Nuestro objetivo es que los clientes salgan levitando por la puerta, si es que es posible»
Cuando el chef Marcos Mistry emprendía el martes su viaje a Barcelona para la gala de la Guía Michelín 2024, los nervios y la expectación ya se estaban apoderando de él. Tal es así, que no se enteró de que se le había caído su teléfono en el coche de camino al aeropuerto hasta tiempo después. «Es gracioso si lo piensas y al final viví mucho más la experiencia, más atento a lo que estaba ocurriendo», recuerda con humor. En efecto, este tampoco le hizo falta cuando tuvo que subir a recoger el reconocimiento que la Guía decidió otorgarle esa tarde. Nada menos que la primera estrella para el restaurante Marcos de Gijón, el proyecto personal al que da nombre junto al cerebro que está detrás de la idea para este negocio, el empresario hostelero y sumiller proveniente de Sotrondio, Marcos Granda.
A su vuelta a la que se ha convertido en su casa durante el último año, su establecimiento ubicado en la calle Cabrales nº76, la jornada de trabajo le trajo de vuelta a la normalidad entre fogones a la que él y su equipo están acostumbrados. Eso sí; con un móvil ya recuperado que no para de sonar. “Se nos fue un poco de las manos las dimensión de las llamadas, correos…”, comenta más aliviada Covadonga Fernández, jefa de sala y mano derecha de Mistry. Los dos hablan de “emoción” con expresión risueña, pero el chef, tras toda una amplia trayectoria de aprendizaje en las cocinas de otros grandes como Paco Pérez o Dani García, tiene claro que “la suerte se trabaja”, tal y como ambos Marcos venían haciendo en Skina, el primer restaurante abierto por Granda que actualmente cuenta con dos estrellas Michelín. “Sé cocinar para un restaurante estrella y con la apertura en Gijón hicimos un esfuerzo muy grande por estar a la altura”, argumenta.
Un sacrificio que les llevó a cuidar cada detalle, incluso una fecha para arrancar el restaurante que diese margen suficiente como para aspirar a la estrella, el pasado mes de febrero. La fórmula parece haber funcionado, han hecho méritos para recibir la chaquetilla blanca en tiempo récord y aún les quedan ganas de ir a por más. El chef originario de Andalucía, bromea al concluir que su objetivo es “que los clientes salgan levitando por la puerta si es que es posible”.
Esta receta para el éxito precisa de bastantes ingredientes. El primero consiste en entender que “los productos de temporada son los que deciden” y guían la creatividad aún por enfocar del chef marbellí, quien vive desde los fogones gijoneses su propio proceso de búsqueda identitaria en sus platos. “Sigo encontrándome, conociendo los productos y haciendo guiños pero sin ponerme ningún límite. De hecho, en mi opinión, a día de hoy los límites en la cocina ya no existen”, reflexiona. Aunque sí tiene clara una cosa: no me puede llegar a su casa ningún día sin haber hecho algo distinto al anterior, a pesar de que pueda llegar a “poner un poco patas arriba al equipo con ello”.
Su brújula, de momento, ha estado apuntando al norte y sumando proveedores locales y regionales en los que ha encontrado mucho producto de calidad, además de permitirle mantener una «cocina con delicadeza». En los dos menús que ofrecen, de mediodía y de noche, hay algunos sabores de la despensa asturiana, con productos del Cantábrico, pitu caleya, queso ahumado de Pría, cócteles con manzanas de sidra o vaca asturiana de los Valles, entre otros. La puesta en escena, los distintos ambientes e incluso la iluminación del local hacen el resto para los 12 comensales a los que atienden en cada servicio, para quienes el privilegio será mayor a partir de ahora.