La gente que luego vota está lejos de no enterarse de lo que pasa, o muy lejos de no tener opinión sobre el batiburrillo en el que está anclado el PP local, pendiente, sine die, de un Congreso en el que se puedan decir las cosas, de una vez, y siendo esclavo aún de los rencores enconados de familias que no se perdonan la afrenta de haber dejado de tener poder. Porque es de poder de lo que hablamos, no de Gijón.
Pablo González, German Heredia, Ángela Pumariega y quién sabe si también Pilar Fernández Pardo u otros nombres que puedan aparecer, forman parte del proceso de selección, que no de elección, surgidos en torno al candidato a la alcaldía de Gijón para las próximas elecciones locales del PP. Vayamos por orden; primero la dirección local, de la cual es presidente Pablo González, constituyó, por amplia mayoría, un comité electoral que deberá valorar y elegir a quien considera el candidato óptimo a presentarse a la alcaldía.
De esa decisión, que podríamos tachar de no ser la más democrática del mundo, puesto que al contrario que la mayor parte del resto de partidos, en el PP los militantes no eligen al candidato, ni tan siquiera se requieren avales a los “candidatables” en forma de firmas, saldrá un nombre. Ese nombre se enviará al comité autonómico y al comité nacional, que en realidad son quienes acabarán decidiendo quien será el candidato. En las dos últimas elecciones el PP gijonés ha encontrado en esta escalera de decisiones formas muy dispares de ver la realidad. Ahí tenemos el caso del señor López-Asenjo, excandidato en 2019 del PP a la alcaldía y ahora mismo en el grupo mixto, o como se le quiera llamar, pero en todo caso cobrando del erario público y fuera del PP.
Ahora imaginemos, por imaginar, que del comité de Gijón sale el nombre de Pablo González, por poner, pero que luego, desde Oviedo, con un candidato puesto por la dirección nacional, dicho sea de paso y más alejado de la realidad astur que una oveja xalda de la de Madagascar, se considera que la persona más indicada para ese puesto sea Ángela Pumariega, por poner. De esta manera, una decisión tomada en Gijón, eso sí sin que sea elegida por los militantes, pasaría a ser orillada por otra tomada en Oviedo o en Madrid, aunque, igual que la anterior, en donde los militantes no tienen nada que decir.
Quizá, solo quizá, el hecho en sí de cómo se hace todo este proceso pueda ser un buen motivo por el que los votantes del centro derecha/derecha de la ciudad de Gijón nunca hayan considerado al Partido Popular como la mejor opción, o la alternativa al partido tradicionalmente más votado en la ciudad, el PSOE, que con todos sus defectos y aireaciones de problemas, ha elegido democráticamente a su candidato para las próximas elecciones en un proceso en el que los militantes de Gijón han decidido quien se tiene que presentar en la ciudad en la que ellos militan. No parece una locura, ¿no?
Porque, en realidad lo que parece traslucirse en el caso del PP es que además de que las cosas están calentitas, como viene siendo históricamente habitual, lo que opine la ciudad de Gijón en esto poco o nada tiene que ver. Quizá me equivoque, y estoy seguro que todo cargo remunerado del PP saldrá diciendo que esto no es así. Pero lo parece.
Pero hay todavía un asunto que me parece más reseñable y es la fontanería interna de los partidos. Para los no iniciados en la materia (afortunados vosotros) consiste, como bien imaginareis, en mover hilos internos para que las cosas acaben siendo como uno pretende que sean. Es la parte más deleznable de la política y generalmente también la que más ocupa, por desgracia, a la mayor parte de los cargos públicos. Son esos hilos de WhatsApp, Telegram, esas reuniones extrañas, esos cafés de horas, donde se masca esa realidad. En este caso y según señalan los mentideros peperianos, los de uno y otro lado, parece que dos personas están empuñando fuertemente las herramientas propias del oficio:
La excandidata regional Teresa Mallada, que no debe estar muy por la labor de no tener ya nada que decir en las decisiones del partido, así como la omnipresente Cherines, claro ejemplo de no ser consciente de cuando hay que hacerse a un lado y pasar página; hecho este muy propio del otro gran partido de la ciudad, el PSOE, a quien parece querer imitar, en esto, no en lo de elegir candidato.
La política es esa cosa en la que uno debería entrar y de la que uno debería salir, no permanecer por siempre. No es un trabajo, es un servicio público y eso es algo que en política en general y en el PP en particular aún no se asume. Pero a la vista de lo que sucede en el PP gijonés, se asume aún menos que la gente que luego vota está lejos de no enterarse de lo que pasa, o muy lejos de no tener opinión sobre el batiburrillo en el que está anclado el PP local, pendiente, sine die, de un Congreso en el que se puedan decir las cosas, de una vez, y siendo esclavo aún de los rencores enconados de familias que no se perdonan la afrenta de haber dejado de tener poder. Porque es de poder de lo que hablamos, no de Gijón.