Imaginemos que los neños pequeños reconocen al Presi como reconocerían a Melendi
Hay una leyenda urbana que cuenta que sólo si eres reconocido más allá de Payares, tarde o temprano, reconocerán tus méritos en la “tierrina”
Gregorio Sánchez Fernández más conocido como “Chiquito de la Calzada” ha pasado a la historia como uno de los mejores cómicos de este país por su estilo indiscutible, su humor absurdo y su personal argot que ha marcado a toda una generación con el “Hasta luego Lucas” y el “¿Te da cuen?”. Sin embargo, poca gente conocerá un dato que llama particularmente la atención de su historia: Chiquito no recibió en vida la medalla de Andalucía en reconocimiento a sus méritos, que no fueron pocos. Esa medalla llegó a título póstumo, o sea, después de haberse muerto. Siempre me ha llamado mucho la atención este hecho, ya que parece que a algunos artistas les cuesta ser profetas en su tierra, y mucho más si les toca ser asturianos/as. Hay una leyenda urbana que cuenta que sólo si eres reconocido más allá de Payares, tarde o temprano, reconocerán tus méritos en la “tierrina”.
Este fue el caso de José González “El Presi” (1903-1983). Para los parvos en el tema les diré que fue el precursor de un cambio estilístico importante dentro del mundo de la tonada, renovador del género con aires flamencos y un adelantado a su época, y que por ello fue muy poco querido en el sector más purista del género. Pero no quiero aburrirles con datos que la gran mayoría ya conoce. Yo quería contarles que después de años triunfando en decenas de países del mundo, El Presi (así le apodaron en su día por convertirse en presidente de su equipo de futbol) le concedieron el honor de tener un busto propio en Gijón, esculpido por Juan Zaratiegui. Lo ubicaron frente a los baños del Pueblo de Asturias. Este detalle (poco decoroso) no gustó a su viuda, Doña Elena Peón, que furó y furó hasta que consiguió que cambiasen el emplazamiento de la estatua del cantador. En la segunda y definitiva ubicación le tocó regentar una amable y pequeña plaza del Barrio del Carmen, justo donde él nació. Allí continúa solemne e impertérrito, pero hay un detalle digno de “Cuarto Milenio” que como diría Esperanza Gracia “me inquieta, me atormenta y me perturba”.
Imaginen que El Presi fuera Asturias, ¿le devolverían sus gafas?
El busto del Presi no tiene gafas. Y no es que se las olvidase el escultor, es que se las roban cada dos por tres. Y mira que son de plomo. Esta acción se lleva repitiendo desde que tenemos uso de razón sus seguidores. Y yo entiendo a estos ladronzuelos por una razón muy simple. ¿Recuerdan cuando se vendieron a precio módico las butacas del antiguo Teatro Jovellanos? Poco tardaron en volar porque no eran unas simples sillas, eran patrimonio. ¡Imaginen tener en el recibidor de casa, encima de la estantería del salón o al lado del tocadiscos las gafas del Presi! Y ojo que con este comentario no hago apología del hurto. Sólo quiero que entiendan que El Presi fue y es patrimonio, igual que las butacas del Jovellanos, igual que lo fue Chiquito de la Calzada en su Málaga natal. Ahora pregunten a un niño o niña quién fue el Presi. No lo sabrán, o quizá les digan que un político muy serio.
Pero volvamos al misterio de las gafas. Quisiera yo fantasear con un símil que sería procedente utilizar para intentar explicar el fenómeno gafas/Presi. Imaginemos que El Presi es Asturias, y que con gafas puede ver y sin gafas se queda miope. Imaginemos que cada vez que alguien le quita las gafas vemos nuestra identidad borrosa, se difuminan los matices, se cuelan bichitos en los globos oculares, nos volvemos torpes de miras, la lucidez desaparece. Imaginen que cuando le ponemos las gafas recuperamos el orgullo y nuestras tradiciones abocadas al olvido, imaginemos que cuando le ponemos las gafas la Asturias vaciada se empieza a repoblar, que la llingua asturiana que algunos quieren silenciar fluye libre de complejos y miedo a que nos tachen de aldeanas por hablarla, que dejamos de ver caer los hórreos, que comenzamos a valorar nuestras señas de identidad, que esos neños pequeños reconocen al Presi como reconocerían a Melendi. Imaginen que El Presi fuera Asturias, ¿le devolverían sus gafas?
Anabel Santiago es cantante, profesora de canto tradicional y colaboradora de miGijón
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