
«150 años de historia no son unas ruinas a demoler»

Semana de Pleno municipal y, por lo general, semana en la que suelo escribir de lo que allí sucede. Pero esta semana no va a ser así; no porque no se hayan tratado algunos temas que pudieran tener algo más de punta para sacar, como el debate de las universidades privadas en Gijón, qué hacer con el ‘solarón’, o el matu que hay en EMULSA, que propició que la alcaldesa Carmen Moriyón parase el Pleno.
Pero esta semana quiero escribirles de otra cosa: de un retrete. Y no lo digo en sentido figurado, o pensando en alguno de esos grandes líderes que últimamente se empeñan en cubrirse con tintes naranjas, bañarse en tierras raras y despertarse en lunes negros. No, me refiero a un retrete literal. En concreto, al retrete del antiguo Ferrocarril del Norte que aún se mantiene en Serín. Dicho ‘pequeño edificio’ ha sido noticia esta semana, como habrán leído en este mismo medio, porque ADIF, a través de una empresa concesionaria de servicios, ha estado a punto de cagarla (no he podido evitarlo, perdónenme) y había dado la orden de tirarlo abajo. Por suerte, los vecinos de Serín -con su presidente a la cabeza, José Luis, gran entusiasta, defensor y promotor del patrimonio de su localidad- dieron la voz de alarma al concejal de Infraestructuras de nuestro Ayuntamiento de Gijón, y pudo pararse el despropósito.
Me dirán ustedes «Pero, vamos a ver, ¿dónde está el problema o la gravedad con esto de que tiren unos urinarios viejos?». Si no se lo preguntan, ya lo hago yo, que es el pie para hablar de la importancia de nuestro patrimonio, de nuestras piedras venerables.
Empecemos por el principio, -bueno, vamos a saltarnos lo de los dinosaurios- y vayamos al último tercio del siglo XIX, momento en el que toda nuestra región se encuentran en pleno proceso de transformación industrial y comercial, y donde el conocido como ‘Camino de Hierro’ era un eje fundamental en el desarrollo económico, espacial e industrial de Asturias, en general, y de Gijón, en particular. En ese momento se construye la estación de tren de Serín, que aún sigue en pie, y, poco después, en un pequeño edificio exento, se construyen estos retretes. Si el plan ha salido bien, como decía Anibal Smith -que se note que uno ya tiene una edad-, junto a estas líneas podrán ver la foto de estos retretes, que es la que parece en la ficha del Catálogo Urbanístico de Gijón, documento de consulta pública y publicado en la web municipal. Es un edificio sencillo, pero bonito, original y con detalles que hacen que, al contrario de lo que vemos hoy en día para la mayoría de ese tipo de edificios -y que los convierten en cajas sin alma-, se vea como algo original y bello. Ojo, y también práctico, con entradas por ambos lados para mayor discreción.
El retrete, junto con la estación y algunos elementos más que apenas son visibles -como una antigua báscula para pesar remolacha ubicada en una caseta de tablones de madera en estado muy deficitario-, son los pocos elementos que quedan, y que explican y dan sentido en sí mismos a emplazamientos como Serín. La importancia de este retrete, más allá de su objetivo original -que, oigan, los baños siempre vienen bien-, es, y ya siendo serio y riguroso, un elemento indispensable para ayudar a caracterizar el pasado ferroviario de Serín y, en general, del conjunto de infraestructuras de la mano del crecimiento ferroviario que dieron sentido al desarrollo económico y, por tanto, demográfico y espacial de Asturias y de Gijón. No se debe ver como un conjunto aislado, sino como un elemento que forma parte del conjunto ferroviario de ese entorno. He ahí su valor.
Pero no solo eso nos dice el retrete; nos dice más. Nos dice que queda mucho por hacer con algunas Administraciones públicas, como el ejemplo de ADIF. Resulta incomprensible comprobar, a raíz de estos hechos, que este elemento no conste en ningún tipo de registro de propiedades con protección de ADIF. Aunque resultaría peor pensar que sí sabían que tenía protección, pero hicieron un ‘tira, que libras’. Y también debemos pensar que no tenían ninguna licencia municipal para hacer esa obra, ya que, de ser así, el Ayuntamiento les hubiera notificado que ese bien contaba con protección integral, y eso de tirarlo, nones. Lo que me lleva a pensar que, si no sabían que estaba protegido, mal; si lo sabían y tenían intención de tirarlo, peor. Pero que, si no lo sabían, tenían intención de tirarla y, encima, no habían pedido permiso de obras, sería ya mal, requetemal y peor. E incluso un problema administrativo serio para el que dio la orden del ‘tira, que libras’
Una situación, la del patrimonio arquitectónico, que languidece en nuestro entorno. Vemos como se tira, afea, recrece o modifica sin criterio, pero que, en este caso, y gracias a la acción ciudadana, puede que tenga un final feliz, y esos retretes no solo sobrevivan, sino que se recuperen y mantengan en un estado que nos permita pensar que 150 años de historia no son unas ruinas a demoler.
Hoy, por este artículo, le doy la enhorabuena. Cuánta razón al respecto.La zona de Veriña bien se merece un plan integral de restauración, reforma y ornato. Parece una zona abandonada a su suerte.