Con el país sudamericano sumido en las protestas contra el «fraude electoral» que, por ahora, mantiene en el poder al chavismo, los emigrados están convencidos de que esa respuesta social anticipa «el regreso de la democracia a Venezuela»
Es noche cerrada en Gijón. Uno de esos crepúsculos veraniegos agobiantes, marcados por el calor húmedo de finales de julio. Los relojes señalan las cinco de la madrugada; los calendarios, que ya ha llegado el lunes 29. Una hora muy adecuada para disfrutar del sueño, si el bochorno lo permite, antes de que los despertadores marquen el inicio de una nueva semana laboral. Pero en cientos de hogares no sólo de Gijón, sino de toda Asturias, resulta imposible dormir. Son aquellos habitados por la comunidad emigrante venezolana, formada por casi 5.000 personas en el conjunto de la región, y por más de 1.500 en la ciudad. Una masa nutrida incapaz de prestar atención a otra cosa que no sean los resultados de las elecciones celebradas el domingo en su país natal. Las mismas que, según los sondeos previos, deberían haber dado el triunfo al opositor Edmundo González y, por extensión, haber puesto fin a un cuarto de siglo de chavismo. El goteo de datos que llega del otro lado del Atlántico, sin embargo, pronto quiebra ese embrujo. Con un teórico 51,2% de los votos a su favor, Nicolás Maduro continuará en el poder. Al menos, de momento. Las acusaciones de fraude electoral campan por todo el mundo, el malestar de la población ha sumido las calles en protestas y enfrentamientos con las fuerzas del orden… Y aquí, aunque muy lejos de su hogar, ese colectivo entristecido, frustrado, pero también resuelto, está decidido a seguir dando la batalla desde la distancia para que, de una vez por todas, se orqueste en Venezuela el cambio que tanto anhela… Y que, augura, se hará realidad a no mucho tardar.
«Es un régimen que está muerto; lo que ha comenzado allá no se puede parar», sentencia Indirath Coronado. Hace ya dos décadas que esta nativa del Estado Guárico, «el corazón de Venezuela», aterrizó en Gijón en busca de una vida mejor, aunque sin perder el amor por su patria de origen. Fruto de ese compromiso, en 2022 fundó la asociación de ayuda a los emigrantes venezolanos ‘Almas en Abundancia’, un gesto al que sucedió la creación, hace pocos meses, de la delegación de Asturias de Vente Venezuela, el partido político de Edmundo González y María Corina Machado, del que Coronado es coordinadora general. Con semejante implicación política en su haber, no es de extrañar que la rabia sea fácilmente detectable en sus palabras… «Han sido muchas emociones. El último sondeo real daba un 54% de apoyo a Edmundo y un 30% a Maduro; sabíamos que habíamos ganado por goleada, a los quince o veinte minutos empezaron a decir que continuaba el chavismo. Aquello fue una decepción enorme, pero la respuesta en las calles que está habiendo ahora no se había visto nunca, y llega a las mismas bases del partido en el poder; no pasó ni con Henrique Capriles, ni con Juan Guaidó…», explica Coronado. Esa es, de hecho, su esperanza hoy: que ese clamor popular, al que se han sumado, incluso, miembros de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, acelere el fin del régimen.
Sentimientos similares los alberga Charo Pérez, abogada de profesión y fundadora del Comandito Voto Mundial Abierto, una de las organizaciones ciudadanas que María Corina Machado llamó a constituir por todo el globo ante la imposibilidad de los opositores de acceder a las instituciones oficiales del Estado, y otro de los puntales de la lucha contra el chavismo desde territorio asturiano. «Sabíamos que lo que ha ocurrido iba a ser así, a pesar de que nuestro corazón esperaba que no sucediera, pero eso no lo hace menos doloroso«, admite, desolada. Y su testimonio, por suerte o por desgracia, no bebe de lo oído y leído en las redes sociales, único canal informativo ajeno a los medio de comunicación oficiales al que los emigrados pueden recurrir, en ausencia de prensa opositora. Porque, salvo este año, Pérez fue integrante de las mesas electorales durante todos los procesos electorales ocurridos en Venezuela en las últimas décadas y, por extensión, testigo de las irregularidades flagrantes. «Hay mil trampas, desde máquinas de voto manipuladas, con las que dar la vuelta a los resultados, hasta, en los casos más extremos, presión directa de militares armados; como no ajustes los recuentos a lo que te digan, puedes acabar preso y torturado en ‘El Helicoide’ o en ‘La Tumba’«, relata, refiriéndose los dos centros de detención más conocidos de Venezuela.
