El proyecto para convertir el histórico edificio en un complejo museístico obtiene el apoyo de los negocios, las dudas de los vecinos y el rechazo de las asociaciones, que ven esfumarse sus opciones de lograr nuevas sedes
Omar López, presidente de la Asociación de Festejos: «Entre esto y lo del Puerto, quedamos sin local y sin todo. Se acabaron las fiestas. Que el Ayuntamiento pague dos millones a Germán Vizcaíno para poner tres luces»
Primero fue la sensación de abandono del barrio por parte del Ayuntamiento. Después, la proliferación de las viviendas de uso turístico y el temor a la progresiva gentrificación. Luego llegó el anuncio de que el edificio de la Autoridad Portuaria se transformaría en un hotel de cinco estrellas… Y, ahora, es el proyecto municipal para convertir el antiguo edificio de Tabacalera en un complejo museístico lo que ha exaltado un poco más los ánimos en Cimavilla. De forma nada homogénea, eso sí, algo que, por otra parte, ya se ha convertido en hábito en sus calles y plazas. Y es que la pretensión del Consistorio ha sido encajada con optimismo por parte del grueso de propietarios de comercios y negocios hosteleros, en contraste con las dudas que suscita entre los residentes y, sobre todo, con el rechazo flagrantes de sus dos principales asociaciones, la de vecinos ‘Gigia’ y la de festejos, que ven esfumarse su esperanza de lograr nuevas sedes en el antiguo convento de las Agustinas Recoletas. Tanto es así que desde el último de ambos colectivos ya han amenazado con desentenderse de las fiestas patronales en honor a la Virgen de los Remedios y la Soledad, si no se les encuentra un local mejor que la Casa del Chino, su actual sede.
En los días transcurridos desde que la Junta de Gobierno local autorizase la reconversión son muchos los curiosos, habitantes de Cimavilla o no, que se acercan a observar el edificio, invadido por brigadas de trabajadores que, jornada tras jornada, se afanan en dejarlo a punto para servir de sede de las actividades organizadas en torno a los Premios Princesa de Asturias. «Sí que tiene planta de museo, la verdad… Aunque podría servir para otras cosas más útiles», reflexiona Elvira Marchena, acodada en las barandillas del auditorio Francisco Cienfuegos, al que acude a pasear con su perra ‘Mika’. A sus 41 años, y pese a llevar casi una década viviendo en La Calzada, todavía acude varias veces por semana a ver sus padres, ambos octogenarios con problemas de movilidad. Por eso, y aun sin ser contraria al proyecto, sí opina que «se podría dejar parte para hacer un ambulatorio, o un supermercado, que no tenemos. Algo práctico, porque la gente mayor lo tiene cada vez más difícil para conseguir lo básico aquí».
Un centro de salud y un supermercado encabezan las preferencias vecinales para Tabacalera
Aunque menos veterana en el barrio, al que llegó hace tres años, Begoña Colao también considera que la lucha debería dirigirse hacia otros frentes. «Cimavilla está muy pensado para el turismo, muy masificado, y a los que vivimos aquí nos haría falta, por ejemplo, una biblioteca», plantea. Una opción, a su juicio, ni descabellada, ni incompatible con el museo; de nuevo el argumento del tamaño se impone, pues «seguro que hay sitio para todo, siendo como es tan grande». Las dudas también se han asentado en la mente de Blanca Aurora Lorenzo, alineada con las ideas de Marchena. «Creo que me gustaría más que hicieran algo necesario: un comercio, un centro de salud para los mayores…». Aunque, para rechazo directo, el expresado por Gonzalo Estrada. «No estoy en contra de los museos, pero hay cosas prioritarias, como un dispensario. Y el deterioro del barrio es cada vez más importante. Eso es lo que se debería arreglar antes», manifiesta este residente de 51 años, amante de los paseos por las calles del lugar.
Si la incertidumbre es la nota principal entre los habitantes de Cimavilla, en el caso de los colectivos del barrio esa percepción va un paso más allá. «Todo apunta a una medida más añadida para contribuir a la turistificación del barrio», sugiere Sergio Álvarez, presidente de la Asociación de Vecinos ‘Gigia’. Para él, como para muchos de sus representados, «no es cuestión de qué espacio va a tener el barrio en el edificio, si no de qué espacio ocupará el edificio en el barrio, y qué capacidad de transformación va a tener. Cómo se va a integrar en el ecosistema y qué poder de dinamización tendrá en lo que a la vecindad se refiere. ¿Va a influir y a favorecer las peticiones y demandas de Cimavilla?». A la espera de conocer la respuesta, sobre Álvarez sí tuvo un efecto serio la demanda de generosidad por parte de los vecinos que hizo la alcaldesa, Carmen Moriyón. «El barrio es generoso. Siempre lo ha sido, y lo ha demostrado en los distintos procesos participativos que se han llevado a cabo. Y, principalmente, en el día a día, afrontando el vandalismo, la dificultad de conciliar el descanso con el ocio, el crecimiento de la turistificación, los cortes de tráfico y los problemas de acceso…», concluye.
