Sinceramente, no tengo ni idea de por dónde debo circular correctamente como peatón desde que se decidió rescatar una parte del paseo para los viandantes.
En todas las ciudades hay calles, avenidas, rincones, parques, sendas o veredas que se convierten en punto de referencia esenciales para la ciudadanía. Seguro que muchas personas recuerdan el quiosco de piedra de Begoña como un punto de encuentro a media tarde; l´Acerona para esperar a los que bajaban al centro en autobús; las garitas del antiguo cuartel en el barrio de El Coto para reuniones y juegos en las tardes de verano…
Pero si hay un lugar que distingue a Gijón y con el que de forma masiva se identifica su población es el paseo de San Lorenzo. El Muro es para cada uno algo muy particular. Hay quien lo quiere para caminar o correr; otros encuentran un irrepetible escenario para ofrecer sus saberes artísticos; no se nos olvide que posiblemente sea el lugar de Gijón donde más helados se disfrutan, y también, como aseguraba “Dindu”,un gran y querido compañero de profesión fallecido demasiado pronto: “Nada me presta más que sentame por la tarde a comer un paquete de pipes en el Muro” (y venía desde Oviedo para cumplir con este placentero protocolo).
Y cuento todo esto, porque de paseo esta semana por el Muro he sentido que los únicos que parecen tener claro qué quieren hacer o qué se debe hacer con él son los ciudadanos y ciudadanas. No soy yo de los que tiende a la crítica generalizada, fácil y gratuita de las decisiones y actuaciones en el ámbito político. Llámenme iluso si así lo consideran, pero estoy convencido de que las intenciones de quienes nos gobiernan parten de la mejor disposición posible. El problema es que en algunas ocasiones -más de las necesarias- cuando las intenciones se pasan al papel para su transformación en proyectos acaban pareciendo inventos del TBO.
Sinceramente, no tengo ni idea de por dónde debo circular correctamente como peatón desde que se decidió rescatar una parte del paseo para los viandantes. No tengo muy claro si voy con un carrito de bebé cuál debe ser el carril elegido e incluso un venerable gijonés le espetaba hace unos días lo siguiente a un municipal a la altura del Piles: “Oiga, los jubilaos tenemos un carril pa nosotros”.
Fue entonces cuando me acordé de Eduardo Vigil “el rubio de Boston”. El hombre que aseguraba tomando café en el San Siro que si le dejasen habría solucionado los problemas de tráfico en Oviedo, estuvo al frente de la Oficina Municipal de Tráfico de Gijón durante décadas. Tiempo más que suficiente para que armado de sentido común, mucha coña gijonesa, su inseparable lapicera y una inteligencia de esas que no se consiguen en las facultades, afrontase la modernización de la red de circulación de esta ciudad en la que vivimos con ideas vanguardistas.
A Vigil siempre le resquemó que no le hiciesen caso cuando ofreció solución a la “chicane” que supone el paso desde el Muro a la calle Munuza a través de Domínguez Gil y San Bernardo. “Perla, lo que hay que hacer ahí es túnel que atraviese el edificio de la Ferretería Vasco Asturiana) (sede actual del hotel Alcomar”, repitió en muchas ocasiones.
“Si hubo quien se atrevió a plantear el serruchazu de los edificios en el Muro, ¿no vamos a ser capaces de soterrar el tráfico, perla?”
Y como esa, muchas. Entre ellas la necesidad de soterrar la circulación en el Muro desde el Piles hasta la plaza del Carmen. Una idea que a modo de Guadiana urbanístico aparece y desaparece con la misma velocidad que aumenta el coste de un proyecto que más tarde o más temprano habrá que abordar para evitar, entre otras cosas, que el Muro parezca hoy una especie de juego de la oca o como la habitual sorna gijonuda lo ha bautizado “un cascayu”.
Ciudades como Barcelona lo hicieron hace años con el consenso de admistraciones de color político bien distinto. ¿Es caro? Por supuesto, pero el precio de medidas más o menos ocurrentes no hace más que aplazar una decisión para que sacar el máximo partido a uno de los paseos marítimos urbanos más reconocidos en este país. Si Vigil levantase la cabeza me lo imagino diciendo algo así. “Si hubo quien se atrevió a plantear el serruchazu de los edificios en el Muro, ¿no vamos a ser capaces de soterrar el tráfico, perla?”
Nacho Poncela es periodista y colaborador de miGijón