Si las artimañas para manipular el voto son patentes sobre el terreno, en el caso de las aplicadas contra quienes emigran resultan, a juicio de Pérez, descaradas. «Nuestra Constitución dicta que cualquier persona que disponga de su cédula de identidad, como el DNI español, puede votar, aunque viva en el extranjero y tenga ese documento caducado«, afirma. Por supuesto, del dicho al hecho hay un trecho, y quienes hicieron cola ante el Consulado de Venezuela en Vigo, el que les corresponde a quienes residen en el norte peninsular, pudieron constatarlo. «De repente, empezaban a exigir a la gente que presentara el pasaporte, que es algo que muchos no tienen, porque no cuentan con viajar fuera; también pedían demostrar la situación legal en España, presentar antecedentes familiares… A muchos no nos dejaron inscribirnos», concreta. Escenas similares relata Coronado, segura de que, «de los que vivimos aquí, en Asturias, ni el 5% pudimos emitir el voto. Es algo que hemos llevado, incluso, ante organismos internacionales, pero nada; el régimen sabe que somos determinantes». Y para ejemplo, un botón: «en Australia, de 732 personas que votaron, sólo tres lo hicieron a favor de Maduro; eso significa que ni siquiera el personal de los Consulados y de la Embajada está de su parte».
Nada de lo anterior quita que, por ahora, Nicolás Maduro siga siendo el presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Y ese hecho ha llevado a más de uno a dar la esperanza por perdida. María de los Ángeles Vázquez es una de esas personas desencantadas. Para esta ingeniera, que llegó a España hace seis años «porque en Caracas intentaron secuestrarme dos veces», el resultado no ha sido una sorpresa. «Simplemente, no creo en el árbitro electoral. Está todo secuestrado por el régimen; soy demócrata, pero eso no es una democracia», concreta. Ahora bien, ser pesimista no la convierte en insensible; de ahí que el anuncio de la presunta victoria madurista lo encajase «muy mal, con esa impotencia inmensa de saber que, aunque eres tú quien gana unas elecciones, no procede el triunfo, porque ellos se declaran vencedores y tienen el poder militar para sostenerlo«. De hecho, en el discurso de Vázquez se repite un concepto a menudo esgrimido por los expatriados: ‘narcoestado’. «Está todo tan contaminado, tan podrido… Es un pueblo sin armas luchando contra un monstruo de cinco cabezas, contra un brazo armado que lo domina todo», amplía. Para ella, sólo una presión mayor por parte de la comunidad internacional podría llegar a revertir ese escenario. En su opinión, «es lamentable que haya países que le hagan la venia a esto; no se pueden defender posiciones tan tibias cuando hablamos de un país que, como Venezuela, tiene tanto dinero del que tirar«. Y esa crítica incluye a España. «Su actitud ante este fraude es de una ambigüedad triste, muy poco contundente; como decimos allá, no se puede estar con Dios y con el diablo«.
No obstante, son muchos los que no piensan quedarse de brazos cruzados y esperando a que ese giro de timón de la acción internacional se materialice. Ante la perspectiva de que eso se diese, el domingo decenas de inmigrantes venezolanos y de cercanos a su causa se manifestaron en la Plaza Mayor de Gijón para clamar por el cambio y dar su apoyo a Edmundo González y María Corina Machado… Y los organizadores de aquel gesto ya preparan nuevas concentraciones para el próximo domingo, a partir de las 18 horas. En parte, para intentar forzar la palanca de esa presión global, pero también para demostrar desde la distancia a quienes se están jugando la vida en las calles de Venezuela que no están solos. «Nuestras ganas de seguir luchando están intactas; estamos cerca de encontrar la libertad, y aunque cueste, porque los lobos heridos se vuelven sanguinarios cuando se acerca su final, lo conseguiremos«, vaticina Charo Pérez. La suya es una resolución que comparte Indirath Coronado; es más, lo hace hasta con una carga mayor de visceral pasión. «¿Que todo esto acaba en un derramamiento de sangre? No hay parto sin sangre y dolor, pero nos han quitado tanto, que… ¿Qué más nos van a arrebatar?«, desafía. Su despedida, con todo, es más serena, bañada por un sencillo anhelo: el de que «pueda, algún día, volver para visitar las tumbas de mis padres y de mi sobrina, y que Venezuela vuelva a ser, como reza el eslogan de María Corina, esa tierra de gracia, abierta para todo el que quiera, que una vez fue«.
Una venezolana libre viva la democracia