«Mejor el museo que nada, pero no puede molestarnos todo. Si no, ¿de qué vivirá Cimavilla?»
Frente al talante de Álvarez, Omar López, quien preside la Asociación de Festejos, es la voz combativa. Revolucionaria, incluso. «Básicamente, ya te dicen a qué quieren encarar Cimavilla: a que sea Marina d’Or, Ciudad de Vacaciones, cuando hay bastantes problemas más importantes. Además, ¿quién se va a llevar el bar que van a construir al lado del museo? ¿Cualquier coleguilla del concejal?», apunta. El tono no es gratuito. Hace años que López clama por una sede adecuada para el colectivo que lidera, necesitado de un espacio para trabajar y almacenar que la Casa del Chino no logra cubrir. La gran esperanza era disponer de una parte, aunque pequeña, del edificio de Tabacalera, pero esa opción parece haberse esfumado. «Esperaba que, viendo cómo van las fiestas y cómo trabajamos, tuviésemos una esquina, pero ya veo que ni se nos nombra. Los siguiente que haremos será anunciar que no hay más fiestas. Estamos hartos», sentencia. Y no parece bromear. «Entre eso, y lo del hotel en el edificio del Puerto, quedamos sin local y sin todo. Ahora, que el Ayuntamiento encargue la decoración a Germán Vizcaíno, que le pague dos millones de euros por poner tres luces. Nosotros no lo vamos a hacer, y dudo que nadie quiera».
Entre semejante andana de críticas, los únicos testimonios favorables al proyecto museístico son los que manan del tejido comercial y hostelero. Como ya ocurriese tras saberse de la futura construcción del hotel, quienes regentan negocios en Cimavilla ven el museo y en sus actividades complementarias una más que probable locomotora de visitantes y, por ende, de clientes. «Le va a dar mucha vida a esto. Mejor que tenerlo como estaba hasta ahora, muerto del asco… Aquí estamos a favor», comparten los dueños del restaurante Casa Rober. A pocos metros de allí, tras el mostrador del estanco número siete, Irene Rato también expresa su aprobación. «Que hagan lo que hagan, pero que hagan algo… Aunque ya podría haber sido un centro comercial que diese trabajo a los vecinos», reclama. A ambos se suma Ana Isabel Morán, la incombustible propietaria de La tiendina de Ana, uno de los establecimientos más conocidos, queridos y entrañables del barrio. «Lleva abandonado años, así que todo lo que sea adecentarlo me parece estupendo», analiza. Eso sí, concluye lanzando una sugerencia: «que sea dinámico, no como el Museo Barjola. Y que dejen de quejarse tanto por el proyecto. No puede ser que todo nos parezca mal. Si no, ¿de qué va a vivir Cimavilla?».
Me parece una vez más un artículo lamentable incluso denunciable.
¿Desde cuándo un ayuntamiento abre supermercados??
El centro de Salud de Puerta de la Villa está a 900 metros .
Esta afirmación es lamentable:» ¿quién se va a llevar el bar que van a construir al lado del museo? ¿Cualquier coleguilla del concejal?»
Creo que voy a quitar este «periódico » de mis favoritos…de mal en peor
Cuáles eran los planes de la anterior corporación municipal del PSOE para Tabacalera???
Iban a regalar el edificio para los vecinos??
Si tanto apesta Cimadevilla venir a vivir al Lauredal, veréis que bien está todo.
Por favor sois muy cansinos, un hotel de 5 estrellas y un Museo!!! Que drama!!! No vais a poder vivir en ese barrio ya!!!
Sálvese quien pueda!!
Propongo usar el espacio, entre otras cosas, para acoger las charlas y encuentros de la Semana Negra. Es decir, para lo que de verdad existe (en teoría) la Semana Negra. Cimadevilla tiene su propia «historia negra» (lo cual le da contexto) y los invitados y asistentes podrían tener asientos y baños a la altura de un certamen de fama nacional y más ofertas de restauración que las actuales.