Raúl Entrerríos agradece el recibimiento de Gijón y afirma que seguirá manteniendo ese vínculo especial que tiene con la ciudad que le vio nacer
Tras los Juegos Olímpicos, llegan tiempos de homenajes. Es un clásico ya de los veranos post olímpicos, una forma de reconocer los valores de los deportistas y lo que representan. En el caso de Raúl Entrerríos, gijonés de pro y uno de los mejores jugadores de la historia del balónmano, es un homenaje doble. El primero por ese bronce olímpico, segundo de su carrera, que se trajo como botín de Tokio. El segundo porque dice adiós a las pistas. Y el mundo del balonmano está hoy un poco más triste, un poco más huérfano. No abandona, sin embargo, ese deporte que le hizo grande y que él mismo engrandeció. El Barça de Laporta no se ha olvidado de él y se pasa a los despachos como coordinador de la base culé y entrenador del juvenil.
Los halagos, imprescindibles en este tipo de actos, repetían el mismo mantra. Raúl Entrerríos no ha sido sólo un deportista de éxito, sino que su «generosidad y su reconocimiento, y su ánimo de entender el deporte como algo que va más allá de la competición», en palabras de Ana González, alcaldesa de Gijón.
El gijionés, acompañado de su familia, vivió el homenaje con gesto humilde y cierta emoción. «Tengo muy claro de dónde vengo, siempre he estado muy orgulloso de mi tierra, de mis raíces», afirmó. En un breve discurso, el ya ex capitán de la selección y del FC Barcelona, señaló que «es especial poder cerrar un ciclo tan especial de mi vida aquí, al lado de mi familia y de mi gente. Simplemente quiero dar las gracias una vez más por este recibimiento, por la medalla de plata de la ciudad y aunque se acaba este camino para mí, seguiré teniendo este vínculo especial con la ciudad».