
«Llevamos ya muchos años con esta zona completamente abandonada y las distintas Administraciones Públicas se están pasando la ‘patata caliente’ de unas a otras. Mientras tanto, Gijón está dejando pasar unos años preciosos para sacarle partido a uno de sus principales activos: el Mar Cantábrico»
Mucho se está hablando últimamente en Gijón sobre los posibles usos a los que se debe destinar la zona donde, hasta hace unos años, estaba instalado el astillero de Naval Gijón y más antiguamente, los Astilleros del Cantábrico.
La ubicación de esta dársena no puede ser más inmejorable para nuestra ciudad. Basta hacer la comprobación a ‘vista de pájaro’ sobre cualquier mapa de Gijón para ver la excelente situación de este espacio.
La dársena siempre estuvo vinculada a una importante actividad económica en la bahía gijonesa, y ahora mismo ya no queda nada, salvo el Tallerón de Duro Felguera. No es una casualidad que la Fundación Revillagigedo instalara en ese lugar, a la vera del mar, su escuela de formación profesional en la que se formaron y siguen preparándose tantísimos profesionales del metal.
Llevamos ya muchos años con esta zona completamente abandonada y las distintas Administraciones Públicas se están pasando la ‘patata caliente’ de unas a otras y no deciden sobre el destino que debe dársele a esa dársena y a esos terrenos. Mientras tanto, Gijón está dejando pasar unos años preciosos para sacarle partido a uno de sus principales activos: el Mar Cantábrico.
Lo último que hemos oído ha sido el utilizar esta zona para que los piragüistas del Grupo Covadonga hagan sus entrenamientos, pero, tanto desde el Grupo como por parte de la Federación de Piragüismo, hay ciertas dudas sobre la viabilidad de una lámina estable de agua en Naval Gijón. No hay la seguridad que sí se da en el Río Piles.
Desde hace años, los terrenos aledaños a la dársena han venido utilizándose para celebrar la Semana Negra durante 10 días del mes de julio y el resto del año permanecen completamente cerrados al público y, por tanto, clausurados al uso y disfrute por los gijoneses.
Las Administraciones más directamente involucradas en este tema son la Autoridad Portuaria (dependiente del Ministerio de Transportes) que es la propietaria de los terrenos, y el Ayuntamiento de Gijón. Hace unas semanas la alcaldesa Carmen Moriyón lanzaba un órdago a la Autoridad Portuaria exigiéndole generosidad para con la ciudad, y casi pidiéndole que donara gratuitamente los terrenos al Ayuntamiento para que éste pudiera proceder con libertad al desarrollo de la zona que ahora mismo está vacía y en vía muerta.
Estamos hablando de muchísimos metros cuadrados en una zona céntrica de la ciudad, al lado del mar y con muchas posibilidades, alternativas y opciones para generar actividad económica y empleo. Por ello, a muchos empresarios de la construcción y a algunos políticos se les hacen ‘los ojos chiribitas’ pensando en las ganancias que podrían obtener si logran ‘hincarle el diente’ a esa zona. Sólo piensan en urbanizar y construir viviendas, olvidándose de todas las otras actividades económicas que el Puerto de Gijón podría llevar a cabo en ese lugar, lógicamente adaptadas a los tiempos que corren y enfocar más este espacio a lo que se denomina ‘Economía Azul’. Gijón tiene aquí, en Naval Gijón, un espacio estratégico para crear un parque empresarial dedicado al mar y los océanos.
La Autoridad Portuaria ha dejado pasar el tiempo de una forma un tanto indolente en todo lo que se refiere a estos terrenos y a esta dársena. Los únicos barcos que entran ahora mismo en esa parte de la bahía son las barcazas que cargan o descargan piezas en el Tallerón de Duro Felguera, y lo hacen siempre con problemas por culpa del escaso calado que va quedando en la zona que limita seriamente el tipo de buques que se pueden usar para el traslado de las piezas. Esto condiciona mucho la viabilidad de la citada empresa. Pero hemos sido testigos del gasto de unos 830 de millones de euros (según las últimas informaciones aparecidas en prensa) en la ampliación del Musel, en unas obras que después de varios años siguen con muy escaso contenido.
Sólo con que una pequeña parte de esos 830 millones gastados en El Musel se hubieran invertido en la dársena donde se ubicaba Naval Gijón, ahora mismo podría utilizarse este espacio para diversos fines, y el primero que me viene a la cabeza es el del atraque de los cruceros turísticos que visitan nuestra ciudad y que, a día de hoy, siguen amarrando en el Musel, en muelles pensados para carga y descarga de mercancías, entre montañas de carbón y contenedores, ofreciendo por tanto a los cruceristas una primera imagen de Gijón bastante mejorable, dado el entorno donde acaban de arribar.
Si la dársena de Naval Gijón hubiera sido objeto de algunas inversiones (con una muy pequeña parte del dineral gastado en El Musel), ahora mismo podría tener el calado suficiente y también unos accesos y muelles adecuados a la actividad turística, de manera que los cruceros pudiesen amarrar muy cerquita del centro de Gijón y los turistas podrían disfrutar a pie de nuestra ciudad, sin necesidad de largos traslados en bus. Y todo esto serviría de motor y revulsivo para la regeneración y restauración de los terrenos adyacentes.
Solo hay que darse una vuelta por ciudades parecidas a la nuestra, como son Santander y Vigo, para observar que los muchos cruceros que allí se reciben amarran en las mejores zonas de los puertos, donde mejor imagen se da de la ciudad a los visitantes y no entre montañas de carbón y contenedores. Un solo dato: Vigo en el 2022 tuvo 100 cruceros. Gijón 30.
Ahora a esperar que nuestros políticos nacionales, autonómicos y municipales tomen las riendas en el asunto y decidan lo mejor para este espacio tan estratégico de nuestra ciudad y que la decisión sea la que Gijón y los gijoneses nos merecemos, y no es otra que “el progreso”.