Maider López Álvarez cuenta a miGijón como vivió el momento del terremoto con magnitud 6,8 sufrido en el país vecino, donde se encontraba ese fatídico viernes de vacaciones
El terremoto que ha asolado el suroeste de Marruecos, el pasado viernes 8 de septiembre poco después de las once de la noche ha dejado, a pesar de localizarse su epicentro en una zona poco poblada, casi 3.000 fallecidos y más de 5.500 heridos. Con magnitud 6,8 en la escala sismológica de Richter, el seísmo desató la destrucción en el Alto Atlas marroquí, y allí se encontraba Maider López Álvarez, disfrutando de unas culturales vacaciones en el país vecino junto a su hijo, su amigo Javier, y el hijo de este. «Estamos vivos», son las primeras palabras que Maider pronuncia, antes de relatar la noche de terror que vivieron hace tan sólo una semana.
Asturiana, con un taller de cerámica entre Pola de Siero y Noreña y un pequeño puesto en el rastro de los domingos en Gijón, Maider aún recuerda esa noche con claridad. «Cuando todo empezó estaba dormida en el sofá, y de repente, lo primero que sientes es el movimiento y el sonido. Sonaba como si estuviese pasando un tren de mercancías justo al lado» comienza su relato. «Las ventanas del apartamento estaban totalmente cerradas y después, se habían abierto del movimiento 5 centímetros, la lámpara se movía» cuenta. Su compañero de viaje y los dos menores que viajaban con ellos aún se mantenían despiertos y «fue Javier quién reaccionó más rápido. Nos dijo ‘esto es un terremoto chicos, poneos bajo el dintel de la puerta’, y eso fue lo que hicimos».
Asegura Maider que «sólo duró unos segundos, no sé el tiempo exacto, pero pocos segundos». Los protagonistas de esta historia se encontraban, tras doce días de vacaciones en el país donde pudieron recorrer el sur hasta Zagora o visitar la zona de La Medina, uno de los lugares más afectados por el seísmo, en un pequeño apartamento de planta baja cerca del aeropuerto de Marrakech ya que «al día siguiente teníamos el vuelo de vuelta a las 9 de la mañana y decidimos quedarnos cerca del aeropuerto y no en La Medina. Es como si hubiésemos escapado de ello sin querer», explica Maider. «Estuvimos visitando los puntos más calientes del terremoto pero ese día, por suerte, estábamos más lejos».
Tras el temblor, los primeros miedos, reacciones y sensaciones, «Javier nos dijo que cogiéramos lo imprescindible, pasaportes y el dinero y nos fuimos a la calle. Salimos, y lo peor, fue la reacción humana en general: te encuentras gente llorando, se oían gritos, voces de susto, se me ponen aún los pelos de punta» cuenta la asturiana a miGijón. «Y eso que nosotros, estuvimos en la parte ‘amable’ del terremoto», dice. «Cuando salimos a la calle no vimos drama, no vimos edificios caídos, vimos miedo. Con cualquier persona que te cruzabas, te entendías con una mirada, el miedo se transmitía. En ese momento, fue muy fácil comunicarse a pesar de no saber francés, ni árabe, se pierden las barreras del idioma y de la cultura. Sale la humanidad», dice recordando la fatídica noche vivida en Marruecos.
De paseo, para que «uno de los niños, que se puso muy nervioso, se relajase», por un lugar abierto, Maider, Javier y los dos menores, estuvieron en la calle «hasta las tres de la mañana, y esto fue sobre las once de la noche». «Cuando salimos, y ya estábamos en un sitio abierto y más tranquilos leí la primera noticia: 6,8 en la escala Richter. No me lo podía creer, y empiezas a hacerte preguntas». Sí se volvería a repetir, que habría pasado en otros lugares o qué iba a pasar a partir de entonces eran algunas de las muchas dudas que, en aquel terrible momento, le entraron a Maider López.
«Mi hijo se quedo dormido en mis piernas y yo sobre él, con la tele a toda pastilla en un bar. Mientras, Javier estuvo consultando constantemente la actividad sísmica y cuando vio que la curva bajaba, volvimos al apartamento y nos metimos allí» cuenta la artesana. «Nos recostamos con la ropa puesta y la puerta abierta por miedo a que volviese a repetir. y había que salir corriendo. Todos caímos rendidos pero a mí, aún me temblaba todo el cuerpo y pensaba que había otro terremoto. Y así, hasta las seis de la mañana que nos fuimos al aeropuerto a coger el vuelo» explica.
El camino al aeropuerto, y la estancia allí, tampoco fue ningún ‘camino de rosas’. «La gente se había quedado durmiendo en la calle, muchos turistas volvieron al aeropuerto a dormir. Cuando entramos todo el mundo estaba tirado, había hasta niños pequeños en el suelo» cuenta la asturiana aún conmovida por el suceso vivido. «Teníamos el vuelo a las nueve de la mañana y el avión salió a las tres de la tarde. Había mucho estrés, muchos gritos, mucho nerviosismo. Cajas, botes, o botellas rotas inundaban todo el suelo del aeropuerto».
Tras llegar al aeropuerto, ya solamente quedaba coger el avión y volver a Asturias entre caos e incertidumbre. «Cuando el avión, por fin, aterrizó, todo el mundo se puso a aplaudir. Al chico marroquí que viajaba a mi lado le cambió la cara, estaba muerto de miedo y fue nervioso todo el viaje», cuenta desde su taller y antes de ofrecer una de sus clases de cerámica, Maider López. «Al llegar sólo podía decir que habíamos llegado, que siguiéramos con la fiesta. Estamos vivos» repite entre suspiros. «Estamos vivos, es lo único importante. No eres consciente de lo que puede llegar a pasar en una situación así, yo, flipé cuando vi que era un terremoto de 6,8, porque no vimos caer nada y es cuando te pones a pensar qué estará pasando en otras partes», explica.
Para finalizar, tras vivir un suceso que ni Maider, ni Javier, ni sus dos acompañantes menores olvidarán nunca, Maider López Álvarez confiesa a miGijón que «tuvimos mucha suerte. No fuimos a La Medina porque Javier, que es más práctico, quiso coger algo cerca del aeropuerto. No sé que hubiese pasado si estamos en una de las zonas calientes del terremoto. Pero, estamos vivos», zanja la asturiana que vivió, probablemente una de las noches y días con más incertidumbre y miedo de su vida.