«En Gijón se emparejó, tuvo una hija y vivió intensamente la noche. Siendo rescatado horas antes de entrenar o jugar en un conocido lupanar más de dos y de tres madrugadas. «¿Dónde está Laurie?», se preguntaban algunos, «si ya lo sabéis», replicaban los veteranos»
Jon Álvarez se pasaba hace unos días por los estudios de RPA para ser entrevistado por Arantxa Nieto en ‘Directo Asturias’. El cantante de Tigre y Diamante presentaba la gira del grupo. Desde Ferrol a Granada, pasando por Ponferrada, Valencia, Barcelona y Murcia, presentando el disco ‘Actitud ganadora’, gira que finalizará el 28 de diciembre en la Sala Acapulco de Gijón. Jon tiene pasado sportinguista, portero prometedor que cambió guantes por micrófonos sin arrepentimiento alguno, mas su corazón sigue bombeando en modo rojiblanco, tal vez por eso mismo quiso dedicar un tema a un futbolista «canalla» que pisó como local El Molinón: ‘El mejor gol de Cunningham’, con la inestimable colaboración de Fernando Alfaro, de Surfin Bichos. La composición acaricia de manera colateral la vida nocturna de un jugador inglés que poseía el halo del artista pisando el verde césped con un balón pegado a sus botas. Llegó Cunningham al Sporting en el verano de 1983 por expreso deseo de Vujadin Boskov que ya lo había entrenado en el Real Madrid. Se convirtió en el primer inglés fichado por el club merengue que pagó 195 millones al West Bronwich Albion. Incorporando a la «Perla Negra» en 1979. Lastraron las lesiones su recorrido en el Madrid con «el oasis» de un épico partido en el Camp Nou, ovacionado por la torcida culé, un match que todavía recuerdan los buenos aficionados. El extremo británico llenaba los ojos del público cada vez que sacaba un córner con el exterior del pie. «Aterrizó» en Gijón cedido por el Madrid después de un paso fugaz por el Manchester United. En la capital de la Costa Verde se emparejó, tuvo una hija y vivió intensamente la noche. Siendo rescatado horas antes de entrenar o jugar en un conocido lupanar con nombre zodiacal más de dos y de tres madrugadas. «¿Dónde está Laurie?», se preguntaban algunos futbolistas, «si ya lo sabéis», replicaban los más veteranos. Laurence Paul Cunningham ya cerraba discotecas en su Londres natal cuando debutó con el Leyton Orient en 1974. A los 18 años el ritmo del soul combinado con el funk conseguía mover sus caderas con la cadencia heredada de padres y abuelos jamaicanos. La pista del Crackers no tenía secretos para Laurie, conocía cada esquina, cada reservado de penumbra «amorosa» regada con champán. Lucía ropa cara que en ocasiones combinaba con prendas de los 40 y 50 compradas en los mercadillos de Candem. La moda, los coches, «sus novias» y la interminable noche eran sus pasiones innegociables. Estaban incluso por delante del fútbol.
En junio de 2023 mi compañero en la Radio Pública, César Inclán, me recomendó la lectura de ‘Different Class’ (la historia de Laurie Cunningham) con la firma del periodista Dermot Kavanagh. Un libro que desnuda sin tapujos al primer jugador negro que representó a Inglaterra en partido oficial. También retrata a la perfección a esa cínica sociedad británica de la época; el futbolista sufrió desde niño la sinrazón del racismo en la capital del Reino Unido. Una capital que en las décadas de los 60 y 70 segregaba viviendas y barrios entre blancos y negros.
En su única temporada en Gijón marcó 4 goles en Copa y 3 en Liga. Dos de los cuales se los endosó a Mejías, cancerbero del Atlético de Madrid, en encuentro otoñal. Disputado el 16 de octubre de 1983 en El Molinón, con triunfo local por 2-0. El mejor gol de Cunningham con la zamarra rojiblanca se lo debe en gran parte a Esteban. El de Oviñana fue sorteando contrarios en genial galopada por la izquierda, regateando a dos rivales mientras cambiaba la pelota de pie, superó a un desesperado tercero y a un cuarto vencido antes de pasar el esférico a Cunningham que sobre la medialuna del área fue más rápido que Arteche y Landáburu y de fuerte y preciso disparo con la diestra colocó el balón lejos del alcance de Mejías. El cuero besó las mallas por abajo y pegado al palo. Terminada la aventura gijonesa probó fortuna la «Perla Negra» en el Olympique de Marsella para ir saltando de año en año y de club en club. Leicester, Rayo Vallecano, el Charleroi belga y otra vez en su tierra con el Wimbledon antes de regresar a Vallecas, donde volvió a ser feliz. Igual que aquel niño menudo que jugaba en la calle a pecho descubierto. En las tardes del agradable verano londinense. El 15 de julio de 1989, más allá de las seis de la mañana, se encontró Laurie con la muerte en Madrid. Al volante de su Seat Ibiza dorado. Regresaba de «cerrar» dos discotecas, lo último que vio fue una farola que partió el morro de su automóvil.
A media semana visité Avilés y me topé con un conocido de la infancia. Él del Nodo, yo de Sabugo, los dos jugamos en el Avilés. Infantil él, alevín yo en 1983. Él un fino estilista, yo un paquete. Era de aquella el único negro del barrio y respondía a todo el mundo por su «alias». El saludo de rigor no podría haber sido otro: «Hasta luego Monchi, hasta luego Cunningham».