La detección de un foco en el cadáver de una oca pone en guardia a las autoridades locales y regionales, que ya han ejecutado medidas para aislar a las demás aves y analizar su salud; aun así, llaman a la calma y recuerdan el bajo riesgo de propagación a humanos que existe

Sí… La gripe aviar ya ha llegado a Gijón. De forma sumamente tímida, es cierto, y puede que acotada tras la rápida implementación de las medidas de protección pertinentes, pero está. Tal como han confirmado esta mañana desde la Consejería de Medio Rural y Política Agraria, y posteriormente fuentes del Ayuntamiento de la ciudad, el que es el segundo positivo localizado en Asturias, tras el identificado en agosto en un alcatraz silvestre en Ribadesella, ha sido detectado en el parque Isabel la Católica; concretamente, en el cadáver de una oca. Ni qué decir tiene que los mecanismos de contención ya han sido puestos en marcha, y que el Principado está realizando pruebas a los demás animales para descartar la presencia de más casos. Así las cosas, ambas Administraciones han hecho un llamamiento colectivo a mantener la calma, aunque también a cumplir con las normas de seguridad impuestas desde el inicio del problema.
Sin que, por el momento, exista constancia de más positivos en la zona, desde la Concejalía de Medio Ambiente se procedió durante el fin de semana a confinar a las aves en la jaula del parque, y a cubrir la misma con una malla para evitar posibles fugar de los animales. Una táctica eficaz que, sin embargo, no puede replicarse en la laguna; no obstante, en el Ayuntamiento recalcan que, en el caso de ese último equipamiento, la propia valla que sirve de cierre perimetral impide el acceso de humanos al espacio ocupado por las aves. Paralelamente, se ha puesto en marcha un sistema de vigilancia sanitaria de las personas potencialmente expuestas, se han multiplicado las medidas de seguridad a cumplir por los operarios municipales, y se ha reforzado la vigilancia. Datos todos que han llegado apenas veinticuatro horas después de que se confirmase la primera muerte por esta enfermedad en todo el mundo, ocurrida en el estado de Washington, en Estados Unidos.
Tranquilidad, sí, pero atendiendo a las medidas de seguridad
Pese a esa última tragedia, las Administraciones recalcan que la transmisión de la enfermedad a humanos sigue siendo más una rareza que la norma, si bien inciden en la necesidad de respetar las restricciones actualmente en vigor. En el caso concreto del parque Isabel la Católica, la lista de las mismas incluye evitar el contacto directo con las aves acuáticas o silvestres, manteniendo una distancia de seguridad de, al menos, un metro; no dar de comer a los animales, evitar tocar superficies donde haya restos de excrementos, y respetar las áreas acotadas. A mayores, se insta a los ciudadanos a extremar el cuidado de las mascotas, llevándolas siempre con correa, y a informar de la presencia de cualquier ave muerta, sin tocarla en ningún caso. Finalmente, es importante lavarse las manos con agua y jabón durante un minuto, o con gel hidroalcohólico durante veinte segundos, al regresar a casa del parque, y se anima a llamar al 112 en caso de presentar síntomas compatibles con la gripe tras una posible exposición a aves enfermas o muertas.
Ampliando el foco más allá de Gijón, en Asturias todavía siguen vigentes las restricciones impuestas por decreto desde principios de mes, que incluyen la prohibición de criar aves de corral al aire libre, aunque concediendo que, si detener la cría es imposible, se podrá mantener, siempre que se coloquen telas pajareras o cualquier otro dispositivo que impida la entrada de aves silvestres, y el contacto de estas con los alimentos y el agua de las de corral. Al mismo tiempo, queda prohibido dar a estas últimas agua procedente de depósitos a los que puedan acceder aves silvestres, salvo si se trata previamente para inactivar posibles virus de gripe aviar, y también se paraliza el uso como señuelo de aves anseriformes -patos, ocas, gansos, cisnes…- y charadriformes -gaviotas, chorlos…-. Más aún, queda restringida la cría de patos y gansos con otras especies de aves de corral, y aquellos depósitos de agua que estén situados en el exterior requeridos para determinadas aves de corral deberán estar suficientemente protegidos contra las aves acuáticas silvestres. Finalmente, los servicios veterinarios se reservan el derecho de hacer visitas de control sanitario y análisis periódicos en las explotaciones.