La instructora de ‘rope flow’ Olga Riesco organiza, junto al Patronato Deportivo, unas jornadas para dar a conocer esta nueva modalidad de ejercicios de movilidad y mejora articular que resultan un éxito en países como Filipinas
La relación de Olga Riesgo con el deporte y la salud, como la de muchos de nosotros, ha sido un camino de idas y venidas. Al hablar sobre sus primeras prácticas deportivas antes de descubrir el ‘rope flow’, enseguida da una explicación corta y bastante ilustrativa: «Yo he sido madre toda mi vida». Tuvo a su hija mayor con 21 años, algo que la mantuvo sin tiempo para el deporte hasta que se hizo mayor y retomó eso de cuidarse con actividades como aerobic y natación hasta asomarse tímidamente por la sala de máquinas del gimnasio cuando aún no se veía «a muchas mujeres entrenar fuerza». Ahí empezaron los altibajos: se rompió los meniscos y tuvo problemas de movilidad que hace un año le impedían prácticamente moverse. Pero las redes y las casualidades obraron su magia.
Cerca de su lugar de trabajo, en San Lorenzo, observaba cómo un chico bajaba cada día a repetir una serie de movimientos con una cuerda, pero eran los mismos que veía en pantalla a través de Instagram. Era ‘rope flow’, una práctica recién aterrizada en España cuyo origen se atribuye al estadounidense David Weck y que consiste en mejorar la movilidad articular a base de ‘bailar’ con la cuerda hasta crear un flujo de movimiento «inifinito». Olga le echó coraje y se dirigió José Martínez Serrano, el hombre misterioso de la playa, quien resultó ser «una de las personas más preparadas en la disciplina en Asturias». Gracias a sus aprendizajes terminó inmersa en el ‘flow’ de la cuerda, recuperó su movilidad y tomó «más conciencia que nunca» sobre su cuerpo, algo que busca transmitir ahora a partir de las jornadas gratuitas que ha organizado junto al Patronato Deportivo Municipal para dar a conocer la nueva disciplina. «La cuerda la ponemos nosotros, las ganas de aprender, tú», reza la convocatoria.
Olga confiesa un cambio «brutal» desde que el rope flow llegó a su vida y observase las mejoras que le aportaron unos ejercicios que paradójicamente se caracterizan por su sencillez. «Yo llegué al ‘rope’ por la falta de nociones corporales y de consciencia a la hora de entrenar, en general no somos conscientes de nuestro cuerpo y por eso llegan las lesiones», cuenta. Las posibilidades para integrarlo en otros deportes son tan amplias como la cantidad «infinita de beneficios» a nivel físico y mental que causan. El primero y más evidente consiste en la mejora articular al completo, porque su movimiento pendular implica a todo el cuerpo: tobillos, rodillas, hombros, muñecas… «El cuerpo está lleno de engranajes que no engrasamos en el día a día y eso nos hace ir como robots incluso entrenando fuerza, ejerces una movilidad que necesitas para gestos rutinarios», explica.
La otra cara de la moneda tiene que ver con la mente y lo cognitivo. Se puede considerar una «forma de meditación activa» por la capacidad de concentración que se desarrolla en el momento de practicar ese ‘ocho infinito’ con todo el cuerpo. Pero aún más importante resulta la mejora en el trabajo de ambos hemisferios del cerebro y su coordinación y agilidad. «Pones a trabajar a tu lado menos dominante y el desarrollo neuronal es muy grande», añade la instructora.
Por otro lado, el desarrollo articular que crea puede ser un ejercicio de calentamiento pre-entreno, intra-entreno o post-entreno «perfecto», tal y como practica la propia Olga cada día en sus sesiones de gimnasio. Y es que puede practicarse en cualquier parte porque solo se necesita una cuerda, incluso en los descansos de viajes muy largos, algo que ella también suele hacer. Sin embargo, cabe la posibilidad de organizar clases como las que impartirá desde el lunes 17 hasta el jueves 20 de junio en ubicaciones como el CD Las Mestas, CMI El Llano, el pabellón de La Arena, Pumarín o la bolera CD Llano-Contrueces. Cuenta ilusionada que «en Filipinas, las clases grupales de rope flow tienen mucho éxito» y redobla el tono contento al pensar en «transmitir esas ganas a personas que quizá ahora mismo estén en su casa pensando que no pueden moverse, y si pueden». De hecho avisa: cuando empiezas en ‘rope flow’, el propio cuerpo «te lo acaba pidiendo